Dom 11.01.2004

EL MUNDO  › NUEVO OPTIMISMO TRAS EL APOCALIPTICO 2003 Y EN UN AÑO ELECTORAL

El dominó virtuoso de los derechistas

Por José Manuel Calvo *
Desde Washington

El año 2003 fue tan traumático para la escena internacional que varios signos esperanzadores de las últimas semanas hacen que expertos y políticos se pregunten si, después de todo, no será falso que el mundo se esté encaminando hacia la Tercera Guerra Mundial, como algunos pronosticaron en los días más negros de la guerra unilateral y de la crisis de la ONU. Irán, Libia, Pakistán y Corea del Norte han adoptado –con las particularidades de cada caso– una posición abierta a controles y negociaciones de sus arsenales nucleares y armas de destrucción masiva. Junto a ello, la reanudación de relaciones entre India y Pakistán –dos potencias nucleares al borde del enfrentamiento hace solamente dos años– y la percepción, después de la captura de Saddam Hussein, de que las cosas pueden ir mejor en Irak han aportado un aire de distensión desconocido desde el 11-S.
¿A qué se han debido algunos de los avances más recientes en el control de armas? “Los medios de comunicación prácticamente no se han dado cuenta, pero el gobierno de Bush se ha embarcado en un arrebato de cooperación multilateral”, arrancó el editorial del jueves del conservador The Wall Street Journal, que habla de una Iniciativa de Proliferación de la Seguridad (PSI) formada por 11 países (EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania, España, Italia, Holanda, Polonia, Portugal, Japón y Australia, a los que se han unido Canadá, Dinamarca, Noruega, Singapur y Turquía, más otros 50 países dispuestos a colaborar) que han acordado cooperar estrechamente en el control de armas de destrucción masiva. La PSI, dice el diario, “ha tenido más éxito que la ONU en los pocos meses que lleva funcionando” y “su hilo conductor es el liderazgo de Estados Unidos”.
¿Cuánto tiene que ver la guerra de Irak en todo esto? ¿Es pronto para lanzar las campanas al vuelo por el regreso de Libia al redil, la cooperación de Irán, la apertura de Pyongyang o la alineación del presidente paquistaní, Pervez Musharraf, con Washington? Jim Hoagland, columnista de The Washington Post, escribe que “hay progresos evidentes en la no proliferación de armas hechos gracias a una presión internacional basada en diplomacia multilateral y en la sombra del poder de EE.UU.”. Y añade: “La invasión de Irak parece haber devuelto a la realidad a algunos países que habían pensado que podían, sin riesgos, conseguir secretamente armas nucleares saltándose las prohibiciones internacionales”.
Para Moisés Naím, director de la revista Foreign Policy, conviene matizar. “Es un momento en el que vale la pena recordar de nuevo a Chu En-lai, cuando dijo que es demasiado pronto para valorar las consecuencias de la Revolución Francesa; yo creo que es muy pronto para hacer grandes afirmaciones sobre las consecuencias de la crisis de Irak.” En segundo lugar, dice Naím, “el debate está polarizado en el mundo y, cada vez más, en EE.UU., por la campaña electoral: todas las exageraciones catastrofistas son tan poco creíbles como las exageraciones triunfalistas. Hay que leer todos los comentarios desde el punto de vista de la polarización: dime cuál era tu posición antes de la guerra y te diré si estás viendo estos acontecimientos como irrelevantes o como fundamentales”. “Ahora bien, ¿lo que pasó en Irak ayudó a convencer a Muammar Khadafy? Sin duda. ¿Afectó la crisis a la aproximación entre India y Pakistán? Siempre recordando que es muy temprano para hablar, es cierto que ha recibido el impacto, como lo recibieron Irán y Corea del Norte, aunque la dinámica en este último caso es diferente.”
En todo caso, la combinación de factores de distensión y la perspectiva electoral en Estados Unidos han permitido que se acuñe en medios políticos de Washington una frase– “No war in ‘04”– que se interpreta como que no habrá un conflicto armado grave en los próximos meses por iniciativa de EE.UU. “Efectivamente, por varias razones: hay componentes militares –los generales les dicen a los políticos que la capacidad está al máximo–, componentes fiscales –los economistas advierten del riesgo de los déficit y de abusar de los recortes de impuestos– y de opinión pública, por una posguerra aún no acabada”, afirma Naím.
Pero se debe recordar que dentro del gabinete de Bush coexisten fuerzas contrarias. Al tiempo que el secretario de Estado, Colin Powell, apuesta en la revista Foreign Affairs por “una estrategia de alianzas” y lamenta que algunos observadores “hayan exagerado la centralidad de la doctrina preventiva en la política exterior”, se publica el libro Un fin para el mal: Cómo ganar la guerra contra el terror, de David Frum –el padre intelectual de la expresión “el eje del mal”– y Richard Perle, cercano a las posiciones del Pentágono y la vicepresidencia. Frum y Perle se ríen de “los complejos, sutiles y equivocados cálculos” de los pragmáticos dentro del gobierno y recomiendan a Bush que no caiga en tentaciones multilateralistas.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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