Lun 06.05.2002

EL MUNDO  › OPINION

Vieja nueva derecha

› Por Claudio Uriarte

Por más que Jean-Marie Le Pen se haya quedado corto de la crítica barrera del 20 por ciento de los votos, el resultado electoral francés sigue siendo profundamente desmoralizante para la izquierda europea: las elecciones se convirtieron en una puja entre derecha y ultraderecha, y esta última aumentó un punto porcentual respecto de la primera vuelta. La de ayer es una victoria vacía. Una nueva derecha ultranacionalista, xenófoba y racista sigue en aumento en Europa y está saqueándole votos a la izquierda, sea por conversión o por simple defección de los seguidores tradicionales de esta última.
La razón es que el lepenismo abreva en un clamor compartido. La nueva derecha europea es ferozmente antinorteamericana, anti-Fondo Monetario Internacional, anti-Organización Mundial de Comercio, anti-Unión Europea, anti-dólar, anti-euro y anti-Israel. Su repertorio de odios cuadra con todas las consignas de las “viejas” ultraderechas europeas, el fascismo y el nazismo: identifica a las organizaciones supranacionales con fuerzas de ocupación, al mundo de las finanzas con un cáncer instalado en el mundo de la producción, y al dinero, los bancos y la actividad usuraria con los judíos. En otras palabras, se trata de un movimiento fuertemente antiglobalizador, que cruza inquietantemente las fronteras entre lo que se presume “derecha” y lo que se presume “izquierda”, si se considera la relativa distancia entre romper vidrieras de comercios judíos y quemar sucursales de McDonald’s.
Para la nueva derecha, todo lo internacional, supranacional y extranjero es malvado y temible, sean los inmigrantes turcos o marroquíes o lo que llaman, con perfectos ecos nazis, “la plutocracia de Wall Street”, o “la dictadura del dólar”. En eso coinciden al milímetro con la ultraderecha de las milicias norteamericanas, que consideran al gobierno federal como su principal enemigo, y denuncian que está financiado por el capital extranjero (léase judío). La intervención israelí en Cisjordania les dio la ocasión de enarbolar la bandera “humanitaria”. Porque la “nueva” derecha es también hondamente proárabe: el austríaco Joerg Haider causó sensación reuniéndose el año pasado con el iraquí Saddam Hussein, y el banquero de Osama Bin Laden exhibe con orgullo en su casa los retratos del ayatola Jomeini, de Adolf Hitler y de Richard Wagner. Esto tampoco es nuevo: después de todo, Haj Muhammad Amin Al Husseini, Gran Mufti de Jerusalén en los años ‘30 y ‘40, pasó los años de guerra en Berlín, reclutando musulmanes bosnios para la Wehrmacht.

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