EL MUNDO
“¿Qué se supone que haga Sharon? Traer seguridad”
Barry Jacobs, representante del American Jewish Committee, sostiene que las actuales operaciones israelíes en Cisjordania son de carácter autodefensivo. Y lo fundamenta con los ataques suicidas.
Como representante del Comité Judío Norteamericano, una de las organizaciones judías más importantes, el diplomático retirado Barry Jacobs pasó por Argentina para tener una mejor impresión de la crisis que atraviesa la comunidad judía local y decidir medidas de apoyo. En diálogo con Página/12, Jacobs opinó sobre la actual política exterior del gobierno republicano de George W. Bush y de la situación en Medio Oriente.
–Hay una opinión generalizada de que la política exterior de Bush resultó un fracaso y que su mejor ejemplo fue su política hacia Medio Oriente. ¿Está de acuerdo con esa visión?
–En primer lugar, no creo que haya un rechazo tan amplio a la política de Bush. Al menos en Estados Unidos no es así: una abrumadora mayoría de norteamericanos apoya al presidente y a su principal objetivo que es proteger a Estados Unidos de otros ataques terroristas. Por supuesto que Bush enfrenta grandes críticas a nivel internacional: el mundo está incómodo con la idea de que ya no haya dos polos, dos grandes superpoderes. Por el momento, Estados Unidos está en una posición única –que los franceses denominan hiperpoder–, pero esto no va a durar porque nada perdura en las relaciones internacionales. No creo que haya habido algo así, tal vez desde Gran Bretaña en 1870 o 1880, o el Imperio Romano. Estados Unidos es el único país que tiene tales poderes militares y es capaz de movilizarlos.
–¿Cómo explica la política norteamericana en Medio Oriente?
–Es una historia muy larga, pero lo ocurrido en los últimos tres años es muy simple. En Camp David en 2000, Barak –electo democráticamente a la vez de ser el héroe más condecorado militarmente– hizo una oferta a los palestinos porque quería terminar con años de luchas. No sólo fue más allá en lo que hubiera sido ofrecido por la derecha de Benjamín Netanyahu y Ariel Sharon sino que propuso más de lo que su propio partido había ofrecido. Barak entendió que luego de 50 años de lucha, la población judía israelí estaba tan ansiosa por conseguir la paz que hubiera hecho grandes concesiones para obtener de los palestinos una declaración que asegurara que todo había terminado. Yasser Arafat, que puede ser un líder pero no lo es en el sentido de Charles de Gaulle, Nelson Mandela o David Ben Gurión, no aceptó la propuesta. Cuando uno negocia uno dice “esto está bien, esto no me gusta” o “tengo que preparar a mi gente, déjenme ver”. Sin embargo, Arafat se retiró de las negociaciones; incluso Clinton dijo que no era un hombre de paz. En la Casa Blanca, en setiembre de 1993, Arafat se comprometió, en nombre de los palestinos, a no hacer uso de la fuerza para conseguir objetivos políticos. Puede discutirse si Sharon debió haber caminado o no por el Monte del Templo, pero lo que es indiscutible es que Arafat decidió que hubiera guerra en lugar de paz. Nuestro error, como el de todo el mundo, fue haber asumido que finalmente Arafat querría un trato. Sin embargo, resulta claro que Arafat preferiría que su epitafio dijera “no renuncié a nada” en lugar de “fundé el Estado de Palestina”. Arafat no tiene el menor interés de ser el presidente de un país en el que tendría que preocuparse por pagarle a maestros y jubilados: él preferiría morir como un mártir en lugar de trabajar todos los días por una vida mejor para los palestinos.
–Las condiciones en Cisjordania y Gaza son desesperantes.
–No lo eran hace dos años. Aquí es donde se ve una diferencia de actitud entre judíos y palestinos. Cuando a David Ben Gurión se le ofreció un Estado en 1948 –que dicho sea de paso, el territorio que hubieran tenido los palestinos hubiera sido más grande que el que quieren ahora– dijo “no me gusta esto, no creo que sea justo pero acepto lo que sea. Tengo gente en Europa que se está muriendo, víctimas del holocausto”. Los palestinos, en cambio, han hecho lo opuesto. Se negaron a la oferta de los británicos de crear un Estado en 1938, rechazaron la de la ONU en 1948. Justo después de que los israelíes tomaron de Jordania a Gaza y Cisjordania en 1967, la primera ministra israelí Golda Meir dijo “hice todo lo que pude”, y la reacción árabe fueron los tres No: no al reconocimiento de Israel, no a la paz y no a la negociación. Ahora ellos dicen que quieren volver a la llamada línea verde del ’67, que son las líneas de cese de fuego que existieron al finalizar la guerra de 1948. El punto es que los palestinos siempre parecen listos para volver al acuerdo anterior antes de que sea demasiado tarde.
–¿Por qué Estados Unidos apoya las medidas del gobierno de Ariel Sharon?
–La respuesta es que Arafat, a lo largo de toda su carrera, ha cometido numerosos errores. Apoyó y trató de derrocar al rey Hussein de Jordania en 1970, y el ejército jordano mató a 7 mil palestinos. Luego trató de apoyar la creación de un Estado palestino en Líbano y luchó contra los sirios que lo echaron del país. Luego volvió e intentó crear un Estado palestino en el sur del Líbano y los israelíes lo expulsaron y así terminó en Túnez. Y estos son los palestinos que dicen que están en contra de la ocupación israelí pero cuando Saddam Hussein invadió el país independiente de Kuwait, los palestinos festejaron. Arafat apoyó a Hussein, que luego perdió la guerra. Este es un hombre que no ha tomado buenas decisiones en su vida.
–A pesar de que hay grupos que quieren destruir Israel, muchos de los palestinos que se inmolan lo hacen en la creencia de que así lograrán un Estado.
–¿Cómo pueden ver la diferencia?
–¿Usted cree que se puede ver en las incursiones en territorios palestinos?
–Sí. ¿Qué se supone que haga Sharon? Cualquier gobierno debe traer seguridad. Un primer ministro electo democráticamente como Sharon, fue electo únicamente porque Ehud Barak –tal vez el líder más inteligente– fue rechazado porque no pudo traer seguridad.
–Sharon con sus métodos tampoco pudo.
–Si atacantes suicidas entraran en las Galería Pacífico o en un restaurante en la Avenida de Mayo, eligiendo lugares con la intención de matar estrictamente civiles, no bases militares, sino adolescentes... Mire, cuando volaron la embajada en Kenia, Estados Unidos no hizo mucho. Cuando volaron la de Yemen, tampoco. Cuando volaron las torres gemelas, Estados Unidos entendió lo que significa ser atacado por el terrorismo. Con ese ataque nos sentimos violados. ¿Cuál es la diferencia entre los suicidas palestinos, los que atacaron las torres gemelas y los que hicieron estallar las bombas en Buenos Aires financiados por Irán? No se supone que hablemos de choque de civilizaciones pero ningún israelí se pondría una bomba alrededor del cuerpo para volar una escuela palestina.
–¿De qué manera cree que el apoyo incondicional de Estados Unidos hacia Israel influye en la percepción internacional sobre Israel?
–Creo que mucho del sentimiento antiisraelí en Europa es en realidad anti-norteamericano. Finalmente uno ve que Jean-Marie Le Pen salió segundo en las elecciones en Francia. Creo que hay un enorme contragolpe en Europa, como puede verse con la existencia de gobiernos de centroderecha en Dinamarca, que Schroeder y los alemanes se están cansando de los inmigrantes, y el gobierno de ala derecha en Italia con Berlusconi. No estoy seguro de por qué hay tanta hostilidad hacia Israel pero creo que está haciendo lo que debe hacer para proteger a sus ciudadanos. Y los norteamericanos lo apoyan. Una encuesta divulgada esta semana dice que el 67 por ciento considera que Sharon hace la misma lucha contra el terrorismo que Estados Unidos. Ven a este chico de 14 años que querían que se inmolara, se asustó y se fue a su casa y se preguntan: “¿Qué tipo de sociedad usa a sus chicos de 14 años?”.
–Suele hablarse de una gran influencia de sectores judíos en la política del gobierno norteamericano.
–En primer lugar, los judíos representan más o menos el 2 por ciento de la población total. No se puede hablar seriamente de un pequeño grupo empujando, presionando a Estados Unidos a tomar ciertas medidas si el resto de los norteamericanos no estuviera de acuerdo. Los norteamericanos ven en Israel muchas de las características de nuestro propio país cuando comenzó: la democracia, el respeto a la ley, los derechos de las mujeres. Con sólo leer sus periódicos uno ve que la democracia es real. El primer ministro hace algo e inmediatamente 50 personas dicen por qué debería haber hecho otra cosa. En cambio, Arafat ha llevado a su pueblo al desastre.
–¿En qué medida las divisiones interiores de la administración Bush influye en la política hacia Medio Oriente?
–Ciertamente hay divisiones dentro del gobierno respecto de la cuestión Irak. Por la información de los medios —no puedo probar esto—, Colin Powell parece más conciliatorio. Pero eso es lo que se supone que el Departamento de Estado debe hacer, siempre debe haber alguien que diga “tenemos que hablar”. Personalmente, no creo que haya grandes divisiones en este gobierno –que es muy conservador y duro contra el terrorismo–. Yo estoy de acuerdo con lo que se hizo en Afganistán. Esta gente quiso matarme, y la única forma de detenerla es matándola: puede sonar cruel pero es así como funciona el mundo.
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