Jue 10.06.2004

EL MUNDO

Entre la “euroindiferencia” y el voto castigo a los gobernantes

Desde hoy y hasta el domingo se elegirán los diputados del Parlamento Europeo. Se prevé un electorado apático generalizado. En las urnas se verá también la sanción contra algunos gobiernos de la Unión.

› Por Eduardo Febbro

Las elecciones europeas que se celebran entre hoy y el 13 de junio se anuncian desde hace varias semanas como las más apáticas de la historia. Los 348 millones de electores de los 25 países de la Unión elegirán a los 732 diputados de un Parlamento que, a pesar del desinterés con que los ciudadanos lo tratan, detenta algunos poderes de peso. La amenaza de una abstención que podría superar el 50 por ciento de los votantes –así ocurrió en 1999– llevó a los responsables políticos del Viejo Continente a lanzar una serie de llamados desesperados para que los “euroindiferentes” acudieran a votar. En un llamado conjunto, los ministros de Relaciones Exteriores de los 25 países de la Unión convocaron al voto interpelando a los electores para que “no dejen que el porvenir se decida sin ustedes”.
Lo más paradójico de esta elección en la que también votarán los 10 países que se incorporaron a la Unión Europea el pasado primero de mayo –Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Malta y Chipre– radica en que son los electores de la Europa “pequeña”, la de los 15, que superan en intenciones de voto a los nuevos países. Según un estudio del comportamiento electoral encargado por el Parlamento Europeo, el 52 por ciento de los votantes de los 15 países del primer bloque ha decidido votar mientras los otros 10 recién incorporados apenas suman 38 por ciento de las intenciones de voto. Los observadores señalan que las causas de esta euroapatía hay que buscarlas en la pésima imagen que tienen los diputados europeos: las opiniones públicas consideran que éstos gozan de sueldos y privilegios exorbitantes con relación a las funciones que cumplen. Sin embargo, los analistas destacan que nunca como hoy el Parlamento Europeo tuvo tanto poder. Los eurodiputados regulan el 70 por ciento de la legislación europea y tienen un poder de veto sobre los 100 mil millones de euros –125 millones de dólares– del presupuesto anual de la Unión. Pero la sociedad los juzga por su “inacción” en materia de política exterior, económica y social. En estos campos, el europarlamento sólo puede emitir declaraciones pero no orientar las decisiones políticas de los 25 países.
Estas elecciones son una suerte de sondeo de opinión en tiempo real sobre la manera en que los electores juzgan a los respectivos poderes políticos que gobiernan los países. En Francia, la derecha gubernamental parece resignarse a sufrir una segunda hecatombe electoral luego de la cachetada que recibió en las pasadas elecciones regionales del mes de abril pasado. Las últimas proyecciones son alarmantes. Si el 65 por ciento de los encuestados confesó estar muy poco interesado por la consulta europea, el 63 por ciento del segmento que sí irá a las urnas piensa utilizar el voto para manifestar su descontento con la política gubernamental. El Partido Socialista francés recoge el 27,5 por ciento de las preferencias electorales. Aunada la izquierda, socialistas, comunistas y ecologistas, totalizan 41 por ciento, a lo que hay que agregarle el probable 5 por ciento de los partidos de la extrema izquierda, LCR, Liga Comunista Revolucionaria, y Lucha Obrera. A la derecha, el partido del presidente francés Jacques Chirac (UMP) obtiene 18 por ciento de intenciones y los centristas liberales de la UDF 11 por ciento. Según los cálculos, la extrema derecha se mantiene estable con un 12 por ciento, mientras que la gran sorpresa podría venir de las llamadas listas “soberanas” –dos–, que defienden una suerte de Europa donde las naciones sean más soberanas frente al conjunto.
En Gran Bretaña, el laborismo de Tony Blair está amenazado por el desgaste del poder tras siete años en el gobierno y, sobre todo, por la espectacular progresión del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP). Fundado en 1993, este movimiento marcado por un discurso populista parece contar con 14 por ciento de intenciones de voto. Su principal argumento es la inmigración, la soberanía puesta a saldos y un ataque constante contra la “dictadura de Bruselas” y los gastos excesivos engendrados por la Unión. El UKIP sueña con repetir en Gran Bretaña elmismo efecto que Jean-Marie Le Pen –líder de la extrema derecha y fundador del Partido Frente Nacional– produjo en Francia. En Italia, el panorama es un tanto diferente. La izquierda llegó a un acuerdo para enfrentar unida a los candidatos de centroderecha de Silvio Berlusconi. El politólogo Giovanni Sartori destacó que la elección será “una suerte de referéndum por o contra Berlusconi. Este decidió presentarse como cabeza de lista de Forza Italia en todas las regiones del país y así no quedó espacio para el voto de mera protesta. Será todo o nada”.
En Alemania, la coalición gubernamental espera las elecciones con cierto temor. Las cifras anticipan que el SPD perderá 25 puntos con relación a las elecciones legislativas de septiembre 2002. Bernhard Wessels, profesor en Ciencias Políticas en Berlín, argumenta que los electores alemanes “saben que no van a votar por un gobierno europeo. Por eso aprovecharán la oportunidad para votar contra la política de reformas del canciller Gerhard Schroeder”. En Austria, la extrema derecha nacionalista del FPö enfrenta urnas hostiles. Las últimas cifras prevén que el FPö pasará del 23 por ciento actual a menos del 10 por ciento, en beneficio del ex diputado socialdemócrata Hans Peter Martin. Este centró su campaña en torno a un populismo exacerbado y a las críticas contra la eurotecnócratas de la Comisión Europea. De manera más optimista, los analistas del Viejo Continente auguran en España un voto de continuidad a favor de los socialistas, pero observan que la derecha del Partido Popular podría “rescatar” parte del honor que perdió tras los atentados del 11 de marzo.
En los países escandinavos, tradicionalmente prudentes ante la integración europea, el tono ha cambiado. En Dinamarca, por ejemplo, los movimientos que nacieron con cantos euroescépticos –Partido de Junio, Movimiento Popular contra la UE– perdieron casi todo el crédito. Los sondeos auguran una ruda jornada: juntos, los dos partidos que habían obtenido 23 por ciento de los votos en 1999 podrían consolarse ahora con apenas 6 por ciento. En suma, las euroelecciones esbozan un panorama donde la abstención y la sanción pueden ser las armas predilectas de los electores.

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