Sáb 18.06.2005

EL MUNDO

“Queremos una izquierda nacional viable como la de Lula o Kirchner”

Después de los traumáticos hechos que terminaron con la salida de Carlos Mesa en Bolivia, la renuncia a la sucesión por Hormando Vaca Díez allanó el camino a elecciones generales. Pero todo no está dicho. Aquí, lo que dijo Vaca a Página/12.

› Por Eduardo Febbro

Hormando Vaca Díez, el presidente del Congreso, es el arquitecto de la salida constitucional en Bolivia. Es el quien hoy promueve la idea de un nuevo período legislativo capaz, dice, de “generar legitimidad en el sistema”. No hay en La Paz otro nombre más vilipendiado y pintado que el suyo. Los graffitis contra Vaca Díez cubren toda la melodía de la rabia popular. El hombre, sin embargo, se muestra sereno y confiado. Sentado en su escritorio de la vicepresidencia, Vaca Díez repite a quien quiera oírlo que fue víctima de un complot destinado a impedirle que asumiera la presidencia de la República tal como lo definía la línea constitucional. En los momentos más dramáticos e inciertos que vivía Bolivia, Vaca Díez renunció a la sucesión presidencial. Ello despejó el camino para que Eduardo Rodríguez, el entonces presidente de la Corte Suprema, accediera al sillón presidencial. Vaca Díez plantea ahora una de las demandas más fuertes de los líderes de los movimientos sociales, la celebración de elecciones generales adelantadas. Pero esa solución empezó a trabarse el jueves, cuando surgió que gran parte de los congresistas, que antes habían prometido renunciar a sus bancas para allanar el camino a la renovación del Poder Legislativo, insiste en quedarse. Esto fue lo que Vaca Díez le dijo a Página/12.
–Después de haber sido acusado de pretender ocupar el sillón presidencial a cualquier precio, usted es hoy el arquitecto de una salida constitucional no contemplada en el mandato de Eduardo Rodríguez pero reclamada por toda la sociedad: las elecciones legislativas anticipadas.
–El escenario ha cambiado. De acuerdo con la actual norma constitucional, el presidente debe convocar a elecciones para presidente y vicepresidente. Una vez electos, ambos asumen hasta el final del período actual, que llega hasta el 2007, con un Congreso que continúa hasta el mismo período. Ahora, lo real es que existe un sentimiento nacional muy fuerte de que eso no es una solución. No se puede continuar dos años más en la transitoriedad porque esto genera niveles de incertidumbre que dan lugar a gobiernos que, por su misma naturaleza, no toman decisiones de fondo. Por eso existe el sentimiento de que es necesario ir a un proceso electoral completo, o sea, un nuevo período constitucional de cinco años con la elección de presidente, senadores y diputados. Si logramos obtener los dos tercios en el Congreso nacional a fin de adecuar la Constitución a esta realidad, me parece que diciembre es una buena fecha para las elecciones generales. La gente siente que necesitamos un gobierno de cinco años con el tiempo suficiente para generar políticas que surjan de una nueva legitimidad. Esta es la salida que estamos concertando. Yo ya le he dicho a Evo Morales que construyamos una nueva legitimidad. Es una necesidad nacional.
–¿Usted considera que el clima político actual permite esa construcción? La desconfianza y el encono de la sociedad son enormes.
–Acá se ha presentado la demanda de que yo renuncie a la sucesión presidencial como un tema de confrontación entre las regiones, Oriente contra Occidente y viceversa. El tema en Bolivia no es ése. Desataron los demonios por nada. El tema verdadero de un país diverso es complementarse y generar unidad en la diversidad y no en la confrontación. El problema de Bolivia es un problema de pobreza, de necesidad de empleo, un problema de desenvolverse en democracia. Yo siempre he dicho: todo en el marco de la Constitución, nada fuera de ella. La sucesión presidencial ha dado lugar a una tranquilidad que no será definitiva si no generamos nuevos escenarios.
–Pero la sociedad boliviana está muy radicalizada. ¿Qué modelo de desarrollo propone usted para un país tan polarizado?
–En Bolivia estamos muy confundidos. Hay alguna gente que piensa que podemos hacerlo todo sin considerar cosas tan elementales como el hecho de que vivimos en un mundo globalizado y que, por consiguiente, o nos insertamos de la mejor manera según el interés nacional o nos van a insertar a las patadas. Acá creemos que todo el mundo desea y necesita nuestro gas, que podemos hacerlo solos y que la inversión extranjera no nos hace falta. Con el escaso ahorro de un país pobre, sin inversión extranjera es imposible desarrollar al país y generar empleo. Ahora bien, hay un componente que sacudió mucho a los sectores populares y medios. Es la Ley de Hidrocarburos. La anterior ley dejaba muy poco para el país. Pero ocurrió que caímos en la trampa del referéndum que planteó el ex presidente Carlos Mesa y comenzaron los problemas. Lo mejor hubiese sido determinar regalías e impuestos en un 50 por ciento, ni un peso más, ni un peso menos. Hemos desatado los demonios. Nadie le habla claro al país. Creo que ha llegado el momento de hablarles claro a los bolivianos. Si yo hubiese querido ser presidente, bastaba un decreto de nacionalización y entonces bajaba desde el aeropuerto hasta el Palacio. Eso no es responsable. Hemos estado viviendo de discursos, hemos generado una sensación de que el país lo podía todo, hemos tenido un presidente que estaba pero no gobernaba. Aquí ha habido una confusión discursiva muy grande. Vendedores de ilusiones. Necesitamos reacomodar la política para reacomodar la economía.
–¿Desde qué opción política?
–Desde una visión de una izquierda nacional viable. Por ejemplo, una izquierda nacional viable es la que están planteando el presidente Lula o el presidente Kirch-
ner. Pero una izquierda nacional endogenista con matices ideológicos de izquierda trasnochada, ya hemos tenido en Bolivia muchas experiencias. Eso conduce a gobiernos totalitarios de derecha. Yo tengo esperanza de que, a partir de legitimación de los nuevos poderes mediante el voto ciudadano, demos nuevas señales. Yo ya les reclamé a los organismos de crédito internacionales que asuman su cuota de responsabilidad en este neoliberalismo salvaje con el que desmantelaron al Estado. Creyeron que el mercado lo resolvía todo, la pobreza, el empleo, la exclusión, la distribución con equidad. Tenemos un Estado que carece de los medios para dar una respuesta mínima a las necesidades de la gente. Hay que reconstruir el Estado, no un Estado empresario sino un Estado fuerte.
–Esa legislatura que, si se dan los dos tercios necesarios saldrá de los próximos comicios, asumirá el poder antes de la Asamblea Constituyente. En suma, todos los defectos que se le incriminan hoy a la Constitución boliviana seguirán vigentes, en especial el hecho de que no habrá segunda vuelta para elegir al presidente de la República.
–Esa figura no es posible adoptarla ahora. Nuestras reformas parciales tienen dos tiempos. Un período congresal de cinco años hace ley de la necesidad de la reforma y el siguiente la considera. Eso formará parte de un proceso de reforma más integral. Puede pensarse por ejemplo en que el próximo Congreso sea constituyente. Ahora bien, hay sectores sociales que plantean la Asamblea Constituyente con una visión corporativa. Hay dos postulados distintos. Pero hoy podemos adoptar una ley de necesidad que diga: “El próximo Congreso podrá funcionar como Congreso Constituyente”. Lo mismo ocurre con las autonomías, que se pueden incorporar en esa ley de necesidad.

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