Mié 06.04.2005

EL MUNDO

Virtuosos a la fuerza en la ciudad de Karol Wojtyla

¿Los pubs? Cerrados. ¿Los prostíbulos? También. Droga no se consigue, y hasta los delincuentes parecen haber evacuado la ciudad para respetar el duelo que envuelve hasta el sábado a Cracovia, la ciudad de la que Karol Wojtyla saltó al Vaticano.

Por Pere Rusiñol *
Desde Cracovia

Cracovia se ha convertido estos días en una de las ciudades más duras del mundo para juerguistas y noctámbulos e incluso cinéfilos y amantes del teatro o de la música tranquila. La ciudad polaca, a cuya diócesis sirvió Karol Wojtyla durante 40 años, vive de facto una moratoria para cualquier acto de diversión y no se levantará hasta el viernes o el sábado, una vez celebrado el entierro de su hijo más querido. Las protestas son mínimas e incluso los delincuentes parecen haberse ido de vacaciones para respetar el duelo.
Tomar una copa a partir de medianoche se ha convertido casi en una odisea en Cracovia desde la noche del sábado, cuando trascendió la muerte de Juan Pablo II. Espontáneamente, los bares y clubes fueron cerrando. La mayoría de los establecimientos mantienen aún la decisión de cerrar mucho antes de lo habitual –o ni abren– mientras dure el duelo oficial. Todos los teatros, cines, y centros culturales han cerrado. Les Colours es uno de los pubs que permanecen más abiertos del muy de moda barrio judío de Cracovia y se destacaría hasta en el Barrio Latino de París. Pero el sábado, coincidiendo con la medianoche, sus camareros invitaban a los clientes a marcharse. “Es la forma de mostrar nuestro respeto por el Papa”, aclara Albert, de 25 años y con un piercing bajo el labio inferior.
Cerrado por defunción
La mayoría de los bares y discos de los alrededores –también los del centro histórico– hicieron lo mismo; y desde entonces se repite cada noche. “Da lo mismo abrir o cerrar, el club está casi vacío; nadie tiene humor para venir”, explica el camarero de Lubu Dubu cuando a las 23.30 advierte a los clientes que ya no servirá nada más. Encima del Lubu Dubu está Kitch, un club gay, la orientación sexual de cuyos clientes el Papa condenó siempre de forma tajante. Pero ni siquiera llega a abrir. Sus propietarios han colocado un cartel en la puerta: “Cerrado durante el tiempo de luto”. Es una señal que se repite monótonamente en cada lugar mínimamente asociado con la diversión, y de un modo espontáneo, ya que no hubo la mínima sugerencia eclesiástica en el sentido de que fuera así.
La mayoría de los clubes gays en esta ciudad enfervorizada también ha alterado su rutina por la muerte de Wojtyla. El más emblemático, 7klub, ha bajado el volumen de la música y ha suspendido los espectáculos de drag queens. La noche del lunes estaba semidesierto: ocho clientes se aburrían frente a una barra en la que se destacaba una bandera de la Unión Europea. Atak ha cerrado la parte dedicada a discoteca.
Nadie se queja abiertamente de esta situación; todos los consultados la comparten y la justifican por la excepcionalidad de la situación. “¿No lo comprendes? ¡Ha muerto nuestro Papa!”, exclama un adolescente, pese a que tiene ganas de trasnochar: no le importa caminar más de un kilómetro para llegar al único bar abierto en el centro histórico, la noche del pasado domingo. El bar es un tugurio insulso y los clientes escasean.
En la oficina de turismo informan pacientemente que todo está suspendido –en cines, teatros, salas de conciertos– hasta el sábado y su portavoz dice que los turistas lo entienden. Tras hojear un tríptico de la treintena de clubes donde es posible escuchar música en vivo en la ciudad, aconseja a los que quieren ir a un concierto que se dirijan al Harry’s Piano Bar, tras la iglesia de Santa María. Está programado un concierto de Stalowe Magnolia, pero al llegar se observa que todo está cancelado.
Las televisoras –públicas y privadas– emiten día y noche programas relacionados con Wojtyla. Las tres cadenas de televisión de música 24 horas –MTV Polonia, Viva y 4FunTV– también interrumpieron el fin de semana su programación. El martes volvían a emitir videoclips, pero seguían cancelados los programas y los chats. En casi todos los numerosísimos café-internet, la página de inicio es www.onet.pl, abierta para escribir mensajes sobre el Papa: hay colgados más de 300.000.
Lo prohibido está prohibido
El Prestige Night Club, frente al río Vístula, es uno de los locales predilectos de los amantes del sexo pago. La noche del lunes seguía cerrado y de su puerta colgaba un cartel, escrito a mano y con desgana: “Cerrado. Disculpen las molestias”. Al otro lado de la orilla, el Klub Nocky abrió, pero a las 23 horas del lunes no había ni un solo cliente en su decadente barra.
Los traficantes de droga que suelen merodear por el parque que rodea el centro histórico parecen haberse esfumado de golpe. Y la policía local ha detectado una disminución de los delitos en la ciudad desde el fallecimiento del Papa, aunque todavía no hay datos oficiales.
Los tétricos y desvencijados pasillos de la oficina central de la policía de Cracovia ya no conducen a ningún siniestro camarada. En el despacho de la portavoz se sienta ahora Sylwia Bobeo, de ojos claros y enorme crucifijo colgado del cuello. “No tenemos todavía estadísticas exactas, pero de la experiencia sobre el terreno queda claro que nuestro trabajo es estos días más tranquilo”. Y añade: “Puede decirse ya que las incidencias policiales han disminuido desde que Juan Pablo II falleció”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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