EL MUNDO
› OPINION
Una guía para el laberinto
› Por Claudio Uriarte
Entramos de nuevo al acostumbrado laberinto cuatrienal de elecciones primarias y caucuses previos a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, pero, este año, el recorrido se ve simplificado y acortado por dos elementos: primero, que el presidente George W. Bush no enfrenta ningún desafío en su propio partido, y por lo tanto no hay incertidumbres del lado republicano; segundo, que el grueso de los Estados que más delegados envía a la Convención demócrata vota en dos superprimarias a desarrollarse el 2 y el 9 de marzo, con lo cual el nombre del opositor que desafiará a George Bush el 2 de noviembre debería conocerse en poco más de 45 días. Paradójicamente, este acortamiento de los plazos y simplificación de las candidaturas puede complicar el pronóstico de la contienda.
Desde luego, lo crucial en estas primarias no reside tan sólo en saber quién ganará sino quién de los actuales competidores está en mejores condiciones de derrotar a Bush. Por el momento, y a nivel nacional, el candidato más favorecido en la interna demócrata es el ex gobernador de Vermont Howard Dean, pero seguido cada vez más de cerca por el general retirado Wesley Clark, ex comandante de las fuerzas de la OTAN durante la guerra de Kosovo en 1999. Dean expresa el ala izquierda del Partido –o, como él gusta decir, “el ala demócrata del Partido Demócrata”–, y, en esta condición arrastra la simpatía, la militancia y los esfuerzos de recaudación de fondos de la base más activista de la oposición, pero no debe olvidarse que el que compita con Bush debe ganarle a Bush, no sólo al resto de sus contendientes demócratas. Eso implica, en algún momento, una capacidad de correrse al centro de la escena política para la que Dean no parece testeado: se trata, después de todo, del ex gobernador del pequeño estado de Vermont, una especie de versión norteamericana de El Bolsón argentino, lleno de ex hippies y de antiguos objetores de conciencia en la guerra de Vietnam, donde, si en California se discute la legalización de la marihuana, allí puede haber debates sobre la despenalización del asesinato, y que constituye el Estado que tiene el único socialista que tiene una banca en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Conquistar a la base militante del Partido Demócrata en las internas no da ninguna garantía para ganar Estados conservadores e importantes como Texas o Florida en las presidenciales. Adicionalmente, hay que recordar la Constitución norteamericana, que intencionalmente adjudica proporcionalmente más votos a Estados de menor población como Wyoming o Indiana de modo que los superestados como California y Nueva York no terminen metiéndose la elección en el bolsillo. Y, por último, Dean no ha sido el más consistente ni el más tranquilizador de los candidatos, oscilando entre la izquierda y la derecha en materia de política interna y calificando una vez a la Cámara de Representantes de EE.UU. de “nido de cucarachas”. Esas cosas asustan a los norteamericanos.
Por otro lado, está Wesley Clark. Este general de cuatro estrellas, que combatió y fue herido en Vietnam, fue un fuerte crítico de la guerra de Irak durante y después de la contienda (tenía una columna diaria en la CNN), aunque luego aflojó un poco e indicó que hubiera votado por la autorización de poderes a Bush (mientras Dean es el único de los candidatos de primera línea que se opuso frontalmente). Por el lado de política interna, es un progresista en todos los frentes, desde los derechos y libertades civiles hasta la salud y la economía. Es, en otras palabras, un candidato de centro. Esto desemboca en una paradoja. Dean es demasiado de izquierda para ganar unas hipotéticas presidenciales en el cuadro político de EE.UU. ahora, en que Bush cuenta con la aprobación de un 60 por ciento de los norteamericanos. Clark, en cambio, se parece más al ideal de “transversalidad”. Pero supóngase que la economía o la guerra a Irak empeoran o mejoran dramáticamente de aquí a noviembre, y todos los cálculos estallan en pedazos. Al situar en marzo la selección del candidato que deberá confrontar en noviembre, el calendario demócrata puede estar decidiendo el hombre justo para la fecha equivocada.