EL MUNDO
Nueve días para confirmar las siete vidas de un Papa
Nueve días después de ser internado en un estado que muchos creyeron terminal, y en que una dimisión llegó a ser evocada en público, el Papa dejó ayer el hospital y regresó a la Santa Sede.
Por Enric González*
Desde Roma
Juan Pablo II abandonó anoche el Policlínico Gemelli y retornó al Vaticano, a bordo del Papamóvil y saludando a la multitud que se congregó para ovacionarlo. El Papa, que nueve días atrás había sido llevado al hospital con una limusina de cristales ahumados, quiso regresar como pontífice, no como enfermo, y convirtió el trayecto, de unos pocos minutos, en un acto de reafirmación de su popularidad y de su voluntad de seguir. No estaba claro aún si podría asomarse el domingo a la plaza de San Pedro, para impartir la bendición tras el Angelus.
El anuncio de que el paciente Karol Wojtila había recibido el alta fue efectuado a mediodía por el portavoz de la Santa Sede, Joaquín NavarroValls. “Prosigue la mejora del estado general del Papa y todas las pruebas efectuadas han permitido descartar otras patologías”, dijo. Cuando le preguntaron si eso suponía que dejaría el Gemelli el viernes, como se suponía, el portavoz respondió que no. “Todos ustedes se equivocaron, sale hoy mismo.” Fuentes médicas indicaron que no estaba previsto “para un futuro próximo” efectuar una intervención para corregir el estrechamiento de las arterias coronarias, que en los últimos tiempos había provocado al Papa una descompensación cardíaca leve.
Tras el anuncio se especuló con la posibilidad de que el pontífice abandonara a bordo de un helicóptero el Policlínico Gemelli, en el que había permanecido nueve días tras ser ingresado de urgencia con una crisis respiratoria. El Papa o su entorno optaron por el Papamóvil, un vehículo que garantizaba la visibilidad y permitía al público comprobar que la salud del jefe de la Iglesia Católica no se había quebrado definitivamente. Juan Pablo II mostraba un aspecto débil, pero sonreía y saludaba de vez en cuando con la mano.
Navarro-Valls señaló que seguía programado, pero no confirmado, el previsto viaje papal a Colonia a mediados de agosto, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, y dejó entre interrogantes la posibilidad de que el pontífice participara de alguna forma en la misa dominical en la basílica de San Pedro. El domingo, en el hospital, Juan Pablo II pronunció unas breves y casi incomprensibles palabras (que por precaución habían sido grabadas previamente y por error fueron emitidas unos minutos antes del momento oportuno) y saludó desde la ventana de su habitación. Parecía probable que pasado mañana hiciera lo mismo, desde la ventana de su apartamento vaticano. “El Papa estudiará su agenda, escuchará a su médico personal y decidirá qué hacer, y eso incluye el Angelus”, señaló el portavoz.
El miércoles ya había sido un día relativamente normal para Karol Wojtila, que recibió visitas en su habitación y mantuvo una breve reunión con el cardenal Camilo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Una de las visitas fue la de un niño aquejado de cáncer que subía habitualmente a la décima planta, ocupada, además de por el apartamento privado del Papa, por el Departamento de Oncología. El secretario personal del pontífice, el obispo Stanislas Dziwisz, relató que había conocido al niño durante un encuentro con “los vecinos”, los enfermos de cáncer, y que éste se quejó de que había llamado a la puerta de las estancias papales sin que nadie respondiera. “¿Quieres saludar al Papa?”, le preguntó Dziwisz. El niño dijo que sí y cuando se encontró frente al Papa, según el relato del obispo, exclamó: “Papa, haz que me cure”. El pontífice lo bendijo y le rogó que transmitiera su bendición “a todos los demás niños hospitalizados”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.