Dom 11.01.2004

EL MUNDO  › OPINION

La geopolítica según Karl Rove

› Por Claudio Uriarte

En principio, sólo el propagandista más inescrupuloso y desvergonzado de la administración Bush –confirmamos: es Karl Rove, jefe de la campaña de reelección del presidente– podría hilar en una misma serie las recientes novedades en Corea del Norte, India-Pakistán, Irán, Libia y Siria y calificarlas todas como éxitos de la doctrina de “guerra preventiva” de George W. contra Saddam Hussein (o contra el terrorismo, no se sabe muy bien). Porque, en principio, lo que hizo Corea del Norte esta semana al exhibir a una delegación estadounidense su potencial nuclear bélico en Yongbyon no es más que una reiteración subrayada de su vieja operación chantajista de pedir dinero a cambio de detener su carrera nuclear, mientras que el “desbloqueo histórico” de India y Pakistán en torno a Kashmir se produce simplemente porque los dos Estados necesitan dinero y en la región es invierno, lo que implica que en Kashmir no se podrá combatir por lo menos hasta que empiecen los deshielos de abril: hay que recordar que algunas posiciones de la Línea de Control están a más de 4000 metros de altura; espérese al deshielo de los Himalayas, por lo tanto, y ya se podrá ver de nuevo el familiar paisaje de los paquistaníes infiltrando militantes del lado indio de la divisoria y a los indios fortificando sus posiciones diplomáticas y militares acusando a su vecino –con toda la razón, además– de proliferador nuclear y de patrocinador del terrorismo.
Pero, en un plano más limitado, es cierto que la invasión a Irak ha tenido efectos multiplicadores, aunque no de la manera directa que se está alegando. Más bien se trata de la precipitación de procesos que ya estaban ocurriendo de modo larvado. En el caso de Libia, sus esfuerzos para reinsertarse en la comunidad (y el crédito) internacional –a través de las negociaciones sobre el caso Lockerbie– datan de varios años y su renuncia a la producción de armas de destrucción masiva no parece equivaler a mucho más que la entrega a los futuros inspectores norteamericanos de una tonelada de papeles y planes incumplidos. El verdadero breakthrough aquí son los tanteos para establecer relaciones con Israel, aunque Libia no libró ninguna guerra con ella ni es uno de los llamados “Estados de la línea del frente” en el conflicto. En el caso de Irán, que accedió a las inspecciones sorpresa por la ONU de sus instalaciones nucleares, por ahora todo no es más que palabras; los ministerios de fuerza en la República Islámica siguen firmemente en manos del clero conservador, y nada asegura que el comienzo de las inspecciones no inaugure nada más que las insoportables danzas y contradanzas que tan bien supo orquestar Saddam Hussein desde su derrota en Kuwait en 1991 hasta que expulsó a los inspectores en 1998. Quizá Siria sea un caso más significativo, en el sentido de que es el Estado más pobre de los tres, pero, francamente, una visita de su presidente a Turquía no es exactamente la primavera de la paz con Israel, sino solamente un intento de hacer la paz con Estados Unidos. El régimen del ex oftalmólogo londinense Bashar Assad sabe tan bien como el de su padre que el monopolio del poder por su minoritaria secta alawita estará inmediatamente en peligro si descongela al Estado policial que mantiene, y ésa sería una de las consecuencias más previsibles de la paz.
Entonces, ¿el efecto de Irak es insignificante? No del todo, pero para apreciarlo con justeza es necesario ver lo que está ocurriendo en el propio Irak. Contra lo que se cree erróneamente, el plan norteamericano nunca fue iniciar en Irak una especie de dominó a la Pacto de Varsovia en que luego de Irak se invadiría Siria, Irán, Corea del Norte, etc.; la duplicación o triplicación del tamaño de las fuerzas armadas estadounidenses no bastaría para semejante empresa, sin contar con los compromisos que Washington debería desatender en ese caso en las otras regiones del mundo. En lugar de eso, se trataba de generar una especie de desestabilización virtuosa del mundo árabe por medio de la conversión de Irak en un modelo de democracia de mercado, listo para exhibir en vitrina.
Eso todavía parece a años luz de distancia, pero la homologación de Irak con Vietnam sigue siendo una expresión de deseos de los homologadores. Estados Unidos retiene al menos el consenso pasivo de los chiítas, que son el 60 por ciento de la población, y los actos de resistencia permanecen confinados al anterior opresor sunnita y a las brigadas internacionales infiltradas por Al-Qaida. Dentro de un panorama en general impredecible, las agresiones contra los chiítas sugieren un agudo enfrentamiento interiraquí, y esto, junto con las mejoras en términos de orden e infraestructura internos, es una carta en la mano de los ocupantes.

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