EL MUNDO › RELATO DESDE LA DEVASTADA ZONA ARABE EN EL SUR

Paseo por el pantano iraquí

En Irak están las huellas de sus guerras. En el sur habitan los árabes del pantano, una tribu que ha vivenciado escenarios bélicos y que en la siguiente nota cuenta cómo es su vida.

Por Robert Fisk *
Desde Kut al-Amara

Estábamos ayer de vuelta a la zona árabe de los pantanos, Haidar y yo, explorando el país al oeste de los infames pantanos Howeiza donde Saddam usó por primera vez gas contra sus enemigos iraníes. Nos detuvimos en el borde de asfalto roto, donde hace dos décadas los tanques iraníes cruzaron la ruta principal de Bagdad a Basora. El Tigris fluía a través del pequeño pueblo de Al-Zahra y seguimos un sendero con la esperanza de encontrar algunos árabes de los pantanos que todavía vivieran en sus chozas de caña. En cambio, el sendero corría a lo largo del borde del río, se lo podía ver recomenzando en la ribera de enfrente, y se nos acercaron frontalmente dos hombres en túnicas y pañuelos “kufiahs” a preguntarnos lo que estábamos haciendo.
Les respondimos y nos miraron con dureza. “Somos árabes de los pantanos”, dijo el más joven. “Solíamos vivir en las casas de caña hasta que Saddam secó la tierra y ahora vivimos en el pueblo de Al-Zahra. Está hecho de cemento y barro.” ¿Y el sendero? Jabar Khaddam Malzum, el hombre más joven había dado su nombre de manera muy formal, dijo que había sido construido por el ejército iraquí durante la guerra de Irak-Irán entre 1980 y 88, que hacía tiempo que el río se había llevado los soportes. “Había otro puente ahí arriba”, dijo. “Estaba más adelante del otro lado del río. Ahí es donde utilizaron el gas.”
De manera que miramos el paisaje chato, de color tierra bajo las nubes invernales, de la misma manera que lo había hecho yo hacía casi 20 años, desde el lado iraní. “Todavía encontramos muertos”, dijo Jabar. “Encontramos un grupo de soldados muertos el otro día, iraquíes e iraníes todos mezclados juntos...” “¿Y qué hicieron con ellos?”, preguntó Haidar. Ya no hay más Cruz Roja en Bagdad para informar sobre sus identidades. En Irak, a nadie ya le importa sobre la guerra anterior a ésta. “Dejamos los cuerpos donde estaban y los tapamos con tierra otra vez”, dijo Jabar. “¿Qué otra cosa podíamos hacer?”
Irak está perseguido por sus guerras. Justo en lo alto del camino hay una planta energética parcialmente quemada, bombardeada por los estadounidenses durante el conflicto del Golfo en 1991 y, casi dos kilómetros más arriba de esta siniestra ruta, un tanque T-55 cremado –víctima de la última invasión anglo-estadounidense en marzo– aunque algunos de estos viejos monstruos han sido retirados sobre enormes camiones. “Muchos todavía están ahí, hasta tanques iraníes de la década del 80”, dijo Jabar. Luego, el hombre mayor, que nunca se presentó, pero parecía el padre de Jabar, señaló a los campos anegados de gas de Howeiza. “Oíamos disparos todas las noches”, dijo. “Los oíamos cada noche, cada semana y mes, año tras año.”
Una patrulla británica en land-rover, seguida por un vehículo blindado Warrior, bajaban detrás nuestro por la ruta de doble mano. ¿Sabían esos soldados lo que había sucedido aquí en la época de su nacimiento? Sin embargo, ni siquira esta última guerra terminó. Sobre las paredes de la gran ciudad, destruida y con olor a aguas servidas, alguien había escrito en impecable inglés, sin duda para que los leyeran los soldados británicos, una pregunta insinuante: “¿Dónde están nuestras necesidades básicas, petróleo, medicinas y otros servicios?”
Me gustó lo de “necesidades básicas”, sonaba a algo oficial. El mismo que escribió en la pared podría preguntarse hacia dónde eran llevados esos viejos y ennegrecidos tanques. Muchos habían sido blanco de granadas de uranio enriquecido y están todavía contaminados. Bueno, algunos son llevados a una enorme planta de acero en Basora, donde, como dicen tantos habitantes de la ciudad, son fundidos para hacer puentes prefabricados, recipientes de basura, hasta cacerolas y sartenes. Supongo que tiene sentido. Quizá las amas de casa iraquíes habituadas a las noches con cortes de energía ahora pueden distinguir sus utensilios de cocina brillando en la oscuridad.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Un bote a la orilla de la zona pantanosa de la Mesopotamia, 80 kilómetros al sur de Basora.
 
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