Sáb 14.08.2004

EL MUNDO  › LOS ANTICHAVISTAS CHOCARON CON LOS
OBSERVADORES POR LA DIVULGACION DEL RESULTADO

Escaramuzas antes de la pelea de fondo

Enrique Mendoza, gobernador de Miranda y titular de la Coordinadora Democrática, desafió ayer las reglas de juego del referéndum de mañana al insistir en dar a conocer datos de boca de urna antes del cierre de los comicios. Desde el bando de Hugo Chávez se teme una intriga.

› Por Luis Bruschtein

Hasta ahora chavistas y antichavistas se muestran los dientes, pero no han pasado a mayores y nadie sabe si esta aparente normalidad se mantendrá después del referéndum de mañana. Es tanto lo que ponen en juego uno y otro lado que nadie se atreve a vaticinar cuál será la actitud de los adversarios derrotados. Ambos bandos aseguran que en ese caso mantendrían la calma, pero en el fondo descartan que los derrotados no harán lo mismo. Enrique Mendoza, gobernador del Estado de Miranda y coordinador ejecutivo de la opositora Coordinadora Democrática, insistió ayer en su derecho de dar a conocer datos de boca de urna antes del cierre de los comicios. A su vez, desde el otro lado afirman que ésa será la estrategia de los “escuálidos” para convocar a la gente a la calle y así interferir y provocar disturbios cuando se conozca el triunfo del chavismo que, suponen, será inevitable.
Por la mañana temprano, Mendoza convocó al periodismo para informar que estaban “finalizando el dispositivo para garantizar la transparencia del proceso” y explicó que habían mantenido reuniones con el Consejo Nacional Electoral y con los observadores de la OEA. Pero la reunión que mantuvieron al mediodía con los observadores independientes y del Centro Carter terminó en gritería y sus delegados debieron retirarse en parte por una discusión con periodistas locales y, en parte, porque de alguna manera esperaban la anuencia de los observadores para su estrategia de difundir las cifras de boca de urna en medio del comicio. En este caso, el vocero de la coordinadora fue Pompeyo Márquez, un viejo dirigente de izquierda que ahora está enrolado activamente en las filas del antichavismo. “En cualquier país civilizado se permite dar a conocer cifras parciales a lo largo de los comicios”, afirmó y se ganó un abucheo espontáneo. La diputada argentina Alicia Castro le explicó que, por el contrario, esa actitud estaba prohibida en cualquier país democrático y le pidió garantías de que no lo harían. Márquez respondió irritado y acusó a los observadores de parcialidad, pero se negó a ofrecer garantías lo que motivó la molestia de las decenas de observadores de todo el mundo que se encontraban en el salón del Hotel Hilton.
Mendoza denunció que habían encontrado irregularidades en el operativo comicial. Afirmó que había siete mil firmantes del pedido de revocatoria que no estaban en el padrón y que se habían detectado presiones a empleados públicos y militares para que voten por el No. Pero la principal estrategia del comando opositor es difundir que el voto será secreto porque estiman que de esa manera ganarán más votos. Los periodistas le preguntaron si la coordinará anulará la Constitución si gana y Mendoza reconoció con poco entusiasmo que la actual Constitución Bolivariana, que para el chavismo constituye su principal triunfo, “permite mantener el ejercicio de la democracia”. Asimismo prometió que, de ganar, mantendrán “los que se consideran logros en materia social”.
“Si somos derrotados estamos dispuestos a reconocerlo”, afirmó, aunque advirtió inmediatamente que “el ente rector (Consejo Nacional Electoral) no es confiable, de los cinco que lo integran, tres son activistas del gobierno”, con lo cual relativizó su primera afirmación. El dirigente opositor indicó que confiaban en la disposición de los observadores de la OEA y del Centro Carter. Se le indicó entonces que ambos organismos habían declarado que el proceso se estaba desarrollando en forma transparente y que no habían detectado irregularidades, a lo que Mendoza replicó que “los observadores dicen cosas en privado que, lamentablemente, no pueden reproducir en público por las limitaciones que tienen”. De esta manera puso en tela de juicio, incluso, la actividad de estos observadores. Finalmente condicionó cualquier diálogo con Chávez luego del comicio “a la liberación de los presos políticos”, unas 60 personas que tienen causas en su mayoría relacionadas con la huelga de la oposición que se realizó a fines del 2002. También ayer se registró otro choque cuando el vicepresidente Antonio Rangel calificó de “impertinencia” una declaración del Departamento de Estado advirtiendo de posibles hechos de violencia.
Para Samuel Moncada, coordinador del comando Maisanta, que dirige la campaña del chavismo, las declaraciones de los dirigentes de la coordinadora democrática y su empeño de difundir en forma anticipada resultados de boca de urna es un mal indicio. “Yo pensé que tendrían una actitud más moderada –afirmó–, pero los planteos que están haciendo dan la pauta de que pueden provocar disturbios”.
Un resultado adverso sería un golpe muy duro tanto para chavistas como antichavistas. Para los primeros significaría la revocatoria de su principal dirigente en un momento en que se comienza a sentir el impacto de los programas sociales. Para la coordinadora, integrada por 32 partidos políticos y otras tantas ONG unidas en forma precaria, implicaría la disgregación, por lo que tendrían que esperar varios años para intentar disputar nuevamente el gobierno.
La situación internacional, con Estados Unidos en pleno proceso electoral, metido en la guerra de Irak y con los precios del petróleo por las nubes, les da un gran respiro. Chávez no se cansa de exhibir los comentarios de los analistas financieros de Wall Street espantados por una posible crisis en Venezuela, el quinto productor de petróleo del planeta y uno de sus principales proveedores. En ese contexto, la mayoría de ellos coincide en preferir que siga Chávez ante el peligro de una disparada de los precios petroleros y la poca confianza que tienen en que la oposición pueda controlar el país con los chavistas en contra.
En alguna medida, la oposición, que tuvo un marco internacional favorable, sostenido por el gobierno de Estados Unidos, el de José María Aznar en España y parte de la Internacional Socialista, siente ahora la falta de un sustento que le garantizaba un margen de acción considerable. Los chavistas entienden que esa situación aleja la posibilidad de intentos golpistas o exabruptos por parte de la oposición.
Chavistas y antichavistas –no sólo sus dirigentes sino también los simpatizantes– tienen microclimas muy marcados y distintos que conviven casi sin puntos en común. Ambos están seguros de su triunfo este domingo. El oficialismo muestra los resultados de la mayoría de las encuestas y la oposición habla del voto oculto, aquel que no quiere difundir su voto. Mendoza y Moncada afirman en forma categórica que ganarán. No hay margen de duda. Si bien las encuestas favorecen al chavismo, los observadores de la OEA y analistas internacionales no están tan seguros.
En las calles de Caracas se vive un clima de antagonismo muy marcado, pero al mismo tiempo de tolerancia porque no se producen choques espontáneos entre la gente, que no parece tener miedo de mostrar abiertamente los colores que defiende. Se toleran con cierta displicencia como hinchas de River y Boca.

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