Sáb 28.05.2016

EL MUNDO  › EL PRESIDENTE DE EE.UU. VISITó HIROSHIMA PERO NO PIDIó PERDóN

“La muerte cayó del cielo”, dijo Obama

Obama dijo que el “mundo cambió” con la bomba nuclear lanzada sobre esta ciudad en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial, ya que se demostró que el hombre “tenía los medios para destruirse a sí mismo”.

“Han pasado 71 años desde aquel día. Era una mañana luminosa y sin nubes. La muerte cayó del cielo y el mundo cambió”, dijo ayer en Hiroshima Barack Obama, presidente de Estados Unidos. Obama, quien no pidió disculpas por el ataque estadounidense, rindió homenaje a las víctimas de la primera bomba atómica en una histórica y emocionada visita en la que abogó por un mundo sin armas nucleares.

En un discurso en la ciudad arrasada por el bombardeo atómico, Obama, dijo que el “mundo cambió” con la bomba nuclear lanzada sobre esta ciudad en los momentos finales de Segunda Guerra Mundial, ya que se demostró que el hombre “tenía los medios para destruirse a sí mismo”.

Unas 140.000 personas fallecieron en el bombardeo en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Estados Unidos lanzó una segunda bomba nuclear tres días después sobre la ciudad de Nagasaki, donde murieron unas 74.000 personas, y seis días más tarde Japón se rindió y puso fin a la guerra.

¿¨Por qué‚ estamos aquí, en Hiroshima? Hemos venido a reflexionar sobre esta terrible fuerza liberada en un pasado no muy lejano. Hemos venido para rendir homenaje a los muertos’’, dijo Obama, con el rostro serio. Acompañado por el primer ministro japonés Shinzo Abe, Obama había depositado momentos antes una corona de flores en el cenotafio de Hiroshima, que contiene decenas de volúmenes donde están consignados los nombres de las víctimas de la bomba nuclear. El lugar es visitado cada año por más de un millón de personas. “Descanse en paz, no repetiremos esta tragedia”: esta frase, inscrita en el cenotafio pudo servir de hilo conductor en esta histórica visita.

El mandatario estadounidense aseguró que la memoria de las víctimas de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima hace siete décadas “nunca debe desaparecer”, ya que supone una “esperanza para el futuro” y “alimenta un cambio”. El presidente estadounidense quiso recordar “las voces de las víctimas” de la tragedia, y destacó la necesidad de “mantener viva su memoria, porque alimenta nuestra imaginación, nos permite cambiar y nos da esperanzas sobre un futuro mejor”.

Obama es el primer presidente estadounidense en ejercicio en visitar el Parque del Monumento de la paz en Hiroshima para rendir homenaje a los 210.000 japoneses muertos por el fuego nuclear. En la ceremonia, llena de emoción, el presidente estrechó manos y abrazó a sobrevivientes de la bomba atómica. Obama habló con un sonriente Sunao Tsuboi, de 91 años, quien previamente había asegurado querer decirle al presidente estadounidense lo agradecido que estaba por esta visita. Luego, abrazó a otro sobreviviente, Shigeaki Mori, que apenas podía contener la emoción. “Conocemos el dolor de la guerra. Tengamos el valor, juntos, de extender la paz y construir un mundo sin armas nucleares’’ escribió Obama en el Libro de oro.

Este desplazamiento de fuerte dimensión simbólica, a esta ciudad portuaria situada a unos 700 km al suroeste de Tokio, ha sido generalmente bien acogido a ambos lados del Pacífico y en la comunidad internacional. “Esta visita dará un fuerte impulso al objetivo de un mundo desembarazado de armas nucleares’’, subrayó el primer ministro japonés.

En Estados Unidos, ciertas voces se alzaron inicialmente contra lo que habían descrito de antemano como “una gira de las disculpas’’, pero el conjunto de los electos saludó la iniciativa, inimaginable durante décadas. Solamente Corea del Norte se desmarcó y presentó la visita de Obama como una maniobra política “pueril’’ de un “fanático de la guerra nuclear’’.

Por su lado, China admitió que Hiroshima “merecía atención’’, a través de su ministro de Exteriores, Wang Yia. “Pero la matanza de Nankin merece aún menos ser olvidada’’ dijo, aludiendo a los asesinatos y violaciones en masa cometidos por las tropas japonesas durante la caída en 1937 de lo que entonces era la capital de China.

El 6 de agosto, a las 08H15, el ejército estadounidense lanzó sobre Hiroshima la primera bomba atómica de la historia, seguida tres días más tarde por la de Nagasaki. La utilización del arma nuclear, producto del Proyecto Manhattan llevado a cabo en el más absoluto secreto durante años, iba a precipitar la capitulación de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Obama, 44º presidente de Estados Unidos, lo había anunciado claramente: en esta visita, no iba juzgar esta decisión de su lejano predecesor Harry Truman ni a pedir perdón.

“Les compete a los historiadores plantear preguntas y examinarlas, pero sé bien, por llevar siete años y medio en mi cargo, que todo dirigente adopta decisiones muy difíciles, sobre todo en tiempo de guerra’’, explicó en una entrevista concedida a la televisión pública japonesa NHK.

Sin embargo, en la ceremonia de homenaje de ayer, el presidente estadounidense aludió a las víctimas: “Sus almas nos hablan, nos piden que miremos al fondo de nosotros mismos’’. Y admitió: “Los progresos tecnológicos sin progreso equivalente de las instituciones humanas pueden ser fatales. La revolución científica que nos ha conducido a la fisión del átomo nos exhorta también a una revolución moral’’.

Por su parte, el primer ministro nipón que también habló durante el acto dijo que Japón había “esperado desde hace mucho esta visita” y que nunca más se deberá repetir lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki hace siete décadas.

“Nunca se debería volver a vivir esta dura experiencia, es nuestra responsabilidad que hagamos un esfuerzo por la paz”, apuntó Abe.

Tras los discursos, los dos mandatarios dieron un breve paseo por el parque y se acercaron a los restos de la cúpula “Gembaku” que quedó en pie tras el ataque que arrasó la ciudad.

En ese momento los acompañó el canciller japonés, Fumio Kishida, originario de Hiroshima, que se encargó de explicar a Obama la historia del monumento. Tras una ceremonia de poco menos de una hora, el presidente se dirigió a la base militar estadounidense de Iwakuni, desde donde partió hacia Washington en el avión presidencial Air Force One.

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