EL MUNDO
Con la celebración de sus 10 años, MAS espeso y vuelto a sus orígenes
El Movimiento al Socialismo de Bolivia hoy vuelve a sus movilizaciones sociales, tras ubicarse como una fuerza nacional.
Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
“Hoy hay mayor rebeldía frente a las agresiones del Imperio”, desafió Evo Morales en la localidad cochabambina de Capinota, en el marco de los festejos por el décimo aniversario del Movimiento al Socialismo (MAS). El embajador de la República Bolivariana de Venezuela, Azael Valero, el consejero político de la representación cubana, Andrés Pinedo, y el delegado del PT brasileño, Francisco Campos, estaban allí para manifestarle su apoyo al líder cocalero.
El 27 de marzo de 1995 un grupo de organizaciones campesinas aprobaba la Tesis del Instrumento Político (que luego tomaría la sigla del MAS), con el objetivo de conseguir la proyección político-electoral de las organizaciones sindicales campesinas. “Luego de décadas de apoyar a partidos tradicionales, los campesinos decidimos dejar de ser escalera y votar por nosotros mismos”, señalan los documentos fundacionales. Y desde aquella ya lejana fecha mucha agua corrió bajo el puente. Ayudado por el desprestigio del sistema político que administró el modelo neoliberal desde mediados de los años ’80, este movimiento campesino se fue expandiendo a los barrios pobres de las ciudades y se consolidó como una fuerza política de dimensión nacional. Para llegar, en junio de 2002, a disputar a presidencia de la república con Gonzalo Sánchez de Lozada. En esa oportunidad, el MAS tuvo un involuntario espaldarazo del entonces embajador estadounidense Manuel Rocha, quien amenazó a los bolivianos con las consecuencias de votar por el líder cocalero, quien –con un discurso antiimperialista– saltó de dirigente sindical campesino a líder de la oposición. Varios funcionarios estadounidenses –incluida la secretaria de Estado, Condoleezza Rice– manifestaron su inquietud por la consolidación de esta fuerza de izquierda en el país andino.
Sin embargo, el ascenso de este partido sui generis –que combina elementos del nacionalismo revolucionario de los años ‘50, de la ideología katarista (indianista) de los ’70, de la izquierda marxista y de la Teología de la Liberación– no está libre de obstáculos. Luego de moderar su discurso –y apoyar críticamente a Carlos Mesa– para conquistar a las clases medias urbanas y mejorar sus chances electorales, el MAS volvió a sus orígenes: las movilizaciones sociales. Lo que, según algunos analistas, conspira contra las posibilidades presidenciales de Morales en 2007, debido al rechazo de estos sectores acomodados a los bloqueos de caminos –que se suma a los tradicionales prejuicios raciales que moldean las relaciones sociales en el país–. Entretanto, el MAS perdió al viejo líder minero y actual senador, Filemón Escobar, artífice de la alianza con Mesa y ahora parte del bloque oficialista en la Cámara alta. Y los otros siete senadores, pese a seguir el MAS, responden débilmente a las decisiones partidarias.
Muchos son los que advierten acerca de la escasa institucionalización interna de esta “federación de movimientos sociales” y de las prácticas caudillistas en su interior, lo que conspiraría contra sus posibilidades de manejar con eficacia el aparato estatal. “Nuestros principios ideológicos están firmes, pero falta establecer un programa”, admitió Morales durante los festejos del domingo.
En los últimos meses este movimiento se transformó en un defensor a capa y espada del 50 por ciento de regalías petroleras para el Estado y de la convocatoria a una asamblea constituyente que “refunde el país”. En las pasadas elecciones municipales, los masistas conquistaron 463 concejalías y 47 alcaldías, fundamentalmente en el área rural, desde las cuales –inspirados en la experiencia del PT de Brasil– sueñan con llegar al Palacio Quemado.
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