EL MUNDO
› PRESIONES SOBRE BUSH PARA QUE INTERVENGA MAS EN MEDIO ORIENTE
No me pidan que salga del rancho
Varios congresistas, y editorialistas de los medios, se quejan de la posición de la Casa Blanca sobre la ofensiva israelí.
Por Javier del Pino*
Desde Washington
Varios congresistas y senadores han pedido al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que adopte un papel más activo en el conflicto de Medio Oriente. Algunos aconsejan ya el envío inmediato a la región del secretario de Estado, Colin Powell. La actitud pasiva de Bush contrasta con la agresividad y la resolución que caracterizan su política antiterrorista. Incluso senadores republicanos lamentan la falta de interés por la zona. Ayer, frente a las presiones de europeos y árabes, declaró: “Estados Unidos se mantendrá fuerte y continuará insistiendo en que quienes ansían la paz deben hacer lo posible para detener las actividades terroristas”.
La ambivalencia de Bush es clara hasta en la retórica de sus palabras: tanto el sábado como el lunes mostró su apoyo a Ariel Sharon, pero no a sus tácticas. Al mismo tiempo, Bush forzó un voto afirmativo de Estados Unidos a la resolución aprobada en la ONU que pedía la retirada israelí de Ramalá. Y ha repetido en varias ocasiones –también ayer– que Sharon tiene derecho a defenderse, “pero debe dejar abierto un sendero hacia la paz”. Para el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, el mismo mensaje de los últimos días con una formulación diferente: “Los atentados suicidas en nombre de la religión son simplemente terrorismo. Me gustaría ver cómo Arafat lo denuncia como tal”.
Políticos y editorialistas se quejan de esta apatía oficial de Estados Unidos hacia la situación de Medio Oriente. El senador demócrata Joseph Lieberman ha solicitado “una actitud más valiente” a Bush: “Creo que es hora de que el presidente envíe a la zona al secretario de Estado, Colin Powell, que tiene una gran estatura diplomática en el mundo”. La sugerencia deja en mal lugar al enviado de Estados Unidos, Anthony Zinni, cuya presencia en Medio Oriente constituye el único aporte claro de Washington al proceso de mediación. De paso, Lieberman, leal defensor de Israel, se quejó del apoyo de Estados Unidos a la resolución de la ONU y lo calificó de “poco consistente” con la política oficial.
En la lógica de Bush, acostumbrado a dividir entre buenos y malos, los ataques suicidas de los últimos días deberían colocar a Arafat en la misma escala que los miembros de Al-Qaida. Sin embargo, a Bush le hace falta el apoyo de los países del mundo árabe para consolidar su política en la zona a largo plazo y con vistas sobre todo a posibles acciones militares contra Irak, uno de los tres Estados incluidos en el llamado “Eje del Mal”, junto a Irán y Corea del Norte.
Un periodista preguntó ayer a Bush por qué no incluye a Arafat en su lista de “malvados”. Bush respondió: “Porque Arafat se ha comprometido con el proceso de paz”. Aun así, a nadie se le escapa la desconfianza y la suspicacia con la que Bush contempla al líder palestino. El domingo, a pesar del empeoramiento belicoso de la situación, Bush se mantuvo recluido en su rancho de Crawford y no hizo ninguna consulta con líderes internacionales ni con su Consejo de Seguridad Nacional. Para quienes critican esta posición de segunda fila, Bush dijo: “Está claro que no me vieron cómo estuve al teléfono toda la mañana del sábado”. El presidente, en un contacto breve con la oficina de prensa en la Casa Blanca, defendió su política y negó que sea pasiva: “Tenemos allí a Zinni, y también impulsamos un plan de paz y de seguridad”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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