EL MUNDO
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EN LA CONGREGACION DE CARDENALES
Un testamento y un cardenal secreto
Dos misterios podrían develarse de modo inminente: el testamento espiritual del Papa y el cardenal que tenía “in pectore”.
Por Enric González*
Desde Roma
La tumba del papa Juan Pablo II ha sido ya excavada. Sus restos reposarán “en la tierra desnuda”, sin sarcófago, bajo una lápida “sencilla”, en el espacio de la cripta vaticana que hasta 2001 ocupó Juan XXIII. El rostro será cubierto con un paño blanco de seda y dentro del ataúd se introducirán algunas medallas acuñadas durante su pontificado, un texto biográfico y la mitra papal. La Congregación de Cardenales mantuvo ayer su tercera reunión para ultimar los detalles del funeral y el entierro, que se celebrarán el viernes y durarán en total unas tres horas y media. Los cardenales no fijaron todavía la fecha del cónclave. Quizá hoy lean el “testamento espiritual” de Juan Pablo II y lo den a conocer al público.
Monseñor Pietro Marini, maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, compareció ante la prensa tras la cotidiana reunión de cardenales para explicar algunos detalles de las ceremonias fúnebres. Comentó, por ejemplo, que las monedas que tradicionalmente se introducían en el ataúd, para permitir la datación de la tumba a las generaciones posteriores, serían sustituidas por medallas vaticanas recientes “porque lo de la lira y el euro era un lío”. A la pregunta de si “al menos” sería introducido en la caja “un saquito de tierra polaca”, respondió con un seco “no”. Sí estaba previsto colocar en la tumba el texto de la elegía biográfica que debía leerse en el funeral, dentro de un tubo sellado.
Marini estaba acompañado por el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, quien señaló que Karol Wojtyla no había dejado escrita ninguna disposición sobre su entierro y que, por tanto, las decisiones habían correspondido a la congregación cardenalicia, a la que ya se habían incorporado, tras prestar juramento de secreto, 91 miembros llegados de todo el mundo. Monseñor Marini precisó, sin embargo, que la sepultura en tierra, y no en sarcófago descubierto, sí había sido voluntad del Papa difunto, “expresada verbalmente” a su secretario, Stanislaw Dziwisz.
El “regente” del Vaticano, el camerlengo Eduardo Martínez Somalo, y los cardenales mantenían contactos frecuentes con el gobierno italiano para hacer frente a la avalancha de peregrinos. Los servicios de Protección Civil advertían a los recién llegados, mediante mensajes de teléfonos móviles, que debían prepararse para resistir muchas horas de cola. La estación Termini, el principal nudo ferroviario de Roma, fue rebautizada ayer, con carácter definitivo, como Estación Juan Pablo II.
Navarro-Valls sugirió en la conferencia de prensa que hoy miércoles los cardenales podrían examinar el “testamento espiritual” y los papeles póstumos de Juan Pablo II, “en los que tal vez figure el nombre del cardenal in pectore”. Ese cardenal desconocido que permanecía “en el pecho” del Papa, es decir, en secreto, una fórmula normalmente utilizada cuando el designado pertenece a una iglesia más o menos perseguida, sólo podría participar en el cónclave si su nombre fuera revelado antes de que comenzara el mismo.
Uno de los 117 cardenales electores, el filipino Jaime Sin, de 76 años, anunció su imposibilidad de participar en el cónclave debido a una enfermedad. Sin era considerado “papábile”, pero la diabetes y una seria disfunción renal le impedirán viajar a Roma. Otro de los teóricos “papábiles”, el cardenal nigeriano Francis Arinze, pareció autodescartarse como candidato: “Occidente aún no está preparado para un papa negro”, dijo. En el siglo V hubo un papa norafricano, el austero y riguroso Gelasio I, considerado precursor del franciscanismo, pero nunca nadie de raza negra ha ocupado la Catedral de San Pedro.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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