Dom 19.12.2004

EL MUNDO

Cómo es la elección donde pocos van a votar y todo seguirá igual en Irak

Cinco oleoductos fueron atacados ayer en Irak mientras el gobierno interino procesaba a un criminal de guerra de la época de Saddam y el país iba a unas elecciones signadas por una violencia
en aumento.

Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad

La elección iraquí del 30 de enero, cuya campaña empezó la semana pasada, será una de las más secretas de la historia. La televisión iraquí sólo muestra los pies de los funcionarios electorales en vez de sus caras, porque están aterrados de que su identidad se revele. Va a ser una compulsa gobernada por el miedo.
Ese miedo quedó ampliamente justificado ayer cuando insurgentes lanzaron ataques contra oficinas electorales en el norte de Irak. Dos personas fueron muertas y ocho resultaron heridas por el lanzamiento de morteros contra una oficina electoral en Dujail, una de las muchas que están registrando y educando a potenciales votantes en todo el país. Dos iraquíes fueron ejecutados por disparos y cuatro contratistas norteamericanos fueron heridos por una bomba caminera en otros incidentes, mientras se registraba el quinto ataque a oleoductos en 24 horas.
Cuando Iyad Allawi, el primer ministro interino, anunció su lista de candidatos para la Asamblea Nacional de 275 miembros en Bagdad la semana pasada, lo hizo ante una pequeña audiencia de guardias de seguridad norteamericanos. La sede del evento había sido cambiada a último momento para confundir a posibles asesinos y los periodistas extranjeros decidieron no acudir por considerar que hacerlo era demasiado peligroso. Los comerciantes distribuyeron formularios de empadronamiento, pero disimulados en las bolsas de raciones mensuales de que la mayoría de los iraquíes depende para su supervivencia. En los distritos sunnitas de Bagdad algunos comerciantes, que temían ser ejecutados por la resistencia, suplicaban a sus consumidores no revelar dónde habían obtenido sus formularios.
Quedan pocas dudas de que las elecciones ocurrirán. Los poderes políticos sunnitas, que temen una abstención masiva de sus votantes, quisieran una postergación. Pero no han podido entregar ninguna prueba convincente de que la situación de seguridad será mejor dentro de seis meses. Hoshyar Zebari, el poderoso canciller del país, ha argumentado que “una demora en realizar las elecciones sería tomada como un signo de debilidad”, y el gobierno interino está haciendo todo lo que puede para manipular a la opinión pública. Los procesamientos de ex miembros del régimen de Saddam, que empezaron con el tristemente célebre “Alí el Químico” ayer, son vistos como maniobras electorales más que otra cosa.
Es dudoso si las elecciones, por lo menos en un primer momento, marcarán un verdadero cambio en el balance de poder entre las tres principales comunidades en Irak: los chiítas, los sunnitas y los kurdos. Ni es probable que produzca una transferencia de autoridad de EE.UU. El resultado puede ser simplemente una fotocopia del actual gobierno. Pocos votos serán emitidos en las ciudades y pueblos sunnitas junto a los ríos Tigris y Eufrates al norte de Bagdad. Incluso si los votantes quisieran ir a las urnas, les sería extremadamente peligroso hacerlo en lugares donde cualquiera que sea visto como colaborando con EE.UU. es un blanco. Los funcionarios norteamericanos y británicos subestiman en forma persistente el grado de inestabilidad de todo Irak. El presidente George Bush y Tony Blair parecen creer genuinamente que sólo hay puntos aislados de conflicto en Irak y que el resto del país está en paz. Desde el comienzo de la insurgencia, Washington y Londres la han retratado como si estuviera confinada al llamado “triángulo sunnita” al oeste y norte de Bagdad. La frase está destinada a minimizar la amplitud del levantamiento, pero en realidad hay guerra de guerrillas en todos los pueblos y ciudades sunnitas, así como en Bagdad.
Mientras los generales estadounidenses emitían triunfantes proclamaciones de victoria en Faluja, con una población de 300.000 habitantes, el mes pasado perdieron el control de Mosul, 325 kilómetros al norte, con una población de 1.200.000. El inesperado levantamiento insurgente del 10 de noviembre, que llevó a la desintegración de la fuerza policial de 8000 personas, claramente estuvo planeado para sacar ventaja del asalto estadounidense contra Faluja el 8 de noviembre. En las ciudades más militantes no hay señales de disminución de la actividad insurgente. Cada día hay ataques contra fuerzas estadounidenses y del gobierno interino en Baiji, Baba, Ramadi, Samarra y Tal Afar. Faluja misma está lejos de hallarse tranquila. Ayham al-Samarrai, el ministro de Electricidad, dijo a este diario que será difícil celebrar elecciones limpias en provincias con una población de un total de 8 millones: un tercio de la población iraquí.
La situación más grave de todas es en Bagdad. Las conferencias de prensa militares norteamericanas dan la impresión de que Faluja ha sido el centro del levantamiento desde la invasión. En realidad la posición más letal para un soldado estadounidense es en Bagdad, donde 240 tropas estadounidenses han sido muertas desde marzo del año pasado: más del doble que en Faluja. Es la capital la que verá más violencia a medida que la elección se acerca.
Cualquiera sea el resultado de los comicios, los cinco millones de sunnitas de Irak son lo suficientemente numerosos para seguir el levantamiento. La sensación de que su comunidad está siendo privada de sus derechos puede alimentar el apoyo a la insurgencia. Y como todo Irak está siendo tratado como un solo distrito electoral, los sunnitas terminarán teniendo pocos representantes.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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