EL MUNDO
› ANTICIPAN UN “NO” ROTUNDO EN EL REFERENDUM DE LA UE
Pour la gloire de la France
Con una plataforma basada en el rechazo al capitalismo anglosajón, a los inmigrantes y a la exportación de puestos de trabajo, el “no” parece prevalecer en el referéndum francés de hoy sobre la Constitución Europea.
Por Eduardo Febbro
Desde París
“Francia retiene la respiración.” El titular de la última edición del vespertino francés Le Monde muestra el grado de incertidumbre que reina en el país 24 horas antes del referéndum para aprobar o rechazar el Tratado Constitucional europeo. Durante la última semana, el “no” progresó hasta llegar el jueves a casi un 55 por ciento de intenciones de voto, pero las intervenciones masivas de los partidarios del “sí” parecen haber corregido entre el viernes y el sábado el ascenso de los adversarios del tratado. Los sondeos de opinión previos al voto indicaban ayer que el “no” había bajado al 52 por ciento, mientras que una franja que alcanza el 20 por ciento de los electores aún no había decidido por qué corriente votar.
Sin embargo, pese a los mensajes alentadores y positivos del gobierno conservador de Jacques Chirac y del sector oficialista del PS que hace campaña por el “sí”, la resignación y la certeza de que es imposible dar vuelta el margen negativo prevalece por encima de todos los análisis. Nicolas Sarkozy, presidente del derechista UMP, Unión por un Movimiento Popular, declaró a sus allegados que hacía tiempo que decía que “todo está perdido”. La campaña por el referéndum revistió visos dramáticos cuando, al filo de la navaja, el presidente francés intervino en la televisión con un mensaje en el que pidió a los franceses que no se “equivocaran de pregunta”, es decir, que la decisión no consistía en castigar a su gobierno sino en votar a favor de la construcción europea. La aparición presidencial dio la impresión de un intento desesperado de un hombre que, por jugar con las urnas, puso en peligro la estabilidad europea. Consciente de que es la acción del ejecutivo la que suscita el mayor número de votos negativos, Chirac quiere darle “un nuevo impulso” a su política para responder “a las inquietudes” y a las expectativas. Aunque analistas, partidarios y adversarios del jefe del Estado consideraron que Jacques Chirac había salido a la arena demasiado tarde.
Un alto responsable de la mayoría parlamentaria comentó que “la izquierda y la derecha, están como las Torres Gemelas de Manhattan luego del ataque del 11 de septiembre. No se sabe cuál de las dos caerá primero, pero las dos se van a caer”. Lo que se prefigura detrás del voto de hoy es un sismo político: a la derecha se espera un cambio de primer ministro y el reemplazo de las jefaturas de los partidos de la mayoría presidencial. A la izquierda, la guerra interna entre el primer secretario del PS, François Hollande, a favor del “sí”, y de su adversario, Laurent Fabius, rey del “no”, tendrá el ganador que designen las urnas este domingo. Sea cuál fuere el resultado, el socialismo francés será también una de las víctimas del Tratado Constitucional.
El gobierno francés también ha anticipado una derrota. Su jefe, Jean Pierre Raffarin, advirtió a sus allegados que analizaran anticipadamente la forma en que se iba a enfrentar la victoria del no. Como si fuera poco, Chirac se adelantó a decir que si el “no” pasa, no dimitiría, frase que muchos interpretan como un claro signo de derrota. La derecha gobernante se asemeja a un rebaño espantado. Ministros, secretarios de Estado y caciques buscan un culpable en sus vecinos para conservar el poder que el Tratado Constitucional está poniendo en tela de juicio. Pocas veces un tema político había polarizado tanto a la sociedad francesa. Las calles están tapizadas de afiches por o contra la Constitución, la gente discute abiertamente en los bares y en el seno de las familias y hasta los niños participan en el debate social. Se percibe igualmente una amplia zona de la población que desconoce el contenido del tratado, que está convencida de que el texto sacrificará las conquistas sociales de Francia y, por ende, que quiere castigar al gobierno por su política y prevenir los males futuros.
Simultáneamente, esos mismos electores temen que Francia pierda su posición de líder en el seno de Europa en el caso de que gane el “no” y, al final, no saben en qué urna votar. “Cállate la boca, si votas que ‘sí’ es porque eres un burgués europeísta y no perteneces a la clase obrera”, decía a su vecino de mesa un hombre robusto en un bar del coqueto distrito 5 de la capital francesa. El otro, ofuscado, pero contenido, le dijo: “Europa no es un signo de burguesía o proletariado sino una esperanza para todos de un futuro mejor”. La mitad del bar aplaudió, la otra lo silbó con nutrida insistencia.
El “sí” y el “no” son incapaces de ponerse de acuerdo en torno de un puñado de argumentos claros. En ambas intenciones se mezclan miedos ancestrales, juicios contra el poder y consideraciones secundarias –menos lo que realmente cuenta–: qué es Europa, qué se quiere hacer con ella, qué lugar y qué alcance tiene el Tratado Constitucional en la construcción europea. Esa respuesta es difícil de obtener y sólo los segmentos más capacitados de la sociedad han elaborado un esquema coherente para afianzar su decisión. Adentro de la “bolsa” constitucional europea los electores franceses ponen sus críticas contra el gobierno, las cuentas pendientes que quedaron del pasado, el rechazo a las reformas sociales costosas –semana laboral, pensiones, funcionarios, salarios–, el terror a que Francia se vea invadida por una ola de productos o inmigrantes provenientes de Europa del Este y, por el lado del “sí”, la esperanza de que el afianzamiento de la UE deje al viejo mundo en una posición más fuerte en el plano internacional. “Si votan “no” asesinarán a Europa”, dijo François Hollande.
Los hasta no hace mucho marginados defensores del “no” se frotan las manos. Todos los que se oponen a los excesos del librecambio, el liberalismo, a los ajustes peligrosos y al traslado de las empresas a otros países consideran que “existe una insurrección ciudadana que se acaba de poner en marcha”. La fuerza con que el “no” se impuso en el horizonte político sobresale frente a la opresiva certeza del campo del “sí”. Gobierno y socialistas pensaron que el referéndum sería una formalidad, sin otra trascendencia que la de beneficiar al jefe de Estado. Del 68 por ciento en los sondeos de opinión, el “sí” bajó la barrera del 48 por ciento en poco más de seis semanas. Movilizados en la urgencia, pero con todos los medios a su disposición, radio, televisión, aparato estatal, editorialistas, los ejércitos del “sí” no lograron revertir la tendencia. Más bien, amplificaron el aislamiento del “no” para instalarlo en la agenda como una aplanadora de los esquemas y pactos políticos nacionales. “No a la Constitución de Chirac”, “No a una Constitución que sacrificará nuestras conquistas sociales”, “No al Tratado Constitucional que incluye un cheque en blanco para la derecha”.
Los afiches y las proclamas son inconfundibles. Para muchos electores, el texto europeo es la flecha de la punición. Al parecer, quienes se encuentren en su medio ambiente serán un objetivo de la revancha. A menos que los indecisos cambien el rumbo, la cuestión europea habrá hecho del país fundador su primera víctima mortal.