EL MUNDO
› OPINION
El cuadrante americano
› Por Claudio Uriarte
Desde el punto de vista de los intereses nacionales de EE.UU., América latina se reduce a siete países: México (por el petróleo, la inmigración ilegal y el narcotráfico), Cuba (por la enemistad ideológica), Venezuela (por el petróleo y la enemistad ideológica), Colombia (por el terrorismo y por el narcotráfico), Perú y Bolivia (por el narcotráfico), y Brasil (por su peso económico, territorial y demográfico). A lo que quizá cabría agregar Ciudad del Este en la Triple Frontera, por su población árabe y las sospechas de que sirve como canal de financiamiento del terrorismo islámico. El resto no existe, o entra sólo intermitentemente en el cuadrante americano.
George W. Bush ha sido un presidente notoriamente desatento respecto de la región, incluyendo México, el país que por su proximidad y la filiación ideológica de su presidente, Vicente Fox, habría resultado un candidato natural para el foco de la Casa Blanca. Bush endureció su política hacia Cuba de modo de ganar el voto de los cubano-americanos de Florida en las elecciones de noviembre, pero lo hizo de modo tan torpe y contraproducente –limitando los viajes y los envíos de dinero a la isla– que los cubano-americanos fueron los primeros en ponérsele en contra. Combatió a Hugo Chávez en Venezuela, pero, nuevamente, con las marcas de la torpeza y la ineptitud: funcionarios como Otto Reich y Roger Noriega dieron la bienvenida a un efímero golpe de Estado militar-empresarial que estaba condenado al fracaso, o cuyo éxito –por lo menos– distaba de estar asegurado. En el resto, todo fue rutinario (como el manejo del peligro económico brasileño, a cargo del piloto automático del Departamento del Tesoro) o ausente (como con Colombia, Bolivia y Perú, que vieron suspendida por muchos meses el Acta de Preferencias Arancelarias Andinas, sólo por el proteccionismo de Bush).
En este contexto, lo que promete John Kerry no es un cambio fundamental, sino una corrección. Estará contra Chávez, pero no va a dar la bienvenida a un grupo de alegres botarates que toman un palacio y afirman que son el poder del Estado, y resistirá a Fidel Castro pero con medidas más modernas. Lo que puede hacer Kerry con la política hacia América latina es borrarle esa pátina de anacronismo y Guerra Fría que tiene con W. El resto seguirá igual –especialmente el proteccionismo, sublimado por Kerry en promesas de protección de los derechos laborales de los latinoamericanos–, ya que la misma economía no permite otra cosa.