EL MUNDO
Golpes “selectivos” contra casi todo lo que se mueva
Cinco heridos en un bombardeo contra Faluja, nueve muertos en un choque contra un tanque de EE.UU. y ocho lesionados en un ómnibus por la explosión de una bomba caminera prosiguieron la sangría en Irak.
Por Georgina Higueras *
Desde Bagdad
Aviones norteamericanos bombardearon en la madrugada de ayer una casa de Faluja, 50 kilómetros al oeste de Bagdad, para acabar con los supuestos militantes de Al-Qaida que se encontraban dentro. Pero según la familia propietaria del inmueble, aparte de ellos no había ningún otro elemento, ni de la resistencia nacional ni extranjero. Un portavoz militar estadounidense indicó que el misil fue lanzado contra los militantes de la red de Abu Musab al-Zarqawi, el terrorista jordano por el que EE.UU. ofrece 25 millones de dólares, que se ha convertido en su peor enemigo después de Osama bin Laden, y que ayer estableció un plazo de 72 horas para el retiro de fuerzas extranjeras a cambio de la vida de siete rehenes. En el ataque resultaron heridas cinco personas, entre ellas un niño.
Un portavoz militar norteamericano indicó que el ataque se realizó en coordinación con el gobierno iraquí. Asimismo informó que dos soldados de EE.UU. resultaron muertos y uno herido cuando su blindado, que formaba parte de un convoy militar, pisó una mina cerca de Samarra, otra de las ciudades más beligerantes. El parte diario de incidentes armados que suministra el mando militar estadounidense señaló además que nueve civiles murieron, todos de la misma familia, y otros 10 resultaron heridos al chocar contra un tanque –al parecer en un adelantamiento– la furgoneta en que volvían a Bagdad tras asistir a una boda en Tarmiyá, 45 kilómetros al norte de la capital iraquí. “Los iraquíes tienen la mala costumbre de no alejarse de nuestros vehículos. No entienden que en estas circunstancias de ataques terroristas no se les puede dejar meterse con sus coches en medio de un convoy militar”, comentaba la noche anterior un soldado de la brigada de Oregón de la Guardia Nacional de EE.UU.
En la guerra de baja intensidad que la coalición, con 160.000 efectivos, lleva contra la insurgencia iraquí, los civiles quedan atrapados entre unos y otros y la sangría es continua. Así, ocho pasajeros de un autobús, incluida una mujer embarazada y dos niños, resultaron heridos al estallar una bomba casera colocada al lado de la carretera. Precisamente el alto número de bajas civiles causado por los coches bomba es lo que ha abierto una brecha entre la resistencia iraquí y los extremistas extranjeros que luchan contra las tropas estadounidenses. La resistencia insiste en ataques selectivos contra los miembros de la coalición o los llamados “colaboracionistas”, como el gobierno y altos funcionarios nacionales y provinciales, como el realizado ayer contra el ex general Salim Blaish, abatido por pistoleros junto a su vecino con quien volvía a casa tras la plegaria del viernes en una mezquita de Mosul, la segunda ciudad de Irak. Les dispararon desde otro coche en marcha.
Este mes se han producido otros cinco ataques aéreos –dos de ellos con una treintena de muertos–, contra Faluja, situada en el corazón del llamado triángulo sunnita donde se concentra la mayor oposición a la presencia de tropas extranjeras en suelo iraquí. El espionaje estadounidense considera que buena parte de los militantes radicalizados extranjeros que han acudido a Irak a apoyar a la resistencia en su lucha contra Estados Unidos se encuentra en ese triángulo.
La rama sunnita del Islam, mayoritaria en el mundo, es minoritaria en Irak, pero ha gobernado este país desde los tiempos del Imperio Otomano y ahora se opone al nuevo gobierno, no sólo por considerarlo “un títere” en poder de Washington sino también porque teme que si hay unas elecciones generales libres perderá buena parte de los privilegios que ha disfrutado en estas décadas.
Precisamente ayer viernes, día sagrado del Islam, reapareció el principal adversario estadounidense de la mayoría chiíta iraquí. El clérigo radical Moqtada al-Sadr, quien pronunció un sermón en la mezquita de Kufa, al sur de Bagdad, en el que criticó duramente al primer ministro, Iyad Allawi. “Que él (Allawi) y los ocupantes se vayan al diablo”, dijo Al-Sadr. “Yo no los abandonaré jamás, estoy cerca de ustedes y vivo la misma vida que ustedes”, dijo el clérigo entre los aplausos de los creyentes.
“Nunca he combatido a los ocupantes por ventajas terrestres sino por motivos nobles y elevados”, añadió el líder de una revuelta que puso en jaque a los norteamericanos hace tres meses y que se calmó con un acuerdo de alto el fuego, tras el cual Al-Sadr ha permanecido apartado de las masas durante casi dos meses.
Allawi, mientras tanto, continuaba su gira por los países vecinos para obtener apoyo para la reconstrucción de Irak. En Siria, donde se encontraba ayer, logró pleno apoyo del gobierno de Damasco para sellar la frontera común e impedir la entrada de extremistas islámicos, que utilizan Irak como campo de entrenamiento para sus actividades contra Washington.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.