EL MUNDO › CONDENARON SOLO AL SACERDOTE Y A LA EXPERTA EN RELACIONES PUBLICAS
La sentencia del Vatileaks2, el segundo juicio por la difusión de documentos que el Vaticano considera reservados, encontró responsable al miembro del Opus Dei Vallejo Balda. Los informes hablaban de propiedades y negocios de la Iglesia.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
La Justicia vaticana concluyó ayer el proceso conocido como Vatileaks2, que comenzó el 24 de noviembre pasado, condenando a dos de los cinco acusados –dos miembros de la Iglesia, una mujer y dos periodistas– por haber difundido documentos reservados del Vaticano. Los condenados fueron el sacerdote español y miembro de la organización católica conservadora Opus Dei, Lucio Vallejo Balda, a 18 meses de cárcel, y la experta en relaciones públicas italiana Francesca Immacolata Chaouqui, a 10 meses pero con la pena suspendida por cinco años. Ambos formaban parte de la Cosea, una comisión de estudio de las estructuras económicas y administrativas de la Santa Sede –creada en 2013 y que concluyó sus funciones en 2014–, que debía asesorar al papa Francisco en materia de cambios en el Vaticano, por lo cual los condenados tuvieron acceso a información muy reservada. Tienen pocos días para decidir si quieren apelar la sentencia, precisó la oficina de prensa vaticana.
Los documentos reservados fueron entregados a los dos periodistas acusados, Gian Luigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, que publicaron dos libros, Via Crucis y Avarizia respectivamente, donde hablan, entre otras cosas, de las propiedades multimillonarias del Vaticano, de sus ganancias con la venta de nafta, de cigarrillos y con la farmacia vaticana. Los dos periodistas fueron absueltos ayer por considerar el tribunal vaticano que no tenía competencia territorial, ya que los dos son italianos y no habían cometido ningún delito dentro del Vaticano. También fue absuelto el quinto acusado y colaborador de Vallejo Balda, Nicola Maio.
Las penas fueron reducidas en comparación con las que habían pedido los “promotores de justicia”, es decir los fiscales de la Santa Sede: tres años y un mes de prisión para Vallejo Balda, tres años y nueve meses de reclusión para Chaouqui, considerada la mente pensante de toda la historia, que según ella habría ayudado al papa Francisco a hacer la reformas dentro del Vaticano. Para Maio se había pedido un año y nueve meses de prisión mientras para Nuzzi, un año de prisión pero condicional. Fittipaldi debía ser absuelto por “falta de pruebas” según los fiscales vaticanos. La sentencia en cambio habla de un principal responsable, Vallejo Balda, y de una cómplice en la difusión, Chaouqui.
“Hoy ha sido una jornada histórica, no sólo para nosotros, cronistas, sino para este pequeño Estado”, comentó al salir Gian Luigi Nuzzi. “Los periodistas –agregó– tenemos el deber de informar, sobre todo cuando tenemos en manos documentos delicados. La sentencia de hoy lo demuestra”. “Ha sido una impresionante decisión y una gran victoria para la libertad de información”, concluyó. Por su parte Fittipaldi comentó: “El Vaticano ha tenido un gran coraje. Ha sido un proceso kafkiano en cuanto a lo que se refiere a las acusaciones que se nos hicieron. La conclusión sin embargo ha sido positiva. El Vaticano ha dado un paso adelante”. Tanto Nutti como Fittipaldi aparecieron sonrientes y relajados, después de meses de tensión, cuando al salir del Vaticano se encontraron con la marea de periodistas que los esperaban. Para Chaouqui, que no dijo si apelará la sentencia, “se concluye la prueba más difícil” de su vida. “Hoy terminó el calvario”, subrayó.
El proceso tuvo unas 20 audiencias y en las últimas Chaouqui se presentó curiosamente con su hijito nacido hace algunas semanas. “Haber llevado a mi hijo a la audiencia no fue una provocación –dijo Chaouqui a los periodistas–. Es que tengo que amamantarlo cada tres horas. De todas maneras él ha sido el protagonista de toda esta historia desde el principio, en cuanto se ha querido actuar contra una mujer embarazada.” Chaouqui fue mucho más lejos todavía cuando en la mañana del jueves hizo su propia defensa, poco antes de que el tribunal se reuniera a deliberar por cinco horas para emitir las sentencias. Empezó por pedir disculpas a los jueces porque “algunas de sus declaraciones no reflejan verdaderamente su pensamiento”. Dijo que debería haberse “quedado callada” más de una vez y se autocalificó como una persona “orgullosa, con muchos defectos, que la llevan a cometer muchos errores” pero que ella “no es la persona que ha surgido de este proceso”. “No tenía idea de que al presentar los periodistas a Balda, él les habría entregado el archivo. Si yo hubiera querido entregar los documentos, ¿por qué iba a esperar dos años? Los documentos los tengo todavía. Podría salir de aquí y entregárselos a quien quisiera. Pero no lo haré jamás. Si la Corte vaticana pide a Italia que ponga en práctica la sentencia, mi hijo y yo pasaremos sus primeros años de vida en la cárcel”, concluyó no sin antes decir, casi en lágrimas, que con el proceso había afrontado la destrucción de su imagen “profesional y personal, como mujer, como madre y como ser humano. Las mentiras de Balda, además, han puesto en peligro mi familia, como cuando apareció un artículo periodístico que me pintaba como la amante del prelado”.
El proceso, realizado durante un año crucial para la Iglesia, el Año de la Misericordia, querido por el papa Francisco, ha desencadenado numerosas críticas de parte de otros periodistas y medios de comunicación que defienden el accionar de Fittipaldi y Nuzzi al sacar a relucir documentos que el Vaticano considera reservados por el Vaticano, pero que hablan de las propiedades millonarias de la Santa Sede, de las ganancias obtenidas con la farmacia, la tabaquería y las estaciones de servicio dentro del Vaticano, o de a dónde va a parar el dinero reunido por la “fábrica de santos”, es decir la congregación vaticana que se ocupa de las canonizaciones, entre otras cosas. Entre esos periodistas está Ezio Mauro, quien fuera hasta hace pocos meses el director de uno de los diarios más importantes de Italia, La Repubblica. En un artículo escrito para La Repubblica precisamente y publicado ayer, Mauro dijo que “es la profesión del periodista la que está siendo acusada. Casi una venganza por el pasado y una advertencia para el futuro: aquí (en el Vaticano, ndr) la libertad de prensa no existe”. Coincide con Mauro el propio Fittipaldi, que declaró: “Según la acusación vaticana, estas noticias no debían ser publicadas y quien lo hiciera, participa de un acto criminal. Yo critico el principio mismo sobre el que está basado este proceso porque no es un ataque contra dos periodistas sino contra la libertad de prensa”. Sobre este punto la sentencia dio a entender claramente que la Santa Sede respeta la libertad de prensa. Este proceso es el segundo que se realiza en el Vaticano contra personas que han difundido documentos considerados reservados. El primero, Vatileaks 1, se realizó en 2012 contra el mayordomo del papa Benedicto XVI, Paolo Gabriele.
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