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El largo camino que va desde Diwaniya hasta Madrid
Desde Najaf
Pregúnteles a los tres soldados españoles a bordo del transportador de tropas si quieren quedarse o irse a casa y estallarán en carcajadas en medio del embotellamiento de tránsito iraquí. “Hacemos lo que nos dicen que hagamos”, grita uno en medio de gestos irónicos. Pero el soldado Francisco, de 28 años de edad –todo barba y sombras, que quiere ver a su mujer y a su bebé de nueve meses–, fue tan franco como lo puede ser un soldado español. “Creo que nos deberíamos ir”, dijo. “Es claro que van (ellos) a hacer algo pero en España y nos quedamos acá. Tengo un bebé y una esposa con quienes quiero estar. Quiero irme y olvidarme de todo.” “Ellos”, por supuesto, es Al-Qaida y de regreso a sus cuarteles en Najaf, los soldados nunca tuvieron grandes dudas sobre quién bombardeo los trenes de Madrid.
El único hombre que sospechó que la culpa podría haber sido de ETA, y rápidamente abandonó la idea, fue el vicecomandante, teniente coronel Alfredo Fernández Benito, que es, él mismo, vasco de Irún. “ETA había atacado a civiles antes, pero no podía entender cómo Al-Qaida podría hacer esto”, dijo. “Podría entender blancos militares, a pesar de todo lo que desapruebo de tales acciones. ¡Pero atacar a civiles así! ¿Por qué atacarían los árabes a España?” No es difícil entender el desconcierto del coronel. Su fuerte unidad de 140 –España tiene alrededor de 1500 soldados en Najaf y en la ciudad vecina de Diwaniya– no es parte de la fuerza de ocupación. Oficialmente, está aquí en misión de apoyo, ayudando a los campesinos a regar y fertilizar sus tierras y ayudar a las justicias locales a establecer sistemas de cortes –el coronel Benito es un juez militar en las Islas Canarias– y cuando la gente de Najaf supo de las bombas de Madrid ofrecieron sus condolencias a las tropas españolas en las calles.
“El Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak, el partido Dawa y hasta la gente islámica más fanática, todos vinieron aquí a vernos a nuestros cuarteles para decir cuánto lo sentían”, dice el coronel Benito. “Hay algunos pequeños grupos sunnitas y ellos vinieron también, y algunas personas del partido ofrecieron posponer nuestra reunión normal de los sábados la semana pasada porque decían que estábamos de duelo. Nos llevamos bien con la gente aquí. Pero ¿irnos? Mire, soy soldado y obedezco órdenes. Soy voluntario. Si me dicen que me vaya, me iré. No tenemos opiniones.” Alfredo Benito, por supuesto, es un coronel muy discreto –los soldados españoles aquí todos votaron por correo antes de las bombas de Madrid y dicen que no tienen idea a quién podrían haber favorecido en las elecciones–, pero los oficiales occidentales destinados a los cuarteles españoles en Najaf tiene menos escrúpulos cuando se les garantiza el anonimato.
“Es un golpe para nosotros si se van, es una victoria para Al-Qaida, y realmente estamos preocupados porque dejarán un vacío alrededor nuestro aquí”, dice uno de ellos. “Hemos llegado a depender de los españoles. Oficialmente supongo que se irán el 30 de junio, que es lo que dice nuestro nuevo primer ministro, pero me dicen que se pueden llegar a quedar hasta julio o agosto si van a apagar las luces.” No es sólo el vacío lo que preocupa a los civiles occidentales. El camino a Bagdad, autopista 8, la “ruta de la muerte”, es casi a diario la escena de asesinatos de asistentes sociales, oficiales de la ocupación, hasta personal de la Cruz Roja. Los siete oficiales de inteligencia españoles asesinados en Irak justo antes del envío del batallón español fueron todos muertos en el mismo trecho de camino. Entre las más recientes víctimas se encontraba el piloto del helicóptero de la Marina de Estados Unidos que había regresado a Irak como un NGO. Por la noche, ahora, bandas de hombres armados, entre 25 y 30 de ellos, deambulan por el caminos principal entre Najaf y Kerbala.
El general Ricardo Sánchez, que parece despertar más confianza después de cada desastre en Irak, declara que el probable retiro de España es “claramente manejable, que “no es un problema militar significativo para la coalición cubrir esa área”. Pero si cualquier otro país se retira, los polacos, por ejemplo, que dirigen la división internacional en Irak central, entonces la posición del general Sánchez será mucho menos “manejable”. El batallón Cuscatlan de la Brigada Multinacional Plus Ultra –“la Brigada Internacional por sobre todas las otras”– tiene base en el campo de la Universidad de Kufa y su cantina está cubierta con carteles de Granada, Zaragoza, Huelva y Málaga. Son españoles con 150 soldados salvadoreños que creen que no serán retirados –San Salvador hasta puede estar fuera del alcance de Al-Qaida–, pero los españoles en Najaf sienten que las bombas de Madrid los acercaron a su patria. Uno de ellos perdió a un amigo cercano en el ejército –los trenes explotaron cerca del Ministerio de Defensa español– y los soldados tienen un solo canal de televisión internacional español para enterarse de la matanza. “Solíamos pensar en ‘nosotros’ aquí y ‘ellos’ –nuestro pueblo español– allá”, dice el coronel Benito. “Ahora pensamos que ‘aquí’ es también España.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.