Mié 04.05.2005

EL MUNDO

Ecuador es un Palacio de cristal sobre un terremoto

Alfredo Palacio encabeza un gobierno tecnócrata que promete moderación. Pero tácitamente pervive el que “se vayan todos”.

Por Daniela Creamer*
Desde Quito

Dos semanas después del derrocamiento del ex presidente Lucio Gutiérrez, Ecuador parece regresar a la calma y a trazar un nuevo rumbo político. Su sucesor, Alfredo Palacio, ha cambiado el discurso que tanto dividió a la sociedad, dejó maltrecha a la clase política y colocó al país al borde el enfrentamiento. Palacio ha anunciado medidas para “refundar el Ecuador del siglo XXI”, su meta para el año y ocho meses que le restan de presidencia.
Desde que asumió la presidencia, el 20 de abril, Palacio se enfrenta a dos problemas: recuperar el crédito de la sociedad ecuatoriana y lograr el reconocimiento exterior. Para lograr este último no ha dejado de insistir en que su gobierno honrará la deuda externa y todos sus compromisos firmados. En el frente interno promete una redistribución presupuestaria para invertir recursos en cuatro áreas clave: salud, educación, protección social y reactivación productiva, muy descuidadas por el régimen anterior.
Su entrevista con la embajadora de Estados Unidos en Quito, Kristie Kenney, le ha supuesto de hecho el primer aval internacional de su mandato. También logró de alguna manera el de la UE, que reiteró sus buenas relaciones con Ecuador. Ahora espera el de la Organización de Estados Americanos (OEA). Una misión de este organismo panamericano visitó la semana pasada la capital ecuatoriana para analizar in situ lo ocurrido y determinar si el derrocamiento de Gutiérrez se ajustaba o no a derecho. La delegación, invitada por el gobierno, viajó a Quito apoyada en una resolución de la OEA que instaba a “todos los sectores políticos, sociales y económicos (de Ecuador) a que, mediante el diálogo y la participación constructiva, fortalezcan la gobernabilidad y aseguren el pleno respeto del orden democrático”.
Aunque los delegados no han querido anticipar sus conclusiones, que en breve analizará el plenario de la OEA en Washington, hay algunas pistas. Uno de los delegados, el peruano Alberto Borea, hostil al cambio de presidente, destacó que Ecuador se encontraba en orden, y el venezolano Rafael Valero fue más lejos al declarar que lo sucedido era “una lección de democracia”.
Pero ese orden es frágil. Muchos de los que participaron en la caída de Gutiérrez mantienen su lema de “que se vayan todos”, refiriéndose a la clase política, exigen unas elecciones anticipadas, la formación de una asamblea constituyente y la redacción de una nueva ley fundamental.
Mientras, Alfredo Palacio, cardiólogo y apolítico, trata de asentarse en el gobierno. En sus primeros nombramientos ministeriales ha buscado a ciudadanos no afiliados a partido político alguno, inclinándose por técnicos en sus respectivas ramas. El nuevo gobernante ha reiterado su respeto absoluto por la institucionalidad, única vía para fortalecer la democracia. Según su filosofía, Ecuador respetará los acuerdos internacionales suscritos hasta la fecha y esa línea afecta también a la base de Manta, eje de la lucha regional de EE.UU. contra el narcotráfico. “Es un convenio vigente hasta el 2009 y será el gobierno de esa época el que defina si lo prorroga o no”, aseguró.
Respecto de la relación bilateral con EE.UU. y la negociación del Tratado de Libre Comercio, Palacio aseguró que Ecuador no puede cerrarse a estos procesos, pero que en esa misma medida exige que se busque el beneficio común. “Las naciones respetan a los que se hacen respetar”, dijo. En el mismo sentido se pronunció sobre el Plan Colombia y aseguró que ése es un proyecto en el que Ecuador no intervendrá y que si se ha trasladado o se necesita movilizar a efectivos militares hacia la frontera norte, esto se hará solo dentro de la jurisdicción ecuatoriana.
Palacio quiere un acuerdo sobre las preguntas de una posible consulta popular, que podría dar paso a una asamblea constituyente. De esta manera el presidente descartó, una vez más, el anticipo de las elecciones, puesto que la ley establece claramente que el vicepresidente reemplace al mandatario destituido durante el período para el cual fue elegido.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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