Dom 01.08.2004

EL MUNDO

“El plan de EE.UU. es un desastre”

Ahmed Chalabi, ex favorito de EE.UU. en Irak, explica en esta entrevista por qué cayó en desgracia y analiza los planes para su país.

Por Georgina Higueras *
Desde Bagdad

La entrevista con Ahmed Chalabi, chiíta laico de 57 años, fue como su vida: llena de sorpresas. Comenzó en el centro de Bagdad, en la llamada “Casa China” que ocupó la temida Mujabarat –la policía secreta de Saddam Hussein–, y que tras la caída del régimen se le asignó a Chalabi. Y terminó al borde de la piscina de una finca al norte de la capital. Chalabi desapareció sin explicaciones a mitad de la conversación. Sus colaboradores nos ofrecieron subir a un todoterreno, que cruzó la ciudad a toda velocidad hasta detenerse en un idílico palmeral. Tras una corta espera, la periodista fue invitada a pasar al jardín en cuya piscina nadaba Chalabi. “Me convocaron a una reunión urgente y quería estar fresco. Puede sentarse en la piedra y le contestaré desde el agua”, dijo a modo de excusa.
–Usted era el candidato de EE.UU. para dirigir Irak. ¿Por qué cayó en desgracia?
–La CIA y su antiguo director, George Tenet, trataron de escapar de su incompetencia actuando contra mí. Pensaron que el Consejo Nacional Iraquí (el grupo político que dirige Chalabi) era un blanco fácil y trataron de responsabilizarnos de sus errores. Un informe del Congreso de Estados Unidos dejó claro que el problema no era nuestro sino del mal funcionamiento de la CIA.
–¿Y por qué usted?
–Hablaba demasiado sobre la investigación de los fondos del Programa Petróleo por Alimentos de la ONU. Insistí en la (necesidad de una) investigación y (el procónsul norteamericano) Paul Bremer, se la dio al Comité Supremo de Auditorías, que estaba compuesto sobre todo por perros de guardia de Saddam. El presidente del comité nombrado por Bremer fue asesinado.
–¿Quién lo mató?
–No sé. No lo están investigando. Fui a su funeral porque creo que hacía un trabajo patriótico. Además, también hablé mucho de la auditoría del Fondo de Desarrollo para Irak. Hay grandes agujeros sobre cómo la Autoridad Provisional de Irak se gastó el dinero. Con la única firma de Bremer se gastaron 19.000 millones de dólares, y eso es mucho dinero.
–¿Acusa de corrupta a la administración de Bremer?
–Quiero que se llegue a la verdad. No puedo acusar de corrupción. Quiero que se investigue, que prosiga con seriedad la auditoría que ha comenzado a realizarse.
–¿Llevará a los tribunales a quienes dañaron su reputación?
–No. Con su comportamiento, EE.UU. me ha hecho un regalo. Ahora la gente comprende mi posición con claridad. Washington decidió derrocar al régimen de Saddam Hussein y nos pareció bien. Ya lo han hecho, pero la liberación de Irak la hacemos nosotros.
–¿Piensa que una mano negra trató de expulsarlo del escenario?
–No es negra, es bien clarita. Fueron las tres B: Bremer, Brahimi (enviado especial de la ONU) y Blackwell (asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca).
–¿La orden de registro de su casa y la confiscación de sus papeles procedió de esas tres B?
–No estaba en Bagdad cuando sucedió. Me encontraba en Najaf intentando poner fin a los combates, lo que conseguí con éxito.
–¿Fue un complot?
–No: lo dijeron abiertamente. No querían que formara parte del nuevo gobierno. Pensaron que me matarían políticamente y era yo el que no quería estar en él.
–¿Por qué?
–Porque (ese gobierno) tiene que hacer frente a serias dificultades como la falta de seguridad, las finanzas, nuestras relaciones con el mundo y el papel de la Fuerza Multinacional que dirige EE.UU.
–¿Qué problema presenta la Fuerza Multinacional?
–Después de la transferencia de soberanía no hubo ningún acuerdo que regule la posición de la Fuerza Multinacional, y la experiencia nos dice que su presencia debe estar regulada. También he dicho que si somos un gobierno soberano los consejeros de Estados Unidos deben irse. Si después el gobierno de Irak quiere contratar a alguien, que lo haga.
–¿Quiere que se vayan sólo los consejeros estadounidenses o también las tropas?
–Me da miedo que las tropas de Estados Unidos decidan irse de pronto. Las necesitamos en Irak, en Kuwait, como respaldo de nuestra seguridad, aunque lo más importante es la construcción de las fuerzas de seguridad iraquíes.
–¿Cómo se puede pacificar el país tras la caída del régimen?
–El plan de seguridad de Estados Unidos en Irak es un desastre. Lo primero que hay que hacer es abandonarlo. Pretende reintegrar a algunos baazistas en la estructura de seguridad del Estado. Esa gente jamás se pondrá del lado del gobierno y obtendrán más capacidad para cometer actos de terrorismo y sabotaje. Además, excluye a las fuerzas (de la oposición) que lucharon contra Saddam de participar en cuestiones de seguridad y confía en el espionaje de países vecinos amigos de Estados Unidos.
–¿Qué debe hacer el nuevo gobierno de Iyad Allawi?
–Cambiar su política. Dejar de hacer contratos como el realizado con Jordania para entrenar policías, que ha costado 1200 millones de dólares por el entrenamiento durante seis semanas de 30.000 agentes policiales. Habría sido más barato mandarlos a estudiar durante un año a Harvard. Y ni siquiera los prepararon bien. Durante los disturbios de Najaf se ordenó a 2000 de esos agentes que acudieran y sólo aparecieron 90. Evidentemente, no estaban dispuestos a morir en defensa de Estados Unidos. El otro día mantuvieron un tiroteo siete horas en el centro de Bagdad, en la calle Haifa, que acabó cuando las tropas estadounidenses dispararon a mansalva.
–¿Cree que la resistencia es más audaz? ¿Quiénes son los terroristas?
–Baasistas. Todo eso de extremistas islámicos extranjeros es una estupidez. Son un componente mínimo. La clave está en los baazistas. El Partido Baas es una sociedad secreta. Antes de la invasión, Saddam Hussein distribuyó entre ellos 1000 millones de dólares y les dio todo tipo de armas y explosivos. Tienen infraestructura y reciben apoyo del dinero del petróleo del Golfo, de quienes están en contra de la democracia en Irak.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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