Por Andrew Gumbel *

La familia de Paul Johnson, el empleado de la empresa contratista de defensa Lockheed Martin, decapitado por extremistas sauditas, esperaba alguna información sobre el paradero del cuerpo, mientras cobraban fuerza algunas preguntas. ¿Dónde estaba el cuerpo que, según las autoridades sauditas, los captores estaban por desechar cuando los emboscaron y mataron, poco después del asesinato de Johnson? ¿Cómo puede ser que las fuerzas de seguridad fueran incapaces de localizar la banda de secuestradores durante seis días, y luego los encontraran en pocas horas, después de que se llevara a cabo el asesinato? ¿Puede ser posible que las fuerzas de seguridad sauditas estuvieran, de algún modo, en confabulación, con Al Qaida? Ninguna de estas preguntas fue respondida en las declaraciones oficiales de la cúpula saudita, que enfatizó en los militantes de Al Qaida muertos, y el arresto de otros doce sospechosos simpatizantes de la red terrorista. Uno de los muertos, Turki Al-Muteiri, era uno de los hombres armados que escaparon de la toma de rehenes de 25 horas en el complejo residencial en la ciudad petrolera de Al Khobar.

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para
Página/12.
Traducción: Alicia B Nieva