Jue 29.07.2004

EL MUNDO  › JOHN EDWARDS LANZO UN VIBRANTE ALEGATO CONTRA LA INJUSTICIA Y EL COMANDO DE BUSH

Huracán populista en rojo, blanco y azul

En el penúltimo día de la Convención Demócrata, John Edwards, senador por Carolina del Norte y candidato a vicepresidente, conmocionó a los delegados con un mensaje que denunció “las dos Américas” de Bush y propuso un verdadero comandante en jefe para EE.UU.

› Por Claudio Uriarte

Fue probablemente el discurso de su vida (por lo menos hasta ahora), y el primero en que se lanzó –a menudo electrizantemente– a presentarse a sí mismo y a John Kerry, quien cerrará mañana la Convención Demócrata de Boston, como la fórmula del optimismo radiante y de la justicia social para cerrar las heridas que hoy dividen a Estados Unidos en lo que llamó “dos Américas”. Durante 30 minutos, precedidos por una presentación igualmente eficaz a cargo de su esposa Elizabeth, el senador por Carolina del Norte John Edwards recorrió con una retórica tan abrasadora y populista como articulada los problemas de los norteamericanos, comenzando por la economía y desembocando en las guerras de Afganistán e Irak, la seguridad nacional y la amenaza de Al-Qaida.
El candidato a vice subió al podio con los puños y los pulgares en alto, besó y abrazó a su mujer y empezó a hablar de un modo directo y apasionado. Su aspecto fue entre clintonesco y kennedyesco, mientras su acento sureño –convenientemente exagerado para la ocasión– transmitía la calidez que muchos no encuentran en Kerry. “Tenemos una América con dos sistemas de salud, uno para los que pueden pagar y otro para los que no. ¡No tiene que ser de esa manera! Hay muchos norteamericanos sin sistema de salud. ¡No tiene que ser de esa manera! Tenemos una América con dos sistemas de enseñanza, uno para los que pueden pagar y otro para los que no. ¡No tiene que ser de esa manera! Tenemos una América con dos economías. ¡No tiene que ser de esa manera!” De hecho, la repetición por tres veces de una misma consigna funcionó como una especie de mantra en todo su mensaje, como cuando contestó tres veces “¡En todos lados!” a los que preguntan a dónde piensan llevar él y Kerry las denuncias contra la discriminación racial; al hablar de los niños que se van a la cama con hambre cada noche y repetir: “¡No en nuestra América!, ¡No en nuestra América! ¡No en nuestra América!”, y sobre el final, cuando le dijo a una hipotética madre que no puede dormir porque no va a poder pagar el alquiler y porque su marido está destacado en Irak: “¡La esperanza está en camino!”, “¡La esperanza está en camino!”, “¡La esperanza está en camino!”.
El patriotismo nunca estuvo lejos de este ejercicio de demagogia de primera clase. De hecho, lo brillante del mensaje es que estuvo profundamente imbricado en cada una de las denuncias de injusticia social y desigualdad racial. En un inmenso centro de convenciones donde los delegados parecían hacer flamear por franjas y como oleadas los brillantes colores azul, rojo y blanco de la bandera estadounidense, Edwards se ocupó de recordar los brillantes antecedentes militares del otro John. “Cuando terminó la Universidad, John se presentó como voluntario para ir a Vietnam. Una vez en Vietnam, bajo la presión de la batalla, mostró su temple rescatando a un soldado y ganándose las mejores condecoraciones. Este es un hombre que sabe lo que es ser comandante en jefe (contra Bush, que evadió Vietnam) y que actuará en consecuencia, protegiendo a nuestros soldados y asegurándose que ningún veterano se queda en el camino, porque ellos no nos dejaron en el camino a nosotros”.
Edwards tampoco rehuyó la amenaza terrorista. Después de evocar la tragedia del 11 de septiembre, dijo: “John y yo tenemos un mensaje muy claro para decirle a Al-Qaida y los terroristas que buscan armas de destrucción masiva: ¡Los vamos a destruir!”. Prometió ganar la guerra en Irak y restaurar la credibilidad y la confianza perdidas entre los aliados. Y tocó un punto sensible entre los militares: sostuvo que el ejército norteamericano estaba sobreextendido en sus misiones, que había que aumentar la dotación de soldados en Irak, reforzar las fuerzas armadas y duplicar el número de fuerzas especiales. Este último punto también había sido tocado de manera muy apasionada por el extraordinario show que precedió al de Edwards-Edwards y que consistió en una arenga del general retirado John Shalikashvili, ex jefe del Estado Mayor Conjunto, a votar por Kerry, y en lo cual lo siguieron casi 10 altos generales y almirantesigualmente en retiro. Los militares norteamericanos votan, y todos ellos están furiosos con la política de austeridad y sobreexigencia depositada sobre las fuerzas por el Pentágono de Donald Rumsfeld.
En conjunto, la intervención de Edwards dejó pendiente la incertidumbre sobre si Kerry podrá superar su extraordinaria performance, o la última noche de la Convención será comparativamente un anticlímax que impida a la fórmula demócrata salir del empate técnico que padece con los republicanos a poco más de tres meses de las elecciones, en un país polarizado. Es decir, en “las dos Américas”.

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