EL MUNDO
Una misa por el Papa con buena parte del gabinete
El cardenal primado ofició una misa solemne en la catedral antes de viajar a Roma. Estuvieron Cristina de Kirchner, Aníbal Fernández y Lavagna, entre otros. También asistió Alfonsín. El papábile Jorge Bergoglio tuvo hinchada propia.
Centenares de fieles católicos y de otras religiones estuvieron presentes en la misa exequial celebrada ayer en memoria del papa Juan Pablo II. Al ecuménico rito que tuvo lugar en una desbordada Catedral Metropolitana asistieron miembros del gabinete de ministros; la primera dama, Cristina de Kirchner, y el ex presidente Raúl Alfonsín, entre otros. La celebración fue presidida por el único argentino que protagonizará la elección del próximo obispo de Roma, el cardenal Jorge Bergoglio, quien en su homilía varias veces aplaudida destacó la “coherencia con la que (Karol Wojtyla) nunca engañó, mintió ni se doblegó” durante su vida. También estuvo el nuncio apostólico, Adriano Bernardini, capacitado para hablar “al pueblo argentino” en nombre del Papa muerto: “Seguro de interpretar al Sumo Pontífice, como su representante, tengo el honor de expresar sus gracias”, afirmó.
“¡Viva el Papa!”, exclamaron las señoras más enfáticas. “¡Viva monseñor Bergoglio!”, sonó inmediatamente; “¡viva!” fue el grito que precedió al aplauso general. Así, como una hinchada de fútbol que reclama al jugador más querido sentado en el banco de suplentes, la feligresía cerró la pomposa misa exequial. La condición de papábile del cardenal primado de la Argentina, Bergoglio, fue fervorosamente destacada por muchos de los allí presentes.
“Por pura coherencia, se embarró las manos y nos salvó de una masacre fratricida”, fue la frase utilizada por el prelado argentino para aludir a la intervención papal en el conflicto entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle y que despertó un efusivo aplauso, incluso de parte de quienes estuvieron en primera fila: el vicepresidente, Daniel Scioli; los ministros del Interior y Economía, Aníbal Fernández y Roberto Lavagna; la primera dama Cristina de Kirchner; el gobernador bonaerense, Felipe Solá. El que más cautivó las miradas y llevó el saludo de la feligresía fue el ex presidente Alfonsín, quien recibió a Juan Pablo II en 1987, durante su mandato. Por el templo también rondaron legisladores macristas y el juez de la Corte Suprema Antonio Boggiano.
El ecumenismo que fue prédica insistente del Papa fallecido tuvo lugar en una de las naves laterales del templo que estuvo ocupada por rabinos de la comunidad judía; el titular de la AMIA, Abraham Kaul; miembros de iglesias ortodoxas, Luterana, Presbiteriana, Anglicana y representantes del Centro Islámico. La capacidad estuvo excedida, de tal modo que fueron previstas pantallas en los pasillos laterales a la nave central y en las escalinatas que dan a la calle Rivadavia y frente a la cual se agrupó una gran cantidad de fieles, turistas y transeúntes curiosos. Encima del altar, había una imagen del Wojtyla sonriente y frente a él, escena que resume un aspecto de su papado: los dos púlpitos laterales desde los cuales los antiguos sacerdotes solían dar sus homilías, estaban ocupados por camarógrafos.
“Yo vine a ver al próximo Papa”, exageró Matilde Souza. “Yo no vine ni por el Papa ni por nadie, sino por el significado cultural de esta misa”, confesó Sofía, una adolescente. Como ella, hubo decenas y de distintas edades y también quienes mostraron tener una visión global de la elección, aunque de un modo particular: “Al parecer, el que más chance tiene es el de Brasil. Aunque el alemán viene bien. Necesitamos a alguien progresista, como Bergoglio, que es jesuita y progresista; no podemos volver a lo medieval”, analizó Alicia, de confesos 80 años.
Otros fueron más moderados, pero con expectativas similares. “El cardenal va a cumplir un buen papel para la Argentina porque es una réplica de Juan Pablo II, sobre todo por su ecumenismo”, evaluó la joven Paula, que en la mano tenía uno de los tantos panfletos que la agrupación Custodia se encargó de tirar al aire: “Ayer incendiaron las iglesias. Hoy destituyen a un obispo fiel. Impidamos los ultrajes del mañana”, decía el papel en clara alusión al peronismo y al ordinario castrense Antonio Baseotto.
Informe: Adrián Figueroa Díaz.