EL MUNDO
› EL “NO” ARABE A DICK CHENEY
Con las manos vacías
Por Angeles Espinosa *
Desde Madrid
De poco le han servido a Dick Cheney sus relaciones personales con la mayoría de los dirigentes árabes a los que ha visitado en la última semana. En Ammán, en El Cairo o en Yedda, ayer mismo en Kuwait, el vicepresidente de Estados Unidos ha encontrado la misma oposición a los planes de su país para bombardear Irak, que es lo que significa en realidad su “apoyo para la siguiente fase de la lucha contra el terrorismo”. Dos obstáculos principales se han levantado en su camino: la crisis israelo-palestina y el riesgo de inestabilidad. Por otro lado, Rusia dio un importante respaldo político y económico a Saddam Hussein al formalizar con su régimen nuevos contratos petroleros multimillonarios. Envalentonado, Irak envió a Qatar a su vicepresidente, Izzat Ibrahim, para lanzar una contraofensiva diplomática luego de la gira de Cheney.
En la última etapa de la gira por la península arábiga antes de arribar a Israel, Cheney escuchó de parte del viceprimer ministro y canciller kuwaití, jeque Sabah Al Ahmed Al Sabah, que su país no va a apoyar de ningún modo un ataque contra Irak, “no porque Irak sea amigo de Kuwait sino porque las actuales circunstancias no son propicias. El régimen iraquí no será afectado, pero el pueblo iraquí sí”.
Pero la sorpresa en Estados Unidos no ha sido tanto por la reticencia de los aliados regionales como por la claridad y contundencia con la que las han expresado. Funcionarios estadounidenses han filtrado a la prensa de su país que, antes de que el vicepresidente iniciara su viaje, estaban convencidos de que los líderes árabes terminarían por aceptar una campaña militar contra Irak aunque hicieran algún gesto público de desaprobación de cara a la galería local. Sin embargo, el rechazo ha sido público y privado, en declaraciones oficiales y en ruedas de prensa. Más grave aún, algunos de los principales interlocutores ni siquiera esperaron a la llegada de Cheney.
“No creo que vaya en interés de Estados Unidos, de la región o del mundo”, declaraba a una televisión norteamericana el príncipe heredero y virtual hombre fuerte de Arabia Saudita, Abdalá Ben Abdelaziz, la víspera de la llegada de Cheney. No podía estar más claro. Tanto el rey Fahd como su heredero hicieron saber al vicepresidente estadounidense que se niegan a que tropas de su país utilicen el reino para “golpear a Irak o cualquier otro país árabe o islámico”, informó el diario saudí Al Watan. Todo lo contrario de las facilidades que Cheney obtuvo en 1991, durante la guerra del Golfo, cuando era secretario de Defensa. El giro no ha sido, sin embargo, repentino. Riad, el principal aliado de Washington en el Golfo, ya se negó a que los aviones estadounidenses despegaran de su territorio para atacar Afganistán.
La preocupación de los dirigentes sauditas, como la del rey jordano o el presidente egipcio, transpiran el peso de una opinión pública indignada por la represión israelí de la segunda intifada palestina. Cualquier paso en falso se traduciría en una inestabilidad sobre la que también ha advertido Turquía, uno de los dos aliados no árabes, que Cheney visitará hoy tras su breve estancia en Israel.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.