Jue 02.05.2002

EL MUNDO  › HUBO MASIVAS MOVILIZACIONES CONTRA LE PEN, Y RESIGNACION CON CHIRAC

Mayo francés sin gran esperanza

Setecientas mil personas marcharon en París y 800 mil en las provincias contra la ultraderecha de Jean-Marie Le Pen, que realizó su propio acto de 10 mil personas en la capital. Ahora todo pasa por ver con cuántos votos Jacques Chirac es reelecto como presidente el domingo.

› Por Eduardo Febbro

Los policías franceses no recuerdan haber visto una manifestación semejante en los últimos 25 años. “Hay que remontarse al 1º de Mayo de 1974 para encontrar algo semejante”, decía a Página/12 un agente estacionado en las inmediaciones de la Plaza de la República. La movilización contra el líder de la extrema derecha francesa Jean-Marie Le Pen superó todas las expectativas: 400 manifestaciones distintas a lo largo del país, 700 mil personas en París, 800 mil en las provincias, un total de un millón y medio de ciudadanos que con carteles, cantos, banderolas, pegatinas y consignas diversas salieron a demostrar su oposición radical a la ultraderecha. Al final de la marcha parisina, hasta los mismos protagonistas se mostraron asombrados cuando oyeron las evaluaciones oficiales sobre la participación: los organizadores hablaron de 300 mil personas; la prefectura de policía, de medio millón.
Los sindicatos, asociaciones, partidos de izquierda, movimientos sociales de Francia y, sobre todo, los jóvenes, colmaron las calles de París a tal punto que, incluso antes que comenzara la marcha, la Plaza de la República ya estaba llena de gente. Para evitar los incidentes hubo que habilitar de urgencia las calles adyacentes a fin de agrandar la capacidad y recibir a los sucesivos cortejos que se fueron sumando a la manifestación. Bajo la consigna “por el progreso social y para frenar a Le Pen”, los sindicatos CGT, CFDT, FSU y NSA marcharon juntos al lado de las 60 asociaciones que promovieron la movilización. “Parece la Plaza Roja o el Mayo Francés”, decía un sindicalista mirando pasar la interminable marea humana que desfiló entre La República y la Plaza de la Nación. La gente vino en familia, acompañada por hijos, hermanos o abuelos y, como resaltaba un manifestante, “sin la más mínima esperanza. Nos piden que elijamos entre la espada y la pared. Venimos hasta acá para decirle a Le Pen que no pasará y a Jacques Chirac que tenga cuidado porque hay mucha gente que lo está vigilando”. En una referencia directa a la suerte que la extrema derecha les promete a los extranjeros en caso de salir electo este domingo, muchos carteles decían “Cuscús, lasaña, paella, bacalao y camembert –el queso francés–: un mismo combate”. Sin embargo, nadie caminaba albergando ilusiones. No se trató de una manifestación de apoyo a un partido sino “de un acto de presencia contra un indigno representante de la democracia”. Prueba de que esa sensación era por de más mayoritaria, en algunos carteles podía leerse frases así: “Contra Le Pen apoyo a Chirac como la soga sostiene al ahorcado”. Otro rezaba: “Mejor cogido por Chirac que violado por Le Pen”. Es que Francia vivió ayer un renacimiento de la imaginación callejera (ver recuadro aparte).
“No lo puedo creer –comentó otro policía–, los manifestantes parece que trajeron hasta los recién nacidos.” Bajo una inmensa banderola del Partido Socialista, los partidarios del derrotado primer ministro Lionel Jospin se unieron en la Plaza de la República porque “esta manifestación es un poco como la segunda vuelta de las elecciones en la que Jospin no está presente”, decía un militante socialista. Estas movilizaciones, por más impresionantes que sean, chocan con la dura realidad de los juegos políticos. De manera muy hábil, Chirac ha evitado codearse con el “frente republicano” que, a través del apoyo que le brinda a él, pugna por la permanencia de los valores republicanos. Dicho frente está sobre todo constituido por un electorado adverso al presidente francés y éste, consciente de que luego del domingo vienen las inciertas elecciones legislativas, prefiere mantener intacto el choque izquierda-derecha. Prueba de ello, los jóvenes del partido fundado por Chirac, el RPR, no hanparticipado en ninguna de las manifestaciones del “frente”. Arnaud Legros, uno de los dirigentes estudiantiles que apoyan al RPR, declaró: “No podemos desfilar con gente que está diciendo o que piensa que Chirac es un estafador”. Una vez pasado el susto, muchos electores descubrirán con desencanto que si bien Chirac saldrá electo con los votos de todos, su programa y su política no contemplan un cambio de rumbo. Pese a la emoción, el candidato Chirac no ha modificado ni un ápice el contenido de los temas desarrollados durante la campaña para la primera vuelta. La seguridad, tema querido de la derecha, sigue ocupando el centro de sus propuestas, y sigue siendo un eje de las preocupaciones del electorado para la segunda vuelta.
La gente que se agolpó ayer en las calles de todo el país es consciente de ello. La República recorrió las calles para defender valores ancestrales que un puñado de electores, al votar por Le Pen, puso en peligro. En París había una alegría y una comunión exenta de toda ilusión. La gente marchaba sin aspiraciones y contra un solo enemigo: los valores que representa y defiende Le Pen.

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