Dom 25.09.2016

EL MUNDO  › ENTREVISTA AL ACADEMICO MEXICANO Y EX CANCILLER JORGE CASTAÑEDA, ENSAYISTA Y AUTOR DE UNA BIOGRAFIA DEL CHE GUEVARA

“Si gana Trump, EE.UU. hará un Brexit del Nafta”

“A los cubanos no les hizo falta remitirse a México cuando quisieron arreglar las cosas con Estados Unidos. Los cubanos se dirigieron a Canadá y al Papa”, dice el escritor y político mexicano en una conversación con este diario.

› Por Eduardo Febbro

Desde Ciudad de México

Jorge Castañeda es una figura intelectual y política atípica en América latina. Las fotografías que pueblan su vasta biblioteca en la cómoda casa en la que recibe a Página/12 reflejan la riqueza de una existencia llena de acción y controversias. La derecha suele estampillarlo de izquierda y esta última de derecha. Casi siempre lo acusaron de ser lo uno y lo otro opuesto. Alguna vez le imputaron haber sido un agente de los cubanos, y otras de ser un agente de la CIA. Jorge Castañeda es más bien un socialdemócrata con una polifónica obra escrita y una carrera política que marcó su época: este académico mexicano nacido en 1953 fue, entre 2000 y 2003, Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Vicente Fox. Esa presidencia no fue una más sino que encarnó, bajo las banderas del PAN, lo que en México se llamó “la transición”, es decir, el primer gobierno que rompió la legendaria hegemonía del PRI. Como canciller, Castañeda asumió el llamado “aggiornamento” de la política mexicana hacia Cuba que se tradujo por un cambio de rumbo radical donde México dejó de ser un interlocutor pasivo para volverse un actor crítico de la Revolución Cubana. En 2002, el gobierno mexicano votó contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra. 15 años después, con una efusiva convicción, Castañeda reivindica aquella postura. Hoy recuerda que “a los cubanos no les hizo falta remitirse a México cuando quisieron arreglar las cosas con Estados Unidos. Los cubanos se dirigieron a Canadá y al Papa”. Comunista en su juventud y asesor deCuauhtémoc Cárdenas en 1988, Castañeda escribió varios ensayos, entre los que se destacan una biografía del Che Guevara (La vida en rojo, una biografía del Che Guevara,1997, y La utopía desarmada,1995). Ambos ensayos le valieron densas polémicas. La biografía del Che alteró los nervios de los comunistas de América Latina y la Utopía Desarmada fue rotundamente rechazada por las izquierdas del continente. Sin embargo, en esa obra, Castañeda anticipaba un fenómeno que se traduciríamás tarde en la realidad política de América Latina:el abandono paulatino de la idea de revolución como bandera y la transformación de las izquierdas en partidos de gobierno con la plena aceptación de las leyes de mercado. En 2014 publicó una apasionante autobiografía, Amarres Perros, y este año un libro donde propone una agenda ciudadana para combatir los males de México (“Sólo así: por una agenda ciudadana independiente”, Editorial Debate. Este académico de larga trayectoria se postula ahora como candidato independiente como una forma de romper la tenaza de la partidocracia. La irrupción, en Estados Unidos, de Donald Trump lo propulsó de nuevo a la cima de la actualidad. Las aberrantes indecencias de Trump contra los mexicanos, su idea de construir un muro pagado por los mexicanos y los ataques xenófobos de Trump llevaron a Castañeda a liderar, en México, la respuesta a las indecencias del candidato republicano a la Casa Blanca. Castañeda interpeló a la sociedad civil y al gobierno para que, juntos, respondieran a las vulgaridades de Trump.

En el portal Proudtobemexican.com (orgulloso de ser mexicano, en inglés) el mismo dirigente aparece alentando a los mexicanos a salirle al paso a Donald Trump.

En esta entrevista exclusiva con Página/12 realizada en su domicilio de la capital mexicana, Jorge Castañeda analiza la compleja relación entre Estados Unidos y México, responde a Donald Trump, aborda la problemática de la inmigración y desarrolla las principales ideas de su “agenda ciudadana”.

–Donald Trump se instaló en el escenario político de Estados Unidos y, por vecindad y por sus declaraciones xenófobas contras los mexicanos, también se metió en la política mexicana. Sea cual fuere el resultado de las elecciones en los Estados Unidos, las declaraciones de Donald Trump tornaron más compleja la ya difícil relación entre México y Washington. Trump ensució esas relación. ¿ Qué pasará después?

–La relación de México con los Estados Unidos se va a complicar enormemente. Si Trump gana es casi el equivalente de un Brexit norteamericano del Nafta (Acuerdo de libre comercio entre EE.UU., México y Canadá). Metafóricamente, Estados Unidos se retira del Nafta. El problema está en el hecho de que la postura de Trump se va a reflejar en la plataforma del partido republicano en tres aspectos. Uno, la deportación de todos los indocumentados, que son como 12 millones, de los cuales 60 por ciento son mexicanos. El problema se presentará cuando haya que recibir a toda esta gente con el agravante de que muchos guatemaltecos, salvadoreños, hondureños van a decir que son mexicanos para que los deporten a México. El segundo aspecto es el muro. Ese muro sí se puede construir, si se puede lograr que los mexicanos lo paguemos a través de visas más caras, de impuestos sobre las remesas o aranceles sobre ciertos productos. Se puede. Es lo que Trump prometió. El tercer tema es el del proteccionismo. Trump puede poner en entredicho no ya el tratado de libre comercio, sino que puede usar el poder de convencimiento de la presidencia para desalentar nuevas inversiones de Estados Unidos en México. No se van a cerrar las plantas que ya existen. La fabrica de General Motors en Silao no se va a cerrar, tampoco la de Ford en Hermosillo. Pero es posible que las nuevas inversiones de Ford o de General Motors se suspendan porque no van a querer pelearse con el presidente de los Estados Unidos, si es que por desgracia llegara a ganar.

–Trump ha reactualizado con los niveles de intensidad, agresividad y vulgaridad que existen en Europa el tema del inmigrado, del otro como elemento tóxico. Esto no es nuevo en Estados Unidos, pero nunca se había llegado a que un alto responsable político lo encarnara de esa manera.

–Lo que los norteamericanos llaman el nativismo, es decir, estos brotes anti inmigrantes, son constantes en los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, cuando empieza la primera gran ola migratoria, que es irlandesa. Desde ese momento y hasta la semana pasada, con cierta regularidad, en los Estados Unidos hay estos brotesxenófobos, racistas, excluyentes, odiosos. Pero luego pasan. El brote actual no es producto de Trump, sino que Trump es un producto de ese brote. Esto se debe a que en los últimos 20 años no sólo hubo un aumento muy importante de la migración mexicana y centroamericana hacia los Estados Unidos, sino que se dirigió a muchas regiones donde antes no había migrantes. Los norteamericanos que estaban ahí se escandalizaron, se aterraron ante algo nuevo. ¿Quiénes son estos mexicanos que hablan un idioma raro, que juegan un deporte con un balón redondo en vez de ovalado, y que comen estas cosas rarísimas con las que parece que se le incendia a uno la boba? En suma, se preguntaban: ¿quién es esta gente? Claro, en Los Ángeles, en Chicago o en Texas no porque son 100 años de migración. En muchos sentidos ya es una cultura híbrida. Pero en Ohio, en Pensilvania, en Iowa, en Arkansas, donde hay trabajadores mexicanos en la industria del pollo, pues en esos lugares nunca habían visto un mexicano en sus vidas. Además, se preguntan: ¿pero esta gente es católica? Pero, ¿que es esto? ¿Aquí no hay católicos? Se enloquecen.

–¿Cuál podría ser entonces la geometría armoniosa para salir de esta crisis?

–Me parece que lo que hay que volver a hacer es tratar de ordenar el fenómeno migratorio con los sectores sensatos de los Estados Unidos . El ex presidente Fox y yo, cuando estuvimos en el gobierno, insistimos muchísimo en eso. No se pudo porque no se perseveró, porque hubo el 11 de septiembre y los errores de Bush. El hecho es que sí dijimos entonces que si no se arreglaba el tema migratorio entre los dos países, era una bomba de tiempo. Y la bomba de tiempo ya tiene nombre y apellido: se llama Donald Trump. Para arreglar esto hay que desactivar la bomba de tiempo, hay que legalizar a los mexicanos que están allá, permitir un flujo legal de los que están en México y van a Estados Unidos. Esta gente va a seguir yendo porque Estados Unidos necesita mano de obra y porque los salarios en México son bajos.En una planta de Ford, en México, un obrero con un buen empleo gana 400 dólares al mes. Y una mujer que trabaja haciendo limpieza doméstica en la ciudad de Nueva York gana más o menos 400 dólares diarios. ¿Cómo quiere que detengan esas migración ?. No hay que detenerla, hay que legalizarla.

–Pero ahora se da también a la vez un fenómeno nuevo y al revés: hay cerca de un millón de estaadounidenses residiendo en México. Se trata, de hecho, de la migración Norte/Sur más imponente de la historia moderna.

–Sí, es un dato impresionante. ¡México es el país donde hay más estadounidenses en todo el mundo! No hay otra lugar en el planeta donde residan tantos. Estos son residentes, no son turistas, es gente que vive aquí. Y, por cierto, prácticamente no hay incidentes. No ha habido grandes episodios de violencia. Para una población de ese tamaño, no pasa nada. Es gente bienvenida, que le aporta mucho a las comunidades donde viven y que también recibe mucho de las comunidades. Tienen una calidad de vida que no tendrían en los Estados Unidos. Y eso es algo muy positivo que México podría mostrar como ejemplo en Estados Unidos de cómo se puede tratar a la gente de afuera. El problema es que también en México hay 300 o 400 mil centroamericanos y nosotros los tratamos peor a ellos que los estadounidenses a nosotros.

–Lo que usted dice me remite al título de la autobiografía que usted publicó en 2014, Amarres Perros (Alfaguara). La relación con el vecino del norte es una suerte de amarre perro.

–Estamos amarrados, no se si habrá mucho amor, pero estamos amarrados y a veces es difícil, muy tenso. En este momento lo es, y no sólo por Trump. Sería un error pensar que ese es el tema principal. Creo que hay otro tema importante: hay mucha gente en los Estados Unidos que se muestra incrédula ante nuestra incapacidad, aquí, en México, de avanzar. Y nosotros estamos cada vez más desconcertados ante la hipocresía norteamericana, por ejemplo en el tema de la droga. Ellos legalizan –y qué bueno que lo hagan– y sin embargo siguen insistiendo en que se decomisen en México envíos de marihuana a Estados Unidos. ¿Cuál es la lógica de que se decomise marihuana en México cuando la que llega a Estados Unidos la venden en la primera tienda al lado de la frontera, y legalmente? Allá dicen: ¿por qué esos mexicanos no avanzan contra la corrupción, por el Estado de derecho, contra la violencia y las violaciones a los derechos humanos ?. Y nosotros decimos: ¿por qué no dejan de ser tan hipócritas? ¿Por qué siguen fastidiando a todo el mundo con su guerra contra las drogas, guerra que todo el mundo acepta que es un fracaso y que ha sido repudiada dentro de Estados Unidos? La guerra contra las drogas ha sido un fracaso como guerra, y un éxito como negocio.

–En el libro que usted publicó este año, Sólo así: por una agenda ciudadana independiente (Editorial Debate), usted propone una suerte de agenda ciudadana cuyos ejes son el combate contra la impunidad, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos. Pero, sobre todo, el libro se conecta con lo que está ocurriendo en la gran mayoría de las democracias occidentales: el hartazgo ante los partidos políticos, ante la partidocracia. Hay un rechazo a la elite instalada. Ese fue uno de los ejes del discurso que le permitió, al menos al principio, al partido español Podemos prosperar en la enredadera del bipartidismo. Su iniciativa de un partido independiente no es común en México.

–¡Fue tan poco común que no era legal! En México, las candidaturas independientes, sin partido, están permitidas apenas desde el 2015. Fue una larga lucha que yo inicié en 2004. Tuve que remitirme a la Suprema Corte mexicana y después a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En todo caso, esas candidaturas independientes se convierten en un cauce para este sentimiento anti partidocracia, anti partidos. Este proceso lo vimos efectivamente en Europa y también en los Estados Unidos a través de la figura del outsider, es decir, Donald Trump por un lado y Bernie Sanders por el otro. Son gente que, políticamente hablando, viene de la nada. Sanders era un socialista democrático. Eso, en los Estados Unidos, era una cosa inexistente pero de repente puso en aprietos a Hillary Clinton. En cuanto a Donald Trump, es un empresario desbocado con una cantidad de barbaridades como propuestas que no sólo ganó la candidatura republicana, sino que está progresando en las encuestas. Aquí, en México, hay tres problemas ante los cuales la gente manifiesta su repudio a la clase política tradicional. La gente está harta de la corrupción, la gente está furiosa con los bajos salarios. En tercer lugar también hay en México un repudio hacia la violencia que azota a la sociedad en general y hacia las violaciones a los derechos humanos de ciertos grupos estudiantiles, jóvenes, activistas de la sociedad civil. Yo me dirijo a los que están hartos con estos tres temas, principalmente corrupción y derechos humanos. Creo también que el tema de los bajos salarios va a ir creciendo cada vez más. Todos sabemos que hay una enorme economía informal, que hay una enorme migración a los Estados Unidos y que hay grandes bolsones de pobreza. En suma, lo que funciona mal todos lo sabemos. El problema está en que lo que funciona bien también funciona mal. Los empleos industriales nuevos en la industria automotriz, en la industria de exportación de bienes electrodomésticos, todo eso que se produce en México se paga con salarios de 300 a 400 dólares al mes. Eso hace que la gente esté enojada por las bajos salarios cuando en realidad las cosas van bien. Y no le digo si eso se compara con los gastos multi bimillonarios de los magnates mexicanos y también del gobierno. Ese tema de los bajos salarios no hay que verlo como desigualdad en abstracto, ni tampoco como pobreza. Hay que abordar este tema a través del ingreso y cómo mejorarlo. Por ejemplo, podría ser a través de un ingreso básico universal, o como el impuesto negativo en los Estados Unidos. Se trataría de enfocar el tema desde el ingreso a las familias en vez del combate a la pobreza.

–En 1993 usted escribió el libro La utopía desarmada. La obra anticipaba una transformación de la izquierda latinoamericana y el ocaso de la idea de revolución. Entre ese momento y ahora pasaron varios gobiernos de socialdemocracia progresista en América latina. ¿Que balance hace usted de todo ese proceso?

–Diría que en una o dos partes del libro tuve razón: primero, se acabó la lucha armada y la revolución en América Latina. Hasta lo que quedaba, la semi guerrilla de las Farc, se ha acabado. Por otra parte, nunca hubo la posibilidad de que la revolución triunfara en Colombia. Segundo, la izquierda latinoamericana se aggiornó, se volvió democrática, se volvió abierta al mercado, se globalizó y se volvió respetuosa de los Derechos Humanos. Así empezó a ganar elecciones a partir del 99: Chávez en ese momento, Ricardo Lagos en Chile, Lula en Brasil, y así sucesivamente. Una parte de esa izquierda fue fiel a su aggiornamento previo. Siguió siendo demócrata cuando estuvo en el poder, siguió siendo globalizada y partidaria de la economía de mercado. Hubo otra izquierda que no siguió ese camino. Y, como lo vemos con Venezuela, fracasó muchísimo. Hace 25 años, yo planteaba en ese libro que ya no hay revolución, ya no hay lucha armada, ya no hay asalto al palacio de invierno o al cielo. Lo que hay es reformismo socialdemócrata y gracias a eso la izquierda va a ganar. Creo que acerté en eso. Hubo gobiernos de izquierda que fueron muy exitosos. En Chile, en Uruguay, incluso hasta algunos más radicales en la retórica como Correa y Evo Morales, pero bastante más prudentes en la realidad.

–¿Y la Argentina?

–La Argentina es inexplicable. Siempre ha sido inexplicable para todos, y lo es hoy más que nunca.

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