Vie 08.07.2005

EL MUNDO  › HABLAN LOS ESPECIALISTAS FRANCESES
EN TERRORISMO ISLAMICO

Cuando despierta una célula durmiente

“La ilusión según la cual Al Qaida no era más que un montón de grupúsculos esparcidos aquí y allá, sin estructura ni comando central, es delirante. Hoy tenemos la prueba de lo contrario”, dice uno de los especialistas franceses consultados por Página/12.

› Por Eduardo Febbro

“Células durmientes de Al Qaida.” La sentencia de uno de los responsables de la lucha antiterrorista francesa cayó pocos minutos después de la serie de atentados que ensangrentaron la capital británica. Desde hacía ya tres meses, los servicios secretos franceses venían advirtiendo sobre la amenaza cada vez más presente de atentados en el Viejo Continente. Una serie de informaciones “recortadas” provenientes de Irak permitieron elaborar una suerte de “geografía y estilo” de los jihadistas así como sus nuevas formas de operar. Las capitales europeas habían puesto el acento sobre la existencia de un nuevo fenómeno: el retorno a Europa de los combatientes voluntarios, los jihadistas que partieron de los países europeos para luchar contra las tropas norteamericanas. Entrenados militarmente en Irak, su regreso abría un nuevo foco de tensión y expansión de las ideas radicales así como el evidente riesgo de que esos hombres, perfectamente preparados, pasaran al estado “operacional” no ya en Irak sino en Europa.
Varias fuentes oriundas de la lucha antiterrorista francesa destacaron que la matanza de Londres no hace sino confirmar la presencia en Europa de células durmientes. Los ataques han confirmado que los sistemas de prevención son permeables. Los especialistas coinciden en señalar que, debido a su alianza privilegiada con Estados Unidos, al juicio contra el predicador radical Abou Hamza, la extradición a Francia del terrorista argelino Rachid Ramda y las redadas en los medios islamistas llevadas a cabo en los últimos dos meses, “Gran Bretaña era uno de los blancos más probables, tanto más cuanto que Al Qaida necesita existir y por ello elige golpear allí donde la caja de resonancia es mayor”. La opinión de Louis Caprioli, ex responsable de la lucha contra el terrorismo internacional en la DST, el espionaje francés, es compartida por muchos otros expertos.
En este sentido, Dominique Thomas, autor de un considerable ensayo (Londonistán, la voz del Jihad) sobre el llamado Londonistán –nombre con el que se conoce a la galaxia de grupos y opositores islamistas a los que Londres permitió desarrollarse en su suelo–, estima que las operaciones policiales que la policía británica lanzó en los medios islamistas londinenses provocó un “desplazamiento de los opositores hacia la clandestinidad, lo cual trabó el seguimiento de los islamistas”. Thomas recuerda que durante los años ’90, “las autoridades británicas dejaron que se desarrollara el Londonistán. Se trata de una suerte de santuario islamista que permitió a los predicadores instalarse en el país en una suerte de oasis pacífico que les ofrecía centros de culto protegidos por la sacrosanta libertad de palabra. Esos predicadores contaban con medios financieros y medios de comunicación importantes. El Londonistán desempeñó un papel en la financiación islamista; los militantes estaban formados ideológicamente en Gran Bretaña y luego eran enviados a Afganistán. Las autoridades dejaron que ese fenómeno creciera, al mismo tiempo que lo controlaban. Se trataba de poner bajo vigilancia a los radicales islamistas y no de desmantelar las organizaciones. Pero Gran Bretaña se alineó con la política de Washington y removió el hormiguero y los símbolos del Londonistán”.
Guillaume Dasquier, autor de dos célebres investigaciones, Bin Laden, la verdad prohibida y Al Qaida vencerá, explicó a Página/12 que “lo primero que se puede constatar es que el nombre del grupo que reivindicó el atentado –Grupo Al Qaida Jihad en Europa– es totalmente desconocido. En realidad, se trata de un nombre sacado de la galera. De hecho, nos encontramos ante redes que salen directamente de la estructura de Al Qaida. Estas, cuando deciden pasar a la acción en Europa, inventan un nombre circunstancial. Lo que ocurrió en Londres era lamentablemente previsible”. Dasquier reveló que los arrestos efectuados por la policía británica en los meses pasados mostraron la “existencia de redes islamistas que estaban cambiando la naturaleza de su acción. En el curso de esos operativos se constató la presencia de nuevas cabezas, de gente que no estaba fichada por los servicios, dotada con papeles falsos mejor elaborados que los de antes y cuya misión consistía en preparar la logística de las redes locales. Los servicios secretos británicos encargados de la lucha contra el terrorismo y la policía metropolitana de Londres habían proyectado en ese entonces un alto riesgo de atentados durante las elecciones legislativas. El análisis de los servicios secretos consistió en trazar un paralelo con Madrid, es decir, sabemos que, tal como Al Qaida fue reestructurada, es perfectamente capaz de perpetrar acciones con el fin de perturbar la agenda política de nuestras sociedades. Finalmente, el objetivo no fueron las elecciones legislativas en Gran Bretaña sino la cumbre del G-8”.
Dasquier argumenta que el asesinato del embajador egipcio en Irak y los atentados de Londres están ligados ya que, “para los radicales islámicos, sus principales enemigos son Egipto y Gran Bretaña. Egipto porque este país está considerado como la cabeza de puente de Estados Unidos en el mundo árabe. Gran Bretaña porque, pese a que los islamistas consideran a Estados Unidos como el enemigo de siempre, los ingleses aparecen hoy como traidores, como el aliado informal que traicionó”. Por último, Dasquier recalca que este último acto terrorista echa por tierra la ilusión según la cual “Al Qaida no era más que un montón de grupúsculos esparcidos aquí y allá, sin estructura ni comando central, capaces de cometer atentados de vez en cuando bajo la denominación de Al Qaida. Esa tesis es delirante. Hoy tenemos la prueba de lo contrario. El proceso de los autores del atentado de Madrid prueba irrefutablemente el lazo entre quienes planearon el 11 de marzo de 2004, la célula de Hamburgo que estructuró los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los autores del atentado de Casablanca. En cada caso nos encontramos con la misma configuración: se trata de organizaciones tribales formadas en Afganistán. Osama bin Laden y Ahmed al Zarqawi siguen siendo las figuras dominantes. Todo lo que sabemos es que estamos frente a un movimiento que sabe estructurarse perfectamente, con una mentalidad militar y experto en acciones clandestinas. Las acciones policiales no bastan para combatirlo. Es preciso tener una política destinada a los países del Golfo Pérsico que siguen favoreciendo las universidades islamistas.”

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