Mié 21.01.2004

EL MUNDO

Bush pronunció su mensaje del Estado de la Elección

George W. Bush se puso al frente de la campaña electoral con un mensaje del Estado de la Unión centrado en la seguridad nacional y en la economía.

› Por Claudio Uriarte

Seguridad nacional, seguridad nacional y más seguridad nacional fue todo lo que George W. Bush tuvo para vender en la primera mitad de un mensaje a las cámaras del Congreso sobre el Estado de la Unión fuertemente impregnado por la temporada de campaña con vistas a las elecciones presidenciales de noviembre. En cambio, la segunda parte estuvo dedicada a describir lo que pareció como la economía de otro país. En balance, fue un esfuerzo para presentar un tono tan radiante como combativo, removido a años luz de distancia del sombrío y amenazante mensaje con que hace un año el presidente preparaba a los norteamericanos para la inminencia de la invasión a Irak. La bancada republicana aplaudió a rabiar, la demócrata casi nada y el senador Edward Kennedy se la pasó meneando la cabeza en señal de desmentida.
El presidente –era inevitable– recordó los atentados de septiembre de 2001 contra Washington y el Pentágono, usándolos de punto de arranque de su hilo argumenta. “Es tentador pensar que el peligro terrorista ha pasado. Es tentador y el falso”, declaró. Entonces siguió citando la larga lista de ataques terroristas que han ocurrido desde entonces en el mundo -lo que, en realidad, podría haber sido un argumento en contra de su posición– para señalar que se necesitan más esfuerzos norteamericanos para lo que calificó lisa y llanamente de “guerra”. “No fuimos a Irak para dejar el trabajo inconcluso”, advirtió. Recordó que en marzo vence la Ley Patriota –lo que recibió el aplauso irónico de parte de la bancada opositora– para reclamar su renovación –lo que recibió el aplauso atronador de gran parte del recinto–. Aludió a las posiciones que señalan que Estados Unidos debe internacionalizar el esfuerzo iraquí, para refutarlas citando la larga lista de países que han comprometido tropas al campo de batalla –más aplausos atronadores–. También dijo que Estados Unidos nunca pedirá permiso para declarar una guerra por su seguridad nacional. Evocó –esto también era inevitable– la captura de Saddam Hussein en un pozo, y aseguró que el mundo era un lugar más seguro ahora. Contra toda verosimilitud, dijo que la intervención norteamericana había puesto en vigor las resoluciones de la ONU sobre Irak (¿cuáles?; no se sabe) y afirmó que se habían encontrado programas y armas de destrucción masiva. Lo que también lo llevó –también era inevitable– a vindicar como logro propio el anuncio del coronel libio Muamar Khadafy de que renuncia a sus propios programas de armas de destrucción masiva.
En la segunda parte del discurso, sus palabras adquirieron un tono marcadamente surrealista. Fue cuando habló sobre la economía, y el único dato incontrovertible que pudo citar fue el crecimiento –”no visto en 20 años”– que el Producto Bruto Interno experimentó en el tercer trimestre de 2003. Todo el resto parecía sacado de las estadísticas de un país imaginario: la economía crece, el empleo también, la industria está en alza, la productividad también. Desde luego, el eslabón débil de esta cadena está en la creación de empleos, que es inexistente, pero el guionista del primer mandatario se las arregló para zafar por la tangente recordando que los empleos que se creen necesitarán ser especializados y de alta tecnología, lo que lo llevó a defender su programa educativo, y el plan denominado “que ningún niño sea dejado atrás”. Esto también cosechó muchos aplausos, incluidos los de varios niños que estaban en el recinto, y a uno de los cuales –la hija de un congresista negro– él había levantado en brazos al entrar al lugar. Y, por cierto, el presidente remató esta parte de su discurso con una dosis de chantaje político, al repetir cuatro veces que “a menos que ustedes actúen” la economía volverá hacia atrás (¿hacia dónde?; ¿hacia los superávit de Bill Clinton?) para proponer que el Congreso vuelva permanentes los recortes de impuestos previamente aprobados.
En el final, no faltó la emotiva carta de una nena declarando su fe en las tropas y preguntando qué podía hacer para mejorar a su país. Larespuesta: agradarle a quienquiera que la nena se encuentre siempre vestido o vestida de uniforme. En el comienzo, el gabinete había hecho su entrada encabezado por el secretario de Estado Colin Powell, seguido en segundo lugar por el del Tesoro, John Snow, y el de Defensa, Donald Rumsfeld. Bienvenidos a un año electoral donde la diplomacia y la economía están en la vanguardia, pero donde la guerra nunca estará demasiado lejos.

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