Por Donald Macintyre *
Desde Bagdad

En un video emitido por la cadena Al Jazeera, en el que se veía cómo tres hombres disparaban en la cabeza al rehén turco Murat Yuce, una bandera negra colgaba de la pared con el lema “Monoteísmo y Guerra Santa”, nombre del grupo que dirige el radical islámico jordano Abu Musab Al-Zarqaui, vinculado con Al-Qaida. Zarqaui, fue señalado también por el consejero de Seguridad del gobierno provisorio iraquí, Mowaffaq Rubaie, como el responsable de los ataques a las iglesias cristianas del domingo a la anoche en Bagdad y Mosul, aun cuando la modalidad de ataque no parece seguir el patrón de este grupo, que suele ser el de las bombas suicidas.
Seguían ahí, ayer, los 19 vehículos destrozados y calcinados en el estacionamiento de las iglesias católicas de St. Peter y de la caldea St. Paul. Seguían exactamente donde debieron haber estado cuando la bomba estalló cerca de las siete de la tarde al finalizar el servicio vespertino de la misa del domingo. En uno de ellos, un padre y su hijo estaban a punto de arribar ante las puertas metálicas abiertas, en otro, un joven y su novia en el asiento de acompañante, esperaban a que sus padres salieran de la iglesia y subieran con ellos al vehículo. Fue entonces cuando los que estaban dentro de los autos debieron haber visto la camioneta ingresar al estacionamiento, detenerse justo enfrente de las puertas y luego al conductor correr hacia la calle, donde un segundo auto lo aguardaba. Segundos más tarde, la camioneta fue detonada, encendiendo la chispa y provocando la conflagración devastadora de las baterías y de los tanques de combustible en el estacionamiento, en una onda expansiva de calor indetenible que mató, según declaraciones del padre Faris Toma, el cura de la parroquia, a diez de los feligreses e hirió a otros quince.
La iglesia, ubicada en el distrito sureño de Bagdad, en Doura, fue el peor golpe de los cuatro en la capital, y en Mosul, los cuales fueron blanco en la noche del domingo de un ataque cuidadosamente coordinado contra los cerca de 700 mil miembros de la minoritaria comunidad cristiana en Irak. Para Faris, algunos de sus parroquianos ahora se verían desanimados de concurrir a la iglesia, a pesar de la guardia de veinticuatro horas montada por jóvenes de la parroquia en cada una de las entradas. ¿Por qué, la comunidad cristiana había sido el blanco? “Esta es la pregunta que todos nos hacemos.” Enseguida, haciéndose eco de la reacción de muchos cristianos en Irak, Faris agregó sobre los perpetradores: “Parece que al haber fracasado en su intento de dividir a los musulmanes sunnitas de los chiítas, ahora quieren crear problemas entre los musulmanes y los cristianos. No creo que esto ocurra”.
La mayoría de los iraquíes cristianos, como los de la congregación del padre Faris, son católicos del rito oriental que gozan de autonomía de la autoridad del Papa. Pero la cabeza de la menor comunidad católica, del rito latino, el arzobispo de Bagdad, Jean Benjamin Sleinman, habló en julio de “inseguridad general” entre los cristianos por el fanatismo fundamentalista “y la creencia de algunos líderes islámicos de que los iraquíes cristianos están siendo asimilados a las fuerzas de la coalición, quienes son percibidos como cristianos, e incluso como cruzados”.
Este último punto fue descartado ayer como “una explicación falaz” por el padre Faris quien afirmó que, en general, los ataques se han cobrado la vida de un número mayor de civiles musulmanes desde el comienzo de la acción insurgente. Esa cifra continuaba engrosándose, ayer, cuando un web site islámico mostró un video en el que el rehén turco Murat Yuce recibía un disparo en la cabeza, por tres hombres armados. Hasta ayer, todo lo que podía decirse sobre el peor de los ataques en las iglesias cristianas era que no fue del tipo bomba suicida, modalidad que las autoridades iraquíes suelen adjudicar a los seguidores del Al-Qaida de Abu Mussab Zirqaui.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.