Jue 29.07.2004

EL MUNDO

El truco de hacer que los iraquíes carguen con el fardo de los muertos

Ciento veinte iraquíes murieron ayer en distintos actos terroristas y enfrentamientos, en el día más sangriento desde que Estados Unidos devolvió el poder formal el 28 de junio último. El peor golpe fue contra una comisaría en Baquba: 68 personas murieron por un coche bomba.

Por Robert Fisk*
Desde Bagdad

Otra vez, la policía iraquí y sus hordas de empobrecidos futuros reclutas fueron masacrados ayer –68 personas muertas y 56 heridas–, en la ciudad sunnita musulmana de Baquba, mientras se alineaban, desprotegidos, en un boulevard con la esperanza de encontrar trabajo. El atacante que detonó la bomba –su identidad es desconocida– condujo su auto Renault hacia una masa de 600 jóvenes desempleados que buscaban trabajo en la fuerza policial y detonó sus explosivos, estallando en mil pedazos. La bomba dejó un hoyo en la calle e hirió al menos a otros 150 hombres y mujeres, muchos de los cuales compraban en un mercado vecino. Fue uno de los atentados más sangrientos desde el apurado traspaso de poder de los norteamericanos a los iraquíes el 28 de junio, en vez del 30 como estaba previsto. En total, 120 iraquíes, entre ellos 35 rebeldes, murieron en todo el país en una serie de enfrentamientos y explosiones. Y se supo que dos paquistaníes secuestrados por el ejército islámico de Irak fueron ejecutados según un video en poder de la cadena televisiva Al Jazeera. Fue el día más sangriento desde que EE.UU. entregó el poder formal a los iraquíes.
El patrón es familiar, a pesar de que las autoridades iraquíes designadas por los norteamericanos –con escaso control sobre Baquba–, parecían desguarnecidas del poder necesario para prevenir este tipo de ataques. La comisaría estaba protegida por paredes de hormigón, pero había tantos hombres arribando a las 8 de la mañana para buscar reclutamiento –y el atacante con la bomba debió haber sabido cuál era el momento para llegar— que los oficiales de la policía ordenaron a muchos de ellos que hicieran cola en la parte de afuera. Fue una sentencia de muerte. Por más de tres horas personal médico y de rescate recogió partes de cuerpos humanos de la acera y de los autos y ómnibus calcinados. Sólo dos semanas atrás, un atacante suicida con un bomba se había volado frente a otro centro de reclutamiento –esta vez para el nuevo ejército iraquí en Mahmoudiyah– y el 17 de junio, otro hombre bomba estrelló su auto repleto de explosivos contra una muchedumbre que esperaba unirse a la policía en otro edificio de reclutamiento, matando a 35 personas. La policía está en la línea de fuego, pero las esperanzas norteamericanas de disminuir sus bajas desplazándolas hacia ésta no se está cumpliendo; de hecho, las bajas norteamericanas no han decrecido. Además, otro soldado norteamericano de la Primera División de Infantería fue asesinado ayer a la noche, cuando una bomba a la vera del camino explotó debajo de su vehículo Humvee, hiriendo a tres norteamericanos. Fue el soldado norteamericano número 904 en ser muerto desde el comienzo de la invasión en Irak en marzo del año pasado.
Las comisarías son pequeñas fortalezas en las ciudades sitiadas de Irak. Cuando visité los cuarteles de los escuadrones anticriminales de Ameriya de la policía iraquí en Bagdad ayer, encontré cinco policías nerviosos cumpliendo su deber afuera, cerca de siete carteles negros que conmemoraban a siete oficiales de policía que habían sido asesinados en las últimas seis semanas. Otro cartel conmemoraba el asesinato de un teniente coronel de la policía en el área de crimen organizado, cuyo vehículo fue alcanzado por una granada de propulsión misilística y colgado en la puerta principal de la estación. Los policías en la puerta hacían bromas sobre si irían al cielo o al infierno si morían. Me senté junto a ellos durante varios minutos. Ver los autos transitar, parece, concentra la mente asombrosamente. La respuesta más optimista que pude encontrar en la estación provino de un coronel de la policía: “No puedo decir que las cosas estén mejorando”, dijo. Por otro lado, la cadena de televisión Al Jazeera aseguró ayer que el grupo armado, Ejército Islámico en Irak, que mantenía secuestrados a dos paquistaníes, los ha ejecutado, según un video recibido que muestra los cadáveres de dos hombres, pero que la cadena rechazó emitir por considerarlo demasiado impactante para los espectadores.
Todavía no queda registro de la mayoría de las tragedias iraquíes. Sólo ayer, por ejemplo, un diario iraquí registró el asesinato de casi toda una familia entera en Latefiya el viernes pasado. Alaha Hu- ssein y su esposa Dekrayat había retornado a Bagdad luego de asistir al funeral de un familiar suyo en Najaf, junto con su cuñada Leila Zechi, su esposo Othman y sus dos hijas, la niña de nueve años, Estabraket, y la de seis años, Nada. Su destino era ser conducidos en el Land Cruiser familiar de ventanas empañadas, un vehículo usado habitualmente por los mercenarios occidentales. Mientras Ala Hu- ssein manejaba por la ciudad, fue asaltado por una pick-up en la que viajaban hombres armados que abrieron fuego contra su Land Cruiser con sus armas automáticas por más de un minuto. Todos, salvo Othman Zechi, murieron instantáneamente.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.

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