Mar 21.06.2005

EL MUNDO

Presentando al jefe de la nueva “Europa británica”

Tony Blair, cuyo país asume la presidencia de la fracturada Unión Europea el 1° de julio próximo, volvió a romper lanzas ayer con Francia y Alemania.

Por Walter Oppenheimer *
Desde Londres

Tony Blair dejó ayer claro que no está para compromisos y que, al vetar los presupuestos europeos, hacía algo más que defender el cheque británico: estaba aprovechando la debilidad del eje franco-alemán para abrir una batalla en defensa del modelo de Unión Europea que quieren los británicos. En su comparecencia ante la Cámara de los Comunes para dar cuenta de los desacuerdos de Bruselas, esquivó cualquier ademán reconciliatorio y, aunque se comprometió a trabajar por un acuerdo bajo presidencia británica, lo hizo refiriéndose sólo a los nuevos socios del Este, los más perjudicados por el fiasco presupuestario.
“Se ha dicho que la incapacidad de lograr un acuerdo ha profundizado la crisis de Europa; que la credibilidad de Europa exigía un acuerdo”, dijo Blair en referencia a las duras declaraciones del presidente de turno de la UE, Jean Claude Juncker, al término del Consejo Europeo en Bruselas. “No. La credibilidad de Europa exige el acuerdo adecuado. No el típico compromiso remendado entre todos de madrugada, sino un acuerdo que reconozca la naturaleza de esta crisis”, añadió. “La crisis no es sobre la incapacidad de los líderes de Europa para ponerse de acuerdo entre ellos. Es sobre la incapacidad de los líderes de Europa para llegar a un acuerdo con la gente de Europa sobre las cuestiones que les preocupan”, enfatizó, dando por sentado que los europeos defienden la posición británica y quieren suprimir las ayudas agrícolas.
Desde que franceses y holandeses rechazaron la Constitución Europea, Blair no ha cesado de contribuir a agrandar la crisis. El primer ministro atribuyó de inmediato el rechazo francés a un modelo económico obsoleto y se comprometió a promover la reforma económica durante la presidencia británica de la UE, en el segundo semestre de este año. Luego paralizó el proceso de ratificación de la Constitución en el Reino Unido sin dar tiempo a que Los 25 debatieran una salida común. Ahora ha rechazado un acuerdo presupuestario que parecía asumible al convertir el debate presupuestario en una moción de censura contra todo el presupuesto.
Ayer ratificó esa posición. “No es un presupuesto preparado para el siglo XXI”, proclamó retóricamente, y atacó no sólo el peso de la política agrícola común sino el hecho de que la mitad de las ayudas estructurales seguirán beneficiando a los antiguos socios de la UE y no sólo a los de la ampliación. El radicalismo de Blair parece tener dos explicaciones. Por un lado, al exacerbar la debilidad de los demás líderes de la Unión Europea, y en particular la del presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schroeder, está proclamando su propia fortaleza. Hace unas pocas semanas se daba por sentado que el Partido Laborista ganó las elecciones “a pesar” de Blair y que la entrega de poderes a Gordon Brown se produciría tras el referéndum británico sobre la Constitución Europea. Ahora, sin referéndum en el horizonte y con Blair izando la Union Jack en Bruselas, hasta sus críticos callan, quizá porque odian a Europa aún más que a Blair. Mientras The Daily Telegraph pronostica ahora que Blair aún tiene futuro como primer ministro, The Times publica catastróficas editoriales augurando –o quizás instigando– la disolución del euro.
Por otro lado, Blair parece haber visto una oportunidad única para abrir brecha en Europa e intentar imponer su visión. Una tarea en la que ayer recibió el cálido apoyo de un Partido Conservador que se declaró “encantado” de la firmeza del primer ministro en Bruselas mientras por los Comunes se paseaban las sombras de Margaret Thatcher, Winston Churchill, William Pitt y otros ilustres patriotas capaces de poner a los continentales en su lugar.
El primer ministro intentó reparar uno de los mayores errores tácticos de su estrategia: la patada que le dio el fin de semana al eje franco-alemán acabó en el trasero de los países de la ampliación. Blair demostró que puede desairar con el mismo menosprecio que Chirac y los nuevos socios empezaron a descubrir que, ideologías al margen, el dinero es siempre un argumento de peso en Bruselas. “Entiendo por completo las preocupaciones de los países de la nueva Europa”, dijo Blair ayer, apelando sutilmente a la denominación que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de EE.UU. utilizara durante el preámbulo de la invasión de Irak para azuzar la división en Europa. “Quieren un acuerdo. Haremos todo lo posible para conseguir ese acuerdo y asegurarnos de que cubre sus necesidades”. Y lanzó un encendido canto a la ampliación.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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