Sáb 15.01.2005

EL MUNDO

“La democracia va con el Islam”

Francis Fukuyama cree que el islamismo no es incompatible con la democracia, aunque desacuerda con la invasión de Irak por EE.UU.

Por Luis Prados *
Desde Madrid

Francis Fukuyama, el politólogo norteamericano de origen japonés que a principios de los años ’90 irrumpió en el panorama político mundial con su libro El fin de la historia –donde se argumentaba que con la caída del Muro de Berlín terminaba la lucha entre dos modelos de organización social con la victoria de la democracia liberal sobre la utopía–, presentó en Madrid su nueva obra, La construcción del Estado (Ediciones B), en la que defiende que el fortalecimiento de las instituciones estatales en los países pobres es el principal desafío estratégico de las democracias en el siglo XXI.
Fukuyama, catedrático de Economía Política Internacional en la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.), fue convincente en la exposición del desafío– “el fin de la Guerra Fría dejó toda una serie de estados débiles o fracasados que como demostró el 11-S son susceptibles de convertirse en una amenaza global”–, pero excesivamente parco a la hora de ofrecer soluciones. “Las democracias deben tener una especie de agenda doble. Si por un lado recortan el excesivo intervencionismo estatal, en los países en vías de desarrollo deben hacer justo lo contrario. El problema es que no sabemos cómo ayudar para fortalecer los Estados. Sabemos cómo salvar las fronteras para hacer llegar los recursos, pero aún no cómo trasladar pautas de buena administración, que es algo mucho más complejo.”
Invitado por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), del conservador Partido Popular, Fukuyama compartió un desayuno con los periodistas antes de pronunciar una conferencia titulada “¿Sigue la historia de nuestro lado?”, en la que fue presentado por Ana Palacio y a la que asistió el ex presidente José María Aznar. Y a preguntas de los periodistas, aunque siempre remiso, Fukuyama concedió descender a terrenos más concretos.
–¿Cree posible la democracia en Irak?
–Nunca he sido optimista sobre Irak ni estuve a favor de la intervención, pero hay que esperar dos o tres años para saberlo. En cualquier caso, no estoy a favor de la ocupación militar para instaurar la democracia en un país.
–¿Son compatibles Islam y democracia?
–Obviamente sí. Hay países como Indonesia, Malasia, Turquía... que son democracias y son musulmanes. No hay conflicto entre democracia e Islam. El problema tiene mucho más que ver con ciertos elementos no islámicos de la cultura política árabe como puede ser el tribalismo. Y en este contexto Arabia Saudita es el meollo del problema. Un país que es un desastre, con una ideología política odiosa y que con el dinero del petróleo ha exportado su versión extremista del Islam.
–¿Es necesario que se dé una serie de precondiciones –existencia de clases medias, identidad nacional homogénea, etc.– para que arraigue la democracia?
–No hay una fórmula mágica para la democracia. Pero no creo que sean necesarias unas condiciones. No las había en India y la democracia salió adelante. Creo que la creación de instituciones democráticas tiene más que ver con la voluntad de las elites internas de un país que con cualquier clase de determinismo económico o religioso. El 70% de la población iraní tiene menos de 30 y no creo que la próxima generación quiera seguir viviendo bajo una teocracia.
Fukuyama abordó también las diferencias entre EE.UU. y Europa, cristalizadas a partir de la guerra de Irak. Un primer elemento de desencuentro “son las armas de destrucción masiva. Mientras que los norteamericanos ven a los terroristas como fanáticos políticos conposibilidades de utilizarlas, los europeos siguen interpretando el terrorismo en la misma clave de los grupos con los que están familiarizados, como ETA, IRA o Brigadas Rojas”. Y luego, en la conferencia, resumió otras diferencias: “Los europeos tienden a defender el estado de bienestar frente a los excesos del capitalismo, y los norteamericanos no; los europeos están inmersos en un proceso que trasciende el Estado-nación, mientras que para los norteamericanos la fuente de legitimidad sigue siendo la democracia nacional; la utilidad y moralidad del uso de la fuerza militar, y, por último, la religión”.
El autor de El fin de la historia calificó todas estas divergencias de “diferencias de dialecto, no de idioma”, superables por políticos y estadistas –y aquí puso de ejemplo a Aznar–, porque “tenemos una agenda común contra una amenaza común: el terrorismo islamista radical”. Fukuyama, que celebró que la UE acepte a Turquía, se despidió con una recomendación –“ante el desafío de la inmigración, Europa debería de aprender de EE.UU.”– y una duda: “Soy escéptico ante la posibilidad de que Europa se convierta en un superpoder. No creo que los 25 resuelvan sus diferencias y centralicen sus instituciones para poder crear una política exterior y de seguridad común”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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