Sáb 30.10.2004

EL MUNDO  › EL JEFE DE AL QAIDA ENTRO EN LA CAMPAÑA ESTADOUNIDENSE

Norteamericanos, Osama no os ama

En un video divulgado ayer, Osama bin Laden asumió los atentados del 11-S pero culpó a Bush. Y también disparó contra Kerry.

› Por Eduardo Febbro

Osama bin Laden irrumpió de lleno en la campaña para las elecciones presidenciales norteamericanas. Inmediatamente después de que el millonario saudita amenazara a Estados Unidos, el candidato demócrata John Kerry se comprometió a “perseguir y destruir” a Bin Laden. Kerry desplazó su dispositivo de campaña a Florida, concretamente a tres localidades del estado, Orlando, Palm Beach –donde protagonizó una festiva reunión electoral a la que asistieron miles de simpatizantes– y Miami. En total, en el curso de las últimas dos semanas, Kerry y su equipo visitaron Florida en 22 ocasiones. Consciente de que el resultado de las elecciones pende de la cuerda floja de las ambivalencias del electorado, Kerry atacó aún más frontalmente al presidente Bush. “¿Quieren cuatro años más con los mismos fracasos?”, preguntó el senador a su auditorio. Luego, el candidato demócrata puntualizó los llamados “fracasos” de Bush en Irak y en la lucha contra el terrorismo y acusó al presidente saliente de “ignorar conscientemente la degradación de la situación”.
Incisivo y enérgico, Kerry reiteró que “nuestro comandante en jefe no ve lo que está pasando. (...) Sus errores le hicieron daño a nuestras fuerzas, nos separaron de nuestros aliados y nos llevaron a perder de vista a Osama bin Laden y la verdadera guerra contra el terrorismo”. Para el senador de Massachusetts, las tropas norteamericanas desplegadas en Afganistán luego del 11 de septiembre no fueron suficientes y ello permitió que Bin Laden se escapara. Al abordar sus temas preferidos, el candidato demócrata prometió programas sociales para la mayoría de los ciudadanos porque, dijo, George Bush prioriza “a sus amigos del mundo capitalista en detrimento de la mayor parte de la población”. Deslizándose en un pliegue del discurso de su adversario, afirmó que creía “profundamente que el porvenir pertenece a la esperanza y no al miedo”. Por su parte, el presidente saliente salió al paso del mensaje de Bin Laden diciendo que “del resultado de estas elecciones dependerá la orientación que se le dará a la lucha contra el terrorismo”. Bush trató de “desbinladenizar” la campaña asegurando en la localidad de Toledo (Ohio, norte) que “los norteamericanos no serán ni intimidados, ni influenciados por un enemigo de nuestro país”.
La pregunta que se hacían anoche los jefes de las respectivas campañas consistía en saber a quién beneficiaba la aparición repentina de Bin Laden. Michael O’Hanlon, experto en asuntos de Defensa en el Brookings Institution de Washington, estimó que la presencia de Laden “puede jugar por o contra uno u otro candidato”. El universitario destacó no obstante que se podría producir una suerte de “reacción de miedo o reflejo conservador” del electorado que “puede beneficiar a George Bush”. Otro analista, Allan Lichtann, profesor de ciencias políticas en la American University, afirmó que “todo lo que distrae la atención del debate sobre Irak es bueno para George Bush”. Por lo pronto, en Florida, la atención sigue catalizada por el escándalo de la desaparición de 58.000 formularios de voto en Broward, un condado situado al norte del estado que vota de manera indiscutida a favor de los demócratas (67 por ciento en las elecciones del 2000). A cuatro días de la consulta presidencial, los norteamericanos están persuadidos de que en la madrugada del próximo tres de noviembre no conocerán el nombre de su próximo presidente. Más de la mitad del electorado, 54 por ciento, está seguro de que el fiasco del 2000 volverá a producirse. Sin embargo, otra encuesta publicada por el Washington Post revela que el 64 por ciento de los votantes tieneconfianza en el sistema electoral. La querella de Florida muestra que los dos campos se devuelven los golpes de manera simétrica. Las autoridades electorales de Broward no tienen noticias de los casi 60.000 sobres enviados por correo a los electores. Ayer, el cineasta Michael Moore protagonizó una trifulca en una localidad vecina a donde se presentó a denunciar el supuesto fraude. Los republicanos contraatacaron inmediatamente, denunciaron “una maniobra política” y revelaron que los demócratas habían inscripto a casi 1000 falsos electores en las planillas del condado. Mindy Tucker Fletcher, consejera de los republicanos, afirmó que 925 personas que, según las leyes del estado de Florida, no tienen derecho a votar, ya lo habían hecho por correspondencia. “Es un caso flagrante de fraude electoral”, dijo la consejera. En reacción a la acusación, Scott Maddox, el responsable del Partido Demócrata en Florida, dijo que se trataba “de una nueva maniobra para privar a los ciudadanos de Florida de su derecho a votar”.
Mentiras, golpes bajos, denuncias, misteriosas desapariciones, investigaciones sin resultado, abogados –más de 3000 trabajan en Florida, 10.000 en todo el país– insinuaciones, intimidaciones y falsas informaciones: los antagonismos sobre la “limpieza” de la consulta envenenaron el clima antes mismo de que se haya anunciado el mínimo resultado oficial. Si la situación se mantiene en ese rumbo, Estados Unidos corre el riesgo de no saber no sólo quién será su próximo presidente sino, también, de ignorar a quién deben creerle.

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