Mié 13.04.2005

EL MUNDO

El Papa ha muerto, viva la papamanía

El Vaticano está ampliando la cobertura televisiva a los actos previos al cónclave, y sigue la caravana de peregrinos.

Por Lola Galán *
Desde Roma

La televisión vaticana está batiendo records de audiencia y pulverizando todos los tabúes internos en estos días de máximo interés informativo. Ayer fue transmitida en directo una ceremonia tan íntima como la procesión de cardenales que bajaron hasta la tumba de Juan Pablo II, en la cripta vaticana, para rendir un último homenaje al Pontífice, en vísperas del cónclave. La misa Pro Eligendo Pontifice con la que se iniciará oficialmente el período de elección, el lunes próximo, será presidida por el cardenal Josef Ratzinger y transmitida a todo el mundo.
Vestidos de rojo, y de dos en dos, los 137 cardenales presentes en Roma saludaron con una inclinación de cabeza, algunos con una genuflexión, al Papa polaco, enterrado bajo una lápida de mármol claro, con su nombre escrito en latín y las fechas de su elección papal y de su muerte. La visita se produjo al final de la quinta misa de los Novendiales, presidida por el cardenal Sales de Araujo, que reunió a miles de fieles en la Basílica de San Pedro. El homenaje de los cardenales precede al que previsiblemente rendirán al Pontífice hoy decenas de miles de peregrinos autorizados, finalmente, a visitar el lugar donde reposa desde el pasado viernes.
Para el Vaticano, el culto a este Papa, santo por aclamación popular como aseguran algunos de sus más estrechos colaboradores, está más que justificado a la vista del balance oficial de una semana de exequias y peregrinaciones. Según datos difundidos por la Santa Sede, la muerte del Pontífice y los funerales solemnes han congregado en Roma a tres millones de peregrinos y a más de 6000 periodistas. Entre el 2 y el 8 de abril pasado, 137 redes televisivas de 81 países –sin contar las 80 estaciones ligadas a Mundovisión– difundieron las imágenes de las manifestaciones de duelo por el Papa, servidas por el Centro Televisivo Vaticano, mientras por la ciudad discurría un río humano calculado en tres millones de peregrinos y curiosos. En esa semana, la página web de la Santa Sede recibía la desorbitada cifra de 1,3 millones de visitas y en la Basílica de San Pedro entraban, cada hora, una media de 21.000 personas. Cifras que justifican por sí solas la tentación creciente que se observa en la Santa Sede de aprovechar al máximo la onda de emoción o de interés mediático suscitada por la figura de Juan Pablo II y su muerte. Según el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, la octava congregación de cardenales mantuvo ayer “un intercambio de ideas sobre la situación general de la Iglesia en el mundo”, después de haber escuchado del cardenal Sergio Sebastián, ministro de Economía del Vaticano, que hizo una exposición de la situación financiera.
Mientras en los medios de comunicación se discute sobre los problemas que afronta la Iglesia Católica en este tercer milenio, empezando por el de la coexistencia con el Islam, la otra gran religión monoteísta, los cardenales se interesaron, en particular, por los detalles de transporte desde la Casa Santa Marta –donde residirán a partir del domingo– a la Capilla Sixtina, donde se desarrollará el cónclave. La Iglesia no es la única gran beneficiaria de la notoriedad planetaria de Wojtyla. Por razones obvias, esa herencia recae también en la ciudad de Roma, que dispone desde hoy de una nueva atracción turístico-religiosa, la tumba del Papa. Lleno de agradecimiento, el alcalde de la ciudad, Walter Veltroni, de centroizquierda, ha decidido rebautizar la principal estación romana, Termini, con el nombre del Papa. De momento, es sólo una propuesta que ha desatado una considerable polémica. Son muchos los ciudadanos que no ven especial conexión entre un Papa, por santo que sea, y una estación de ferrocarril, máxime si, como en el caso de Termini, no es un sitio de los más recomendables de Roma, pese a la reciente rehabilitación. La iniciativa de Veltroni ha provocado indignación en los sectores laicos. En un documento suscripto por trescientas personalidades del mundo académico, de la cultura y la política y colgado en la página web del movimiento italialaica.it se denuncia una decisión “que culmina de forma excesiva el delirio idolátrico que ha invadido estos días a la sociedad italiana, un delirio en el que se pierde cualquier sentido del carácter laico de las instituciones”.
Pero a los movimientos laicos les esperan todavía días de prueba. El Vaticano facilitó ayer nuevos detalles del ceremonial que rodeará al cónclave. Los purpurados, en traje coral, desfilarán desde el Aula de las Bendiciones a la Capilla Sixtina, cantando la “Letanía de los Santos”, acompañados por un considerable cortejo de secretarios, maestros de ceremonia, sacerdotes confesores y predicadores, además de los miembros de la Capilla Musical Pontificia. Pese al hermetismo absoluto en el que se desarrollará la elección –con cuatro votaciones al día, y un día de meditación cada tres–, la solemne procesión será televisada. Desde ese momento hasta la elección del nuevo Papa pueden pasar dos o tres días, si el cónclave es breve como en el caso de la mayor parte de los celebrados en el siglo XX. Pero nadie puede descartar que las deliberaciones en la Capilla Sixtina se prolonguen. En ese caso, y si se superaran las 34 votaciones sin que ningún candidato obtuviera los dos tercios de los votos más uno (77), se pasaría a una votación de desempate entre los dos cardenales más votados o a la elección del candidato que obtuviera la mitad más uno de los sufragios. Sólo así se llegaría al final del proceso, y el interés por las cuestiones vaticanas volvería a la normalidad.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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