EL MUNDO
› POLEMICA EN TORNO A LA POLITICA ANTITERRORISTA
El contraespía que vino del frío
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
La Casa Blanca nerviosamente está intentando disminuir el impacto de las memorias del ex asesor antiterrorismo de primera línea Richard Clarke, quizá la crítica más dañina que se produce desde adentro al manejo del presidente Bush de la guerra contra el terror y su decisión de invadir Irak. Esas revelaciones afectaron la percepción popular en Estados Unidos sobre la forma en que el gobierno de Bush maneja la guerra contra el terrorismo, cuya aprobación al respecto cayó del 65% al 57%, según una nueva encuesta realizada por Newsweek.
Los asesores de Bush denunciaron que las declaraciones de Clarke respecto de que la administración había desatendido el problema de Al Qaida antes del 11 de septiembre de 2001 son “simplemente erróneas”, mientras que Condoleezza Rice, la asesora nacional de seguridad, insistió en que durante ese año la destrucción del grupo terrorista era la primera prioridad. “Este tema fue el primer documento estratégico importante sobre política exterior de la administración Bush, no fue Irak, no fue el Tratado ABM, sino eliminar a Al Qaida”, escribió Rice en un artículo de opinión publicado en The Washington Post.
Pero el libro de Clarke, Contra todos los enemigos, la contradice. Es más, se le reprocha a Rice rebajar su rango de Coordinador Nacional contra el terrorismo respecto de su anterior nivel. Cuando Clarke la informó sobre Al Qaida en enero de 2001, “la expresión de su cara me dio la impresión de que nunca antes había escuchado ese nombre”. Esa observación empalidece frente a la crítica de Clarke a la guerra de Irak, en la que sugiere que fue decidido a principios de la administración de Bush, y lo cual ha saboteado la guerra contra el terrorismo. “Nada de lo que podría haber hecho Norteamérica podría haberle provisto a Al Qaida y a su nueva generación de grupos clonados un mejor dispositivo de reclutamiento que nuestra invasión inmotivada a un país árabe rico en petróleo”, escribe.
El objetivo de la Casa Blanca, que quiere convertir las elecciones de noviembre en un referendo sobre el manejo de Bush en la guerra contra el terror, es desacreditar a Clarke, retratándolo como un demócrata encubierto resentido. Pero sus 30 años de servicio en el gobierno, incluyendo puestos antiterrorismo de alto rango bajo tres presidentes republicanos, además de Bill Clinton, podrían hacer que esto sea una tarea difícil.
Clarke es amigo íntimo de Rand Beers, otro ex especialista en terrorismo de Bush que dejó la administración en 2002 para convertirse en asesor en jefe en política exterior para John Kerry, el candidato demócrata. El libro cita a un Beers desilusionado, quejándose con Clarke porque estuvo a punto de renunciar al Consejo Nacional de Seguridad porque “están usando políticamente la guerra contra el terror”. Unos meses después, renunció al puesto.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.