El clima emocionado en el que se celebró ayer el funeral de despedida a Juan Pablo II acabó por contagiar a los más de 70 jefes de Estado y de Gobierno que junto a casi 2500 personalidades participaron en la ceremonia. La consecuencia más notable de esta coyuntural atmósfera de concordia fue el afectuoso saludo, con apretón de manos incluido, entre los presidentes de Israel, Moshe Katzav, y Siria, Bashar el Assad, líderes de dos países oficialmente en guerra, y un breve y amistoso diálogo entre el primero y Mohamed Jatami, presidente de Irán, país al que Israel acusa de querer desarrollar armas nucleares a fin de destruirla.
El descomunal despliegue de seguridad funcionó a la perfección, sin que se produjeran incidentes, excepto la alarma desatada por un avión que sobrevolaba Roma, presuntamente con una bomba a bordo. Al final, resultó ser un jet privado procedente de Belgrado que se dirigía al aeropuerto de Ciampino para recoger a la delegación de Macedonia, que había acudido al funeral. El avión fue obligado a aterrizar en una base militar, donde se comprobó que no había huella alguna de bomba o explosivos, después de lo cual fue autorizado a seguir su camino. En la Plaza San Pedro, sin embargo, sólo se vieron gestos distendidos y amistosos, incluso entre enemigos, como los presidentes de Israel y Siria. La noticia del saludo entre ambos dirigentes fue difundida inmediatamente por la radio israelí, según la cual Katzav, de origen iraní, tuvo oportunidad también de hablar en su lengua materna, el farsi, con el presidente iraní Mohamed Jatami, sentado muy cerca de él. El propio Katsav explicó después lo ocurrido al diario Maariv, que colocó las declaraciones en su página web: “El presidente sirio estaba allí. Intercambiamos sonrisas y nos estrechamos las manos”. Katsav declaró que el presidente Bashar el Assad tomó la iniciativa justo cuando en la misa se llegó al rito de la paz y los asistentes intercambiaron saludos.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.