Jue 15.01.2004

EL MUNDO  › OPINION

El Imperio contraataca

› Por Leonardo Moledo

Cuando el 25 de mayo de 1961, el por entonces presidente de Estados Unidos J.F. Kennedy anunció que para el fin de la década iba a poner un hombre en la Luna, lo hizo en su discurso anual ante el Congreso norteamericano, enmarcado en la Guerra Fría y tratando de revertir la clara sensación norteamericana de que estaban siendo una y otra vez madrugados por los soviéticos en la carrera espacial. No deja de ser interesante que la competencia entre dos sistemas y dos ideologías antagónicas como el capitalismo y el comunismo se dirimiera en el espacio, y en el marco de una empresa científica; de alguna manera se parecía a la lucha que en su momento mantenían España y Portugal con los viajes marítimos y de exploración que les permitieron a ellos, y luego al resto de las potencias europeas, conquistar el mundo.
Hoy en día puede decirse, casi, que Estados Unidos ha conquistado el mundo y reina en un planeta cada vez más norteamericanocéntrico; es difícil pensar, por otro lado, que un personaje como Bush, enemigo del darwinismo y tan abiertamente reaccionario y brutal, tenga algún tipo de interés cultural en la exploración del espacio, o que se crea de repente Ray Bradbury o Isaac Asimov. Es más probable que, con cosquillas electorales, se haya montado sobre el éxito de la NASA para sacar de la manga un plan faraónico que engrandeciera su interplanetaria imagen imperial con técnicas de marketing bien terrestres. Esperó a que el robotito Spirit empezara a moverse por el suelo marciano para anunciar la reanudación en gran escala de la exploración espacial, con colonias en la Luna y viajes a Marte.
Naturalmente, todos los pasos de la exploración espacial son en cierto modo inevitables; tarde o temprano iba a haber una base en la Luna, tarde o temprano, se exploraría Marte con misiones tripuladas, lo cual, dicho sea de paso, estaba incluido en los planes de la NASA desde hace tiempo. La objeción que se hace al gasto excesivo, es, en cierto sentido, casi standard; habría ocurrido en cualquier ocasión en que la empresa se planteara; y en todo caso, hay muchos lugares de donde Estados Unidos puede ahorrar sus dinerillos presupuestarios si simplemente dejara de invadir o bombardear países cada vez que se le ocurre.
Lo malo es que una epopeya que debería interesar a toda la humanidad, en tanto significa verdaderamente extender las fronteras del conocimiento y conceptuales, esté en semejantes manos y que cumpla semejantes fines. Ya es bastante desagradable tenerlo a Bush en la Tierra, mucho peor va a ser cuando su poder se extienda por el espacio interplanetario.

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