Mié 05.05.2004

EL MUNDO  › OPINION

Una renuncia histórica

Por Víctor Flores Olea *

Por supuesto que Washington, vía el secretario de Estado Colin Powell, se precipitó a expresar el beneplácito de su gobierno. A nadie conviene más la casi ruptura de relaciones diplomáticas entre México y Cuba que a Estados Unidos: el hecho de que el gobierno de Vicente Fox haya echado por la borda una historia de más de 40 años de resistencia a las presiones de la Casa Blanca y mantenido relaciones con la Cuba revolucionaria.
Una resistencia que no solamente significó dignidad y apego a los principios más universales del derecho internacional, sino respeto a la soberanía del pueblo cubano para darse el régimen político y económico que decidiera. Respeto pleno entonces a la autodeterminación de los pueblos que, en la práctica, significó un valladar a los intentos del imperio para destruir al régimen cubano y, mucho más, para poner un freno, al menos simbólico, a las pretensiones del poder hegemónico de atropellar perversamente y sin distingos a soberanías e independencias.
Sabemos bien que en materia de fuerza y poder desnudo no bastan desafortunadamente, para frenarlas, la dignidad y el honor. Y la prueba es que en esos mismos 40 años Estados Unidos impuso en América latina dictaduras bárbaras, que no fueron “incompatibles con la democracia”, que fue la fórmula inventada por Washington para lograr en Punta del Este, en 1962, la ruptura con Cuba de prácticamente todos los gobiernos latinoamericanos sometidos, ¡salvo el de México!, lo cual precisamente otorgó a nuestra política exterior prestigio, dignidad y honor a los ojos del mundo entero.
Pues bien, esa tradición de significados universales y no solamente nacionales ha sido arrojada al cesto de la basura por Vicente Fox y sus empleados, probablemente sin demasiada conciencia de los alcances de su decisión. Sobre todo cuando el retiro de México de una conveniente relación con Cuba otorga luz verde a quienes han esperado el momento de una agresión en forma. En todo caso no faltarán voces en los pasillos de la Casa Blanca, tan llenos de belicistas y fundamentalistas, que verán en la decisión de Vicente Fox la señal aguardada para ejecutar la embestida. Conscientes o no, inmaculados o perversos, quienes ayudaron a Vicente Fox a tomar esa medida pudieran ser también un día responsables de catástrofes mayores.
Con su renuncia histórica el gobierno de Fox se adentra en el precipicio del desprestigio, la ineficacia y aun de la ilegitimidad, porque en términos generales un espacio de consenso cierto en el país ha sido el de sostener inalteradas las relaciones diplomáticas con Cuba. ¿Problemas? Sin lugar a dudas, pero precisamente problemas que debieron ser tratados con los medios de la diplomacia y la política y no con los de la irreflexión y los modales despreciativos a que están acostumbrados los empresarios y la clase empresarial. Qué gravemente perdió en este caso legitimidad el gobierno de Fox lo prueba su desprecio a la solicitud del Congreso para que en Ginebra votara por la abstención.
El otro asunto que implica la grave medida de Vicente Fox es que propiciará un mayor enfrentamiento entre los mexicanos, marcando probablemente el fin de la esperanza que muchos tuvieron en una posible transición civilizada. Todo indica que los conflictos irán en aumento y que la titularidad del Ejecutivo en manos de Vicente Fox se ha sentenciado a sí misma a ser cada vez más deslavada y breve, más breve aún de lo que han pensado quienes aluden a un “sexenio corto”. Corto y gris como pocos, ignorante y ramplón también, y así pasará a la historia.
* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores de México. De La Jornada. Especial para Página/12.

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