Sáb 27.03.2004

EL MUNDO

Un médico muerto que no sanará la guerra de Bush

¿Por qué querrían los sunnitas y los chiítas enfrentarse? Es cierto que, bajo la dictadura sunnita de Saddam Hussein, los chiítas fueron gaseados salvajemente. Pero las cosas han cambiado mucho.

Por Robert Fisk *
Desde Bagdad

Una pancarta negra cuelga sobre la calle suburbana de Bagdad donde el Dr. Hazem al Ani vivió y murió. “Todos los residentes de Ghazalia, sunnitas y chiítas, consideran su muerte un crimen”, reza la pancarta. No hay dudas sobre el crimen. Hace cinco noches, dos autos se detuvieron sobre la calle Kaat Abla, cada uno con cinco hombres. Un hombre descendió de cada auto y juntos entraron al consultorio del doctor, eran las ocho y diez. Según los pacientes, cuando el muy querido doctor levantó la cabeza para saludarlos, le dispararon y lo mataron.
“Todavía estaba sentado en su silla, detrás de su escritorio”, dijo el hermano del doctor Al Ani, Hashem. “Tenía tres balas en la cara y una en el pecho. Había sangre. No gritó, pero su familia estaba en la casa de al lado y escuchó los disparos. Algunos vecinos sospecharon de los autos, uno de los cuales estaba estacionado al final de la calle. Tomaron sus armas y un hombre le disparó 30 balas a uno de los autos, pero lograron escapar. Es una gran tragedia.” Pero, volviendo a esa pancarta que flamea en el calor del mediodía. ¿Por qué dice “sunnitas y chiítas”? ¿Hay alguna razón para dudar de que los musulmanes de Ghazalia no compartirían su dolor frente al asesinato del doctor? Los sunnitas y los chiítas confiaban en él y eran sus pacientes. Si no tenían dinero, él los atendía sin cobrarles. El doctor Hazem al Ani estudió en la Universidad de Medicina iraquí y fue nombrado profesor titular en la facultad al graduarse. Sin embargo, se oponía al control baasista de la universidad y fue encarcelado en la prisión Abu Gharaib durante tres años antes de que se lo enviara al frente de guerra iraní-iraquí como médico militar en 1982. “Nunca habló de su sufrimiento”, dice Hashem. Así que no era ningún amigo de Saddam. El doctor Al Ani era un sunnita.
Tiene que haber notado la nueva mezquita Husseini, ya que los chiítas estaban construyendo en un baldío en frente de su casa. Debe haber escuchado la terrible explosión que destruyó gran parte de la mezquita sin terminar diez días antes de su muerte. Hashem al Ani explica que él y su hermano habían donado 250.000 dinares iraquíes, 100 libras esterlinas, para su reparación. Solamente los norteamericanos quieren una guerra civil en Irak, insiste Hashem al Ani.
El doctor Al Ani dejó una esposa, un hijo llamado Soheil y tres hijas, Maryam, Sara y Dua’a. Ayer en la sala de estar de la casa de su hermano, familiares cercanos y primos lejanos vinieron a ofrecer sus condolencias. Había carne recientemente cocinada, jugo fresco y tazas de té caliente y mucha charla sobre la relación cercana entre los chiítas y sunnitas en Ghazalia. Como dijo el primo del doctor, Raqid, la familia es de la tribu Dulaimi, que incluye a sunnitas y chiítas. La esposa de Hashem es chiíta. “Solamente los norteamericanos quieren una guerra civil aquí”, volvió a repetir. Soheil, el hijo del médico asesinado, se mostraba de acuerdo.
“Había un rumor en la calle que decía que el doctor era el responsable de la explosión de la mezquita”, dice Raqid. “Por supuesto que esto no es cierto. Estoy seguro de que la misma persona que hizo explotar la mezquita es el responsable de la muerte de Hazem. La mezquita explotó a la 1.55 de la madrugada e inmediatamente después se escucharon dos aviones norteamericanos. Uno de ellos sobrevoló por encima de mi casa. Justo antes de la explosión, cuatro Humvees norteamericanos se encontraban afuera de mi edificio. Esto fue un complot de los servicios secreto iraní e israelí.” El COMPLOT, en mayúsculas, existe en la mayoría de las narrativas iraquíes hoy en día. “¿Iraní?”, pregunto. ¿Israelí? “Escuchamos que los iraníes ayudaron a financiar la mezquita de enfrente”, dice Raqid.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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