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› QUE ESTA EN JUEGO EN LA CONVENCION QUE SE INAUGURA MAÑANA
Levanten el telón sobre el JFK II
John Forbes Kerry enfrenta la próxima semana el desafío de su vida: salir de la Convención Demócrata que se inaugura mañana en Boston como el claro preferido del electorado sobre el presidente George W. Bush. No le va a ser fácil. Aquí, las claves de los próximos cuatro días.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Esta semana es decisiva para John Kerry. Por los próximos cuatro días en la ciudad de Boston, convertida en una fortaleza semejante a la Zona Verde de Bagdad, los demócratas intentarán vender a su candidato para la Casa Blanca a un país que sabe notablemente poco de él.
Ocho meses atrás, la campaña presidencial del senador de Massachusetts se estaba hundiendo como una piedra. Pero ahora eso parece muy lejano. Justo antes de Navidad, cuando Kerry hipotecó su casa en el barrio refinado de Beacon Hill por U$S 6,4 millones, la pregunta no era si podía ganarle a George Bush. Los periodistas estaban apostando si se retiraría antes de la primera elección de las asambleas en Iowa.
Pero, impulsado por su sorpresiva victoria en Iowa, Kerry protagonizó un regreso triunfal de aquéllos. La hipoteca ha sido pagada, y a poco más de tres meses de las elecciones, es él en lugar de Bush el que está en el asiento delantero. Aunque el impacto de muy popular selección de John Edwards como su compañero de fórmula se ha desvanecido, Kerry encabeza casi todas las encuestas por uno o dos puntos, incluso cuando el independiente Ralph Nader, la némesis de Al Gore hace cuatro años, es incluido. Cuando la Convención Demócrata se inaugure mañana en su ciudad natal, el senador Kerry estará a la cabeza de un partido unido como casi nunca antes por un deseo absorbente de derrotar al presidente Bush.
El objetivo esta semana es repetir el logro de Bill Clinton en julio de 1992, cuando el poco conocido gobernador de Arkansas acudió a la convención en Nueva York más o menos empatado con George Bush padre. Se fue con 20 puntos de ventaja y se deslizó cómodamente hacia la victoria en noviembre.
Hay paralelos claros entre entonces y ahora. Los dos han elegido atractivos senadores sureños como compañeros de fórmula (Gore de Tennessee en 1992, Edwards de Carolina del Norte ahora). Aun más que hace 12 años, la reunión de esta semana ha sido convertida en una gigantesca transmisión televisiva partidaria, en que cada sombra de discusión ha sido eliminada. Ahora, como entonces, la Convención descansará fuertemente en la biografía del candidato: la convención de Boston incluirá un video biográfico sobre su heroico servicio en Vietnam, modelado siguiendo muy de cerca el rosado Hombre de Hope producido por Harry Thomasson, amigo hollywoodense de Clinton, que se robó el show en Nueva York.
Kerry, por supuesto, no puede empardar el “rebote” de Clinton en la convención. EE.UU. está aún más polarizado hoy que en la elección de 2000, donde todo pendía de un hilo. La abrumadora mayoría de votantes, 83 por ciento de acuerdo con una encuesta reciente, ya han elegido a su hombre, y nada que ocurra en estos festivales minuciosamente coreografiados y absolutamente inespontáneos que son las modernas convenciones de nominación de candidatos cambiará sus mentes. Por estar en el gobierno, George Bush es una figura extremadamente familiar para el electorado y su convención, que tendrá lugar en Nueva York en cinco semanas, cambiará aún menos mentes. Primero, sin embargo, Kerry debe hacer las cosas bien.
Habrá importantes roles de apoyo, para su esposa Teresa, para leones, demócratas como los ex presidentes Carter y Clinton, para Ted Kennedy, para varios de sus viejos camaradas de armas en Vietnam, para Ron Reagan Jr. y, por supuesto, para Edwards. Básicamente, sin embargo, los próximos cuatro días son sobre John Forbes Kerry, cuyo discurso de aceptación de la candidatura en la hora de mayor audiencia del jueves por la noche será el clímax de la convención.
Pese a todo el papel, las ondas y el ciberespacio gastados en Kerry desde que barrió en las primarias de este año, pocos norteamericanos saben quién es o qué es lo que propone. Su respaldo refleja en gran parte lo que no es: no es George Bush, no es republicano. Esta semana debe encontrar untema, y decirles a los norteamericanos por qué deben votar por él, y qué hará si es elegido el 44º presidente el 2 de noviembre.
Kerry, por desgracia, no tiene la naturaleza del vendedor. Más bien, es un hombre reservado y reflexivo que prefiere no hablar de sí mismo. Durante 20 años en el Senado, se ganó la reputación de un solitario; no cae mal, pero no es dado a las palmeadas de hombros o la efusión. No tiene la calidez y capacidad de conexión de Bill Clinton y no proyecta la virtuosa honestidad de Jimmy Carter.
Es un orador detallado, proclive al idioma “senadorés”. Bush, célebremente carente de curiosidad, gusta tener los temas difíciles reducidos a sumarios de una página; Kerry, por contraste, conoce esos temas de adentro y de afuera, y cultiva los matices. Bush ve las cosas en blanco y negro; Kerry en ilimitadas sombras del gris.
Pero esa misma sutileza lo hace un producto político mucho más difícil de vender que el presidente, en quien lo que ves es lo que hay. También suministra ilimitada munición a los implacables avisos de la campaña de Bush caracterizando al senador de Massachusetts como oscilante.
Pero Kerry tiene una conmovedora historia de vida que Bush no puede igualar. Su heroica foja de servicios en Vietnam (fue herido tres veces y condecorado en varias oportunidades por su valentía en combate) estarán al frente en el centro en Boston, especialmente en la noche de cierre, en que los oradores incluyen al general Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN y candidato presidencial, que puede ser el secretario de Defensa en una administración Kerry; Max Cleland, ex senador de Georgia que perdió dos piernas y un brazo en Vietnam, y Jim Rassman, el boina verde cuya vida salvó el joven teniente de Marina Kerry en el delta del Mekong en 1969.
Para que la convención tenga éxito, el competente pero poco inspirador senador que entra en ella debe dejarla como un héroe de guerra con una visión convocante para su país. Si lo hace, entonces Kerry habrá hecho su acuerdo exitosamente con el votante norteamericano, del mismo modo que Bill Clinton lo hizo en el Madison Square Garden en 1992. Si no, sus frances pueden haber desaparecido, tal vez para siempre.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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