José María Aznar, presidente del gobierno español cuando se cometieron los atentados del 11-M, no admitió ni un error en la gestión de su gobierno, tanto antes como después del 11-M. Durante su comparecencia de más de 10 horas ayer, negó que ni él ni ningún miembro de su gabinete mintiera, manipulara o desinformara entre el 11 y el 14 de marzo, o que la guerra de Irak tuviera algo que ver con los crímenes.
Quienes hicieron eso, según Aznar, fueron “otros”, en referencia a la Cadena SER y el PSOE, a los que acusó de montar una “formidable campaña de acoso” al PP, de un “monumental empuje manipulador” con el objetivo de echar a su partido del gobierno. Eso sí, admitió que lo que sufrió España ese día 11 fue “un horrible ataque del terrorismo islámico”, pero que además de muertos, quería cobrarse como víctima número 192 a su ejecutivo. Pese a este aserto, Aznar insistió en la necesidad de investigar hasta el final “las relaciones entre terroristas, islámicos y no islámicos”, una relación que calificó como “un hecho incontestable”. Y dicho esto, dudó de que actualmente se estén investigando todos los cabos de la masacre, ya que sigue sin descartar que finalmente aparezca ETA en los atentados.
Aznar permaneció firme en todas sus respuestas a los diputados que investigan el 11-M en el Congreso. El guión de su comparecencia quedó fijado en su discurso inicial, de 17 folios, y prácticamente no se movió de él, pese a que a cada insinuación de autoría o de hipótesis sobre la masacre los partidos le pidieran precisión o explicaciones. No las dio.
A su juicio, los autores del atentado no sólo querían “causar el mayor número de víctimas posibles” sino también “volcar el resultado electoral”, cambiar “la mayoría parlamentaria”. Para basar mejor esta afirmación, dijo: “Si las elecciones, en lugar de haberse convocado para el 14 de marzo se hubieran convocado el 7 de marzo, entonces los atentados hubieran sido el 4 de marzo”. Aznar sentenció que a partir del 11-M todos los países democráticos verán amenazados sus procesos electorales por el terrorismo islámico. “Ya ninguna democracia puede estar tranquila”, agregó, “porque todo el mundo sabe que el 11-M tuvo una influencia clara en los resultados del 14 de marzo”.
Estos objetivos del atentado, los criminales y los políticos, responden, explicó, a una “planificación minuciosa”, cuya “autoría intelectual” no hay que buscarla “en desiertos lejanos o montañas remotas”. “Hubo esa planificación y hubo quien la aprovechó y se sabrá”. Fue entonces cuando dejó sentado que la trama asturiana “suministró explosivos a ETA y al terrorismo islámico”, algo desconocido por los investigadores, que la relación entre terroristas islámicos y no islámicos está “demostrada como un hecho incontestable”. Cuando los diputados de lo que antes era la oposición le advirtieron que nada de eso estaba probado, subrayó que “él, lo único que estaba pidiendo”, es que se investigara hasta el final, algo que dudó de que se hiciera en la actualidad.
Aznar se enredó entonces, en un ataque muy fuerte a la Cadena SER, a la que acusó de haberse embarcado en “una estrategia fabricada con falsas imputaciones de ocultación y mentira”, porque, su gobierno, insistió, “nunca mintió”. “Fueron otros los que mintieron y mintieron con contumacia, intoxicaron y dieron cobertura a una gravísima alteración de las reglas del juego electoral en la tarde del día 13 (...) difundiendo bulos para fabricar la teoría de la mentira del gobierno”, manifestó a Aznar, en referencia a las manifestaciones que “cercaron las sedes del PP”. Este fue el argumento recurrente a cada insinuación de los diputados de que su gobierno desinformó, mintió o manipuló, de que había bajado la guardia ante el terrorismo islámico, o de que no fue lo suficientemente previsor. Aznar rehusó retrotaerse a nada que fuera más allá del 11 de marzo, es decir, a dar detalles sobre qué había hecho su gobierno ante la creciente amenaza islamista. “Yo tengo la conciencia tranquila de que he combatido el terrorismo con todas mis fuerzas”, dijo una y otra vez. Y por si había algún posible error en su gestión, remachó: “Yo creo que todas las decisiones que tomamos fueron correctas y no creo haberme equivocado”.
A eso se aferró para justificar el porqué no convocó la comisión delegada para situaciones de crisis, cuya importancia ve “relativa”. “No tenía obligación legal de convocarla y yo quería que esas reuniones fueran lo más flexibles posible, porque requería la presencia física de los ministros y era mejor que estuvieran en sus puestos (...) y las cosas funcionaron”. Si no convocó el pacto antiterrorista, es porque nunca se había convocado nunca antes de un atentado y, además, dudaba de que los firmantes hubieran acudido a la llamada “porque la campaña de insidias y calumnias estaba a punto de arrancar”.
Cuando se le habló de imprevisión, Aznar contestó que fueron él y su partido los que con más fuerza venían advirtiendo desde el 11-S de los riesgos del terrorismo islámico, “mientras otros se lo tomaban a broma y hablaban del comando Dixan”. A su juicio, es exótico hablar de imprevisión ante el terrorismo, en un país que ha sufrido 900 muertos en tres décadas a manos de ETA, o en el país en el que han sido detenidas durante su último año de mandato 120 terroristas de sesgo islamista. “Una cosa es estar prevenidos ante una amenaza y otra evitar un atentado. En un país con 900 muertos del terrorismo es temerario y suicida hablar de imprevisión, porque se puede conocer una amenaza, pero otra cosa es investigarlo”.
Aznar dedicó la mayoría de su intervención a desmentir que el gobierno mintiera, manipulara o desinformara entre el 11 y el 14 de marzo. El ex presidente dejó sentado que en la mañana del 11 de marzo, la conclusión unánime de los responsables policiales fue la autoría de ETA.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.