EL MUNDO
› LAS MARCAS DE JUAN PABLO II
Vaticano on line
Por W. U.
Quien suceda a Juan Pablo II tendrá la posibilidad de introducir cambios en la orientación de la Iglesia Católica, aunque ello no se produzca de manera inmediata. Son muchos los que anuncian transformaciones en lo doctrinal, en el magisterio y en las prácticas de la Iglesia. Por otra parte, cada papa –como cualquier líder o jefe de Estado– impone un estilo propio a su gestión, en el modo de gobierno y de relacionarse, en este caso con el mundo en general y con la feligresía en particular. Pero más allá de eso, Karol Wojtytla instaló prácticas que antes eran ajenas al Pontificado y que a partir de ahora quedarán como marcas, huellas que serán muy difíciles de desandar por sus sucesores.
Es un papa que gobernó la Iglesia saliendo de las puertas de Vaticano hacia fuera. Visitó 133 países, recorrió un millón 246 mil kilómetros y por ello se ganó el título de “Papa peregrino”. En Juan Pablo II ésta fue una decisión pastoral, porque estaba convencido de que su presencia personal en distintas partes del mundo aportaba a la evangelización, ensanchaba las fronteras de la Iglesia y le daba respaldo institucional y místico a la acción de cada comunidad católica local. Nunca antes un papa había viajado por el mundo como lo hizo Juan Pablo II y nunca antes un pontífice había llegado hasta el límite de poner los pies en territorios azotados por el conflicto. Cuando estuvo en esos países y mientras la salud se lo permitió, rompió muchas veces el protocolo para dialogar en forma directa con la gente, conocer sus opiniones y, por cierto, dar y recibir el afecto cercano. Siempre pidió que incluyeran en su agenda visitas a los lugares pobres, a los enfermos o los que estaban sufriendo. Quizá quien lo suceda no tenga la misma vocación viajera que Karol Wojtyla, pero nadie podrá en el futuro gobernar la Iglesia Católica instalado tranquilamente en Roma. Seguramente no hay más lugar para un pontificado de puertas adentro del Vaticano. De aquí en más se les exigirá a los pontífices presencia física en los países, en los foros internacionales y en el contacto directo, con el dolor, las alegrías y los problemas de los fieles en distintas partes del mundo.
Juan Pablo II fue un “Papa mediático”. Aprovechando el desarrollo tecnológico de las comunicaciones, la globalización de la imagen y del sonido, pero también por una decisión personal de utilizar el sistema masivo de medios como una herramienta para la expansión y difusión de su mensaje, Karol Wojtyla hizo uso permanente de los recursos de la comunicación. Ello ocurrió desde el comienzo del pontificado. En su primer viaje al exterior (México, 1979), ya quedó en evidencia la fascinación que los medios ejercían sobre el sacerdote polaco y el dominio escénico, la facilidad discursiva y la habilidad para generar impacto y empatía con las audiencias. A la vista de esto sus propios colaboradores, en particular a través del Centro Televisivo Vaticano controlado primero por los jesuitas y luego por el Opus Dei, y actuando en colaboración con la Radio Televisión Italiana, se encargaron de potenciar con aportes televisivos esa decisión de Juan Pablo II. No hay que perder de vista también que, más allá de los aspectos religiosos, el Papa es un recurso económico que mueve millones de turistas cada año hacia Roma. Difícilmente quien suceda a Juan Pablo II podrá eludir esa suerte de “magisterio electrónico” instalado por el último sucesor de Pedro.
Difícil, en cambio, será igualar su carisma con las masas. Los llantos que, antes por su presencia y ahora por su ausencia, registra la televisión de todo el mundo tienen que ver con el grado de adhesión popular y la empatía lograda por Karol Wojtyla aun más allá de las fronteras del catolicismo. Juan Pablo II fue un líder popular y carismático por encima de las fronteras de la Iglesia Católica y congregó masas aun en aquellos lugares donde el catolicismo es minoritario o poco influyente.