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La vida breve que murió en el Niño Jesús
Fue la víctima más joven de la carnicería en la que Madrid se convirtió anteayer. Su madre, una inmigrante polaca, sobrevivió a los atentados, pero aún no sabe que su hijita no pudo hacerlo. Esta es una de las historias de llanto después de la tempestad de sangre.
Por Marta Aguirregomezcorta *
Desde Madrid
La agonía de Patricia ha durado un día y medio. La niña de siete meses, rubia, con ojos azules y con una pulsera dorada en la muñeca, murió ayer en el Hospital infantil Niño Jesús, a las 13, por un aplastamiento en el pecho y después de una noche entubada en la UVI. Patricia es la víctima más joven del infierno que sacudió a Madrid el jueves.
Las primeras horas después del atentado la niña las pasó sola. Ningún familiar reclamó por ella. Un médico residente la encontró tirada en el suelo. La rescató después del estallido y la llevó a las 9 de la mañana hasta el Niño Jesús. De sus familiares no se tuvo noticias. Ni vivos ni muertos. Fue su tía Kati, polaca y de 27 años que vive también en Madrid con sus dos hijos desde hace ocho años, la que dio con la beba después de llamar a todos los números y remover todos los hospitales de Madrid. Había estado viendo la tragedia por televisión. A las 8.30 un pálpito le hizo pensar que su hermana, su cuñado y su sobrina podrían haber viajado en alguno de aquellos trenes.
Después de una mañana entera buscándolos, Kati supo por la pulsera de oro con el nombre de Patricia inscripto que el bebé ingresado en el Niño Jesús era su sobrina. A media tarde del jueves, Kati averiguó también que su hermana y madre del bebé, Yolanda, de 28 años, vivía. Estaba ingresada en el Hospital Clínico San Carlos. El jueves la operaron de urgencia de una mano y del intestino. Cuando Kati la vio por primera vez después del estallido “casi no la reconocía”. No hacía más que preguntar por su hija y su marido. Ahora está en la UVI y todavía no sabe que Patricia ha muerto. Tampoco que su marido, Wiesllaw, de 34, no ha aparecido en ninguna de las listas de heridos del 112. Ni que tampoco ha sido reconocido en el Pabellón 6 del recinto ferial del Campo de las Naciones, donde se amontonan los cadáveres de las víctimas. No se sabe nada de él.
Pero no todo ha sido triste en la corta vida de Patricia. Hasta el fatídico día de las bombas era una beba feliz. Sus padres la adoraban. “Mi hermana y mi cuñado estaban muy ilusionados con la niña. Les ha costado mucho tenerla. Yolanda tuvo un aborto y ahora ella y su marido estaban encantados con Patricia”, narraba su tía Kati en una sala del Hospital Niño Jesús antes de que la beba falleciera. Esto había ocurrido en el último año. Pero Wiesllaw y Yolanda llevaban en España desde hacía más de ocho. Se habían conocido en Polonia y, como muchos de sus compatriotas, habían decidido venir a España para buscar un futuro mejor.
Primero vino él y al cabo de un año llegó ella. Todo estaba planeado. Una vez que Wiesllaw estuviera más o menos asentado se traería a Yolanda. Y así ocurrió. A los seis meses de llegar se casaron. Vivían en un departamento cerca de Entrevías. Los tres tomaban cada mañana, a las 7.40, el tren de cercanías desde la estación Asamblea de Madrid hasta Atocha. El jueves también lo hicieron. El matrimonio dejaba a una amiga al cuidado de Patricia mientras ellos trabajaban. Wiesllaw lo hacía en una empresa de construcción y Yolanda como empleada de hogar por horas limpiando en varias casas. El tenía sus papeles en regla y ella estaba esperando a que se los diesen. “Yolanda es maravillosa. Trabaja en mi casa desde que llegó a España y es casi de la familia”, cuenta una señora. Ella y otras dos mujeres más, donde Yolanda también limpia en sus casas, han estado en todo momento desde la tragedia repartidas junto a Kati, Yolanda y la beba. Las hermanas no tienen más familia en España.
Durante este tiempo, Yolanda y Wiesllaw han estado trabajando duro para poder comprarse una casa cerca de Varsovia, en Polonia. Acababan de pagar la hipoteca. “Desde que su hija nació estaba radiante. Tanto que hace poco Yolanda me decía: ‘Soy tan feliz que me da miedo’, sigue contando laseñora por teléfono. “Wiesllaw también era muy buena persona. Vivía para su mujer y su hija”, añade. Ayer al mediodía, Kati esperaba en el Niño Jesús el peor de los desenlaces. Un psicólogo de ese hospital la acompañó todo el tiempo animándola y aconsejándola qué es lo que tiene que hacer, señala el Defensor del Menor, Pedro Núñez Morgades. Antes de la muerte de su sobrina, Kati había acudido al Pabellón 6 en busca de noticias de su cuñado. Allí comentó que estaba viviendo “muy mal” esta situación. “No puede ser que haya ocurrido esto, nosotros no somos españoles, pero es como si los fuésemos”, dijo.
Otra hermana de Kati y Yolanda, que vive en Polonia, tenía previsto desde antes del atentado aterrizar mañana en Madrid. Puede que ahora el padre de estas chicas la acompañe. La familia está esperando a que aparezca Wiesllaw y si está muerto trasladar su cuerpo junto al del bebé a Polonia para enterrarlos allí. A Yolanda le queda todavía lo peor: saber que su marido no aparece y que su beba ha muerto. Su evolución es favorable.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.