Vie 08.07.2005

EL MUNDO  › REACCION A LA BAJA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS

La economía que quedó raspada

Por Hamish McRae *

Es un golpe para Londres, un golpe para Gran Bretaña y también un golpe para la economía mundial. Las trágicas consecuencias humanas del ataque terrorista deberían, en cualquier escala de valores razonable, estar mucho más allá de las económicas. Pero hay cierto daño económico que también debe ser reconocido.
Esta preocupación fue reflejada en la reacción de los mercados financieros alrededor del mundo. El índice FTSE 100 de la bolsa londinense cayó 1,4 por ciento y cerró en 5158.30 mientras que la libra esterlina cayó frente al dólar a $1,74, su nivel más bajo en 18 meses. Pero otras bolsas también cayeron fuertemente, particularmente en el continente. El índice Dow Jones de Nueva York también cerró en baja. Uno de los motores principales de la economía mundial es la confianza y cualquier ataque terrorista la socava. Es más, el ataque llega en un momento en que las proyecciones de crecimiento eran menos optimistas, no sólo en el Reino Unido sino también en el resto del mundo. La economía mundial todavía está creciendo a pesar del aumento de los precios del petróleo, pero el ritmo está decreciendo.
Tristemente, el mundo ya tiene experiencia considerable en las consecuencias económicas de los ataques terroristas. Estas consecuencias se dividen en tres grupos principales: el daño específico en el lugar donde ocurrió el atentado; las industrias más severamente afectadas, y los daños a largo plazo al comercio internacional y las relaciones económicas. El daño al tejido y la infraestructura de Londres parece ser sorprendentemente pequeño. Si no hay más ataques similares –una esperanza más que una presunción– el daño es mucho menor que el causado en Nueva York, algo menor que en Madrid y menor que las bombas de la IRA en Londres. En comparación con la mayoría de los desastres naturales –los huracanes en el Caribe, por ejemplo–, el daño es realmente muy limitado. Esta campaña parece tener precisamente el objetivo opuesto de la campaña del IRA, que era dañar propiedades y no gente.
El daño a las industrias directamente afectadas, sin embargo, es mucho mayor y más díficil de juzgar. Las aerolíneas estadounidenses tardaron más de dos años en recuperarse de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y todavía sufren por los costos adicionales de seguridad y los inconvenientes para los pasajeros. Las acciones de British Airways cayeron casi cinco por ciento en las noticias de ayer, lo que refleja la idea de que menos gente viajará al Reino Unido como resultado del atentado. Hasta cierto punto, esto será cierto. La economía londinense es obviamente vulnerable a cualquier baja en el turismo, y el ataque llega justo cuando la temporada está en su punto más alto. No solamente los hoteles sufrirán: los comerciantes londinenses ya están pasando por dificultades como resultado de la desaceleración. Inevitablemente perderán dinero.
Las implicancias van más allá del Reino Unido y de Europa. La economía mundial es ahora más “global” que en cualquier otro estadio de la historia. Las exportaciones mundiales componen un 19 por ciento de la producción total, el más alto de la historia. Los activos extranjeros son mayores que la producción total mundial, una vez más, el más alto en la historia. Este es un mundo extraordinariamente interdependiente y, por lo tanto, potencialmente vulnerable. El impulso detrás de esta creciente interdependencia es tan fuerte que necesitará más de una bomba terrorista para sacarla de rumbo. Pero tres veces en el último siglo, en 1914, 1929 y 1939, una economía mundial fuerte e interdependiente ha sido destruida por conflictos. Deberíamos recordar que el terrorismo nos empuja hacia la construcción de barreras entre diferentes países y personas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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