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› EL PRESIDENTE RECOMPONE SU GOBIERNO
CON VISTAS A LAS ELECCIONES DE 2006
Vivir en el Brasil después de Dirceu
Los escándalos de corrupción han hecho poca mella en la popularidad de Lula, que ha bajado cuatro puntos pero está en un 56 por ciento. Sin embargo, la embestida contra su gobierno continúa a la zaga de la renuncia de José Dirceu, su ministro más importante.
Por Juan Arias *
Desde Río de Janeiro
Según apuntaban ayer todos los analistas políticos, sin José Dirceu, el todopoderoso ministro brasileño que dimitió la noche del jueves zarandeado por los escándalos de corrupción, ya ni el gobierno ni el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, serán los mismos. Dirceu vuelve como diputado al Parlamento para defenderse de las graves acusaciones que le hiciera Roberto Jefferson. Lula tiene previsto completar su reforma ministerial la semana próxima, para la que contará con personalidades de la sociedad civil y evitar así que los partidos aliados, acusados de corrupción, ocupen carteras. El escándalo tuvo poco impacto en la aprobación al gobierno y según divulgaron las encuestas difundidas ayer, si las elecciones fueran hoy, Lula ganaría fácilmente.
Si Lula quiere rehacer las fragmentadas y débiles alianzas parlamentarias tras la crisis creada por el PTB, uno de los partidos más fieles al gobierno, tendrá que sacrificar ministerios hoy en manos del PT (Partido de los Trabajadores) para entregarlos a los partidos aliados, varios de los cuales están como el PT bajo la guillotina de las acusaciones de corrupción. De ahí el que Lula esté pensando en llamar al gobierno a personalidades de la sociedad civil fuera de los partidos. Una de esas personalidades invitadas ha sido el famoso empresario Abílio Diniz, del grupo de supermercados Pao de Açúcar. Puesto que Dirceu, ex presidente del PT, el hombre fuerte del partido, vuelve a su condición de diputado militante, ahora Lula podría sentirse más libre para centrarse en su gobierno. Lula tiene ahora menos ataduras con su partido de origen, del que siempre se ha quejado ante sus amigos, de que no colaboraba con excesivo entusiasmo en su proyecto, considerado por el PT como excesivamente liberal. Al permitir que Dirceu saliera del gobierno en medio de la mayor crisis política de los últimos años, Lula ha querido preservar no sólo su imagen, sino la continuación de su proyecto político.
Hasta ahora, según encuestas difundidas ayer, quien menos ha sufrido las consecuencias de los escándalos ha sido el propio Lula, cuya popularidad cayó cuatro puntos pero se mantiene por encima del 50 por ciento. Hoy sería reelegido aunque en una segunda vuelta, a pesar de que el 70 por ciento de la población admite la existencia de corrupción en el gobierno. Lula parece intocable para la opinión pública, aunque la imagen del gobierno y del Congreso se deterioró a raíz de las denuncias de corrupción. El índice de aprobación del gobierno disminuyó del 58 al 55 por ciento entre marzo y junio, mientras que la desaprobación subió en el mismo período de 33 a 38 puntos porcentuales. Respecto del Congreso, quienes lo consideran “pésimo” pasaron del 36 por ciento en mayo pasado al 42 en junio.
El presidente ayer respaldó públicamente al cuestionado ex ministro de la Casa Civil, mientras el diputado denunciante Roberto Jefferson subió la apuesta al afirmar que el renunciante “es el jefe del mayor esquema de corrupción que vi en los últimos años”. Ayer se difundió una carta de Lula en respuesta a la carta de renuncia de Dirceu. “Sólo personas de su grandeza son capaces de ese gesto”, afirmó Lula al comentar la decisión de su principal ministro de abandonar el gobierno. “La Cámara de Diputados, la casa del pueblo brasileño, será desde donde usted podrá rebatir las infundadas acusaciones lanzadas por quienes quieren destruir nuestra historia y nuestro proyecto de cambios sociales”, destacó Lula en su texto. Lejos de esa calificación, Je-
fferson, quien recibió el apoyo de sus copartidarios y fue ratificado en el cargo como presidente del PTB, volvió a la carga contra Dirceu acusándolo de ser “el jefe del mayor esquema de corrupción que vi en los últimos años”. Un PT dividido se encontrará hoy en una crucial reunión extraordinaria de la dirección nacional convocada en San Pablo para decidir si destituye a su tesorero, Delubio Soares, y al secretario general, Silvio Pereira, directamente señalados en las denuncias. Aunque esa reunión no tiene agenda oficial, se discutirá la depuración de la dirección ejecutiva del PT y la búsqueda de una defensa efectiva ante la avalancha de denuncias.
Sin Dirceu, el presidente podría ahora sentirse más libre, con menos ataduras por parte de su partido dividido en tres corrientes (mayoritaria, centrista y de izquierda) para llevar a cabo reformas que, según él mismo confesaba, no siempre le dejaban hacer. No se puede olvidar que a pesar de que Dirceu estaba considerado como la mente de Lula, entre ellos, viejos compañeros de lucha, siempre existió una sorda lucha política. Más liberal Lula y más de izquierda Dirceu. Más sindicalista Lula y más político Dirceu. Al despedirse del gobierno, Dirceu, tras haber hecho infinitos elogios a Lula, dijo que siempre había soñado “gobernar Brasil junto a él”, añadiendo que “Lula representaba la emoción y él la racionalidad”. Ahora Lula deberá demostrar que además de su conocida emotividad será capaz de gobernar no sólo con el corazón sino también con la cabeza.
Acabe como acabe la guerra entre Jefferson y el PT –algo que deberán dilucidar las comisiones de investigación del Parlamento que comenzaron a funcionar ayer–, lo que ya nunca serán iguales son las relaciones entre Lula y el PT. Hoy Lula, arropado tanto por la opinión pública interna como externa, ya podría caminar sin las muletas de su partido. No se puede olvidar que, poco después de su triunfo electoral, Lula llegó a confesar en un viaje a Estados Unidos: “Yo nunca fui de izquierda”. Y, de hecho, los problemas de Lula con el PT no son con la llamada ala mayoritaria, sino sobre todo con el ala de la izquierda, que pide un cambio radical en el modelo económico neoliberal defendido por el ministro de Economía, Antonio Palocci, quien siempre mantuvo una lucha con Dirceu que exigía una política económica más centrada en el gasto social que en la defensa del superávit fiscal.
No es esta la primera vez que Brasil, desde la llegada de la democracia tras la dictadura militar, tiene que atravesar crisis políticas difíciles. Hubo hasta el impeachment de un presidente, como Fernando Collor. Un senador opositor que integra la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre el caso de corrupción en los correos evocó el riesgo de que esa investigación conduzca a un proceso de destitución de Lula. “Temo una crisis institucional derivada de un proceso de ‘impeachment’ (destitución), pues puede llevar al país a una inestabilidad muy grande”, dijo el senador Jefferson Peres, del Partido Democrático Trabalhista (PDT). Peres, uno de los 32 miembros de la CPI, se declaró convencido de que Lula estaba al tanto de la supuesta compra de apoyo político del PT. “No creo que el presidente Lula sea capaz de un acto deshonesto, en el sentido de enriquecimiento ilícito. Ahora, que él sabía, con seguridad que sabía”, agregó el senador. Por su parte, el líder de la oposición, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, acaba de afirmar que su partido, el PSDB (Partido Socialista Democrático de Brasil) “no quiere echar leña al fuego”, aunque exige, eso sí, que se depuren todas las presuntas acusaciones de corrupción y que sean castigados los culpables. Cardoso ha querido subrayar, en este momento delicado, que las instituciones del Estado son firmes y que “la democracia está garantizada”. La opinión pública, aunque enfurecida con los políticos presuntamente corruptos, sigue dando credibilidad a la democracia y no teme posibles golpes. De ahí el que fueran recibidas mal las palabras de Dirceu, en su discurso de despedida, cuando dijo que salía para luchar contra quienes pretenden “desestabilizar las instituciones democráticas del país”. Ayer los comentaristas políticos le recordaron a Dirceu que nunca existió en este país una oposición tan responsable, la cual está a mil años luz de una voluntad de querer quebrar la democracia ni de lanzar al país al caos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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