EL MUNDO › FRANCIA BUSCA DESMANTELAR LA INFLUENCIA IDEOLóGICA DE LA PROPAGANDA DEL ESTADO ISLáMICO
El Ejecutivo francés admite que los discursos oficiales no lograron neutralizar la creciente influencia del islamismo radical. Entre 2014 y 2016 la cifra se duplicó con un total de casi 9500 personas fichadas por la policía.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Superado como muchos países del mundo por la penetración de las ideas jihadistas promovidas por el Estado Islámico a través de varios canales, el gobierno francés desplegó un dispositivo destinado a neutralizar la creciente influencia del islamismo radical tal y como lo encarna el Estado Islámico. Entre los 80 puntos presentados por el primer ministro Manuel Valls, el caso de la propaganda jihadista por medio de Internet ocupa un lugar preponderante. Valls admitió que “cada época tiene sus desafíos. La lucha contra el jihadismo constituye el gran desafío de nuestra generación”. París decidió crear “Centros ciudadanos de Reinserción” contra la radicalización repartidos en 13 regiones del país. Sin embargo, el capítulo más esencial concierne a Internet y el intento por desarrollar un contra discurso o una contra propaganda frente a la frondosa oferta que circula en las redes jihadistas.
En un documento entregado a la prensa, el gobierno argumenta que “los encuentros virtuales se van convirtiendo en un factor que desencadena o acelera el proceso de radicalización”. Para el Ejecutivo, se trata de “desmantelar la influencia ideológica que la propaganda radicalizada y violenta ejerce”. Este principio de acción viene acompañado por el reconocimiento de que, hasta ahora, los discursos oficiales fracasaron en todos sus objetivos. Por ello, en esta fase, el Estado decidió recurrir al sector privado y también abrir el juego a la sociedad civil. Las autoridades reconocen que “el arraigo del discurso conspirativo y milenarista en la propaganda jihadista y el riesgo de una ruptura social que se ha constatado entre las personas en vías de radicalización tornan inoperantes los mensajes oficiales. El recurso a la iniciativa privada y a los actores independientes de la sociedad civil es por consiguiente indispensable”. El porcentaje de personas que se radicalizan ha crecido de forma exponencial en los últimos años. Entre 2014 y 2016 la cifra se duplicó con un total de casi 9500 personas fichadas por la policía, de las cuales 850 ya integraron circuitos oficiales de desradicalización. Desde que se votó el estado de emergencia luego de los atentados jihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París, las autoridades cerraron un total de 4800 portales Internet o cuentas en las redes sociales.
Sector privado, iniciativas individuales o propuestas asociativas se aúnan ahora bajo la bandera oficial para “aislar los contenidos jihadistas o refutar su contenido”. Desde el atentado contra el semanario Charlie Hebdo, en enero de 2015, el Estado buscó concretar con las grandes empresas de Internet una estrategia de contra ofensiva, particularmente en las redes sociales. Manuel Valls había indicado que las redes sociales “están siendo utilizadas más que nunca para enrolar, poner en contacto y adquirir técnicas que llevan a pasar al acto”. El Ministro de Interior, Bernard Cazeneuve, viajó incluso a los Estados Unidos, donde mantuvo encuentros con los dirigentes de Google, Facebook y Twitter con el objetivo de responsabilizarlos e implicarlos en el desmantelamiento de las redes virtuales jihadistas. En el informe presentado por París, el Ejecutivo constata “los progresos” impulsados por los gigantes de Internet en la lucha contra la propaganda jihadista, en especial en las redes sociales.
Ahora se trata de pasar a una segunda etapa que consiste en la elaboración de un “amplio contra discurso” allí donde circula con más eficacia y libertad la narrativa radical. Asimismo, se busca “desa- rrollar útiles digitales “capaces de” identificar las propagandas nacientes en las redes sociales, sus vectores de difusión, los principales nudos de propagación y el método más eficaz para ampliar un contra discurso”. Los Estados se van dando cuenta de que el Estado islámico es mucho más que un movimiento terrorista. Varios expertos y analistas han subrayado esa variante.
El antropólogo franco-norteamericano Scott Attran señaló al respecto que “el Estado Islámico representa el discurso contracultural más fuerte del mundo”. El dispositivo de contra propaganda se articula en torno a una fundación donde van a converger el sector privado, es decir, los expertos técnicos, los especialistas en marketing y la sociedad civil. Valls busca además que empresas como Facebook cambien sus ofertas “personalizadas” cuando detectan círculos islamistas radicales a fin de “romper el círculo de recomendaciones jihadistas”, o lo que el llamó “el aislamiento algorítmico”.
El plan va todavía más lejos porque también se plantea la creación de “ciberpatrullas” francesas contra la propaganda jihadista con el objetivo de “infiltrar las redes de propaganda” y “detectar, repertoriar y dificultar la actividad de los portales-redes-claves de propaganda de las filiales terroristas”. Esas ciberpatrullas tendrán la misión de llevar a acabo “ciberataques” contra los portales jihadistas que pululan allí donde los motores de búsqueda no llegan, es decir, en el llamado Dark Web.
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