EL MUNDO
Todos pueden describir cómo la gran ola les arrancó a sus niños
La mitad de los casi 60 mil muertos son niños. Relatos de cómo la gran ola los arrancó de brazos de sus padres. En la India, los niños jugaban en la playa cuando fueron arrastrados por el agua.
Por Justin Huggler y Andrew Buncombe *
Desde Madras, India
Cualquier otro día, los chicos habrían estado en la escuela y los más pobres, trabajando. Pero en la tranquila mañana del domingo, la playa de Madras estaba llena de niños que hacían lo que hacían cada domingo, jugar al cricket. Y vino el agua. Todos aquí tienen una historia que contar. Todos pueden describir cómo el tsunami se tragó a sus hijos. Maran vio cómo su sobrina Velankani era arrastrada lejos. “Traté de agarrarla, pero el mar me la arrancó de los brazos. Todos intentamos agarrar a los niños, pero nadie pudo hacer nada.” Para Magesh, fue su hermana Elizabeth y Martina, su hija de siete. “Las podía ver –relató–. Pero llegó el agua y desaparecieron.” Kapaliswaran, un policía, describió la escena: “Había chicos jugando al cricket justo al borde del mar. Nadie sabe quiénes eran. No se encontró rastro de sus cuerpos”. Los pescadores pudieron volver nadando. Los niños no.
Las paredes de agua cobraron un desproporcionado número de vidas jóvenes. Quizás tanto como la mitad de las víctimas totales que anoche superaban las 55 mil. A medida que las aguas regresan con un continuo flujo de cuerpos flotando, las comunidades de la región van aceptando lo que significa una generación perdida. Mike Kiernan, un vocero de Save the Children en Washington, dijo que “el número de niños muertos en estos desastres siempre es alto, especialmente en los países más pobres. En pueblos como Cuddalore, en India, sabemos que más de la mitad de las 400 víctimas eran niños. Probablemente también habrá miles de niños huérfanos”. Las enfermedades aportadas por el agua, como fiebre tifoidea, cólera y malaria, cobrarán su cuota entre los más jóvenes y más débiles. El número de muertes puede crecer enormemente a no ser que la ayuda sea coordinada y masiva.
Un vocero de Unicef reconoció que hasta la mitad de los muertos puede haber sido niños. “Nuestra mayor preocupación –señaló– es que los niños sobrevivientes sigan vivos después. Los chicos son los más vulnerables a las enfermedades y a la falta de alimento apropiado y agua.” En la golpeada ciudad de Banda Aceh de Indonesia, las canchas de juego estaban llenas de miles de cadáveres, cientos de ellos de niños. Murieron donde estaban jugando. Mahmud Azaf, que perdió a sus tres hijos, dijo: “Estaba en la cancha como referí. Las olas vinieron de golpe y yo me salvé gracias a Dios, me agarré a las ramas de un árbol”. De acuerdo con Unicef, los próximos días serán críticos. “Estamos preocupados por abastecer de agua pura y por prevenir que las enfermedades se propaguen”, dijo un vocero.
Otra amenaza para los sobrevivientes en Sri Lanka son las minas desenterradas por las inundaciones. Ted Chaiban, de Unicef, sostuvo en Colombo que “las minas fueron arrojadas fuera de los campos minados que eran conocidos, de manera que no sabemos dónde están. Y las señales de advertencia que habían sido colocadas en las áreas minadas fueron barridas. El mayor peligro será cuando empiecen a volver a sus hogares”.
Entretanto, en la costa de Madras, en Cuddalore, de acuerdo con la tradición hindú, los adultos son cremados, pero los cuerpos de los niños, enterrados. Para dar una idea, en Cuddalore había más demanda de entierros que de cremaciones. El olor a desinfectante se huele sobre la playa de Sri Niwasa Puram, en Madras. Veinte cadáveres volvieron a la playa aquí, y las autoridades intentaban limpiar el lugar. Pero muchos otros cuerpos han desaparecido. Maran encontró el cuerpo de su sobrina, pero no pudo encontrar el de su abuela ni el de su hermana. Maran vio cómo se las llevaba el mar.
Más al sur de Madras es peor. En el pequeño distrito de Nagapattinam creen que murieron 2500 niños. Ayer, mientras los sobrevivientes hablaban, uno podía sentir el horror del terremoto. Todos aquí sintieron el terremoto, pero nadie supo que se trataba de una terrible señal de peligro. En Sri Lanka muchos niños fueron a la playa a ver cómo llegaban las grandes olas.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
Subnotas